domingo, 30 de octubre de 2016

La investidura de los prodigios

Data a Picard: “¿La sensación táctil añadida a la visual hace que la sientas más real?” (Star Trek. Primer contacto).
Era de esperar que el representante de este PSOE sin representante ni representación, uno cualquiera, el tal Hernando, dijera que iban a poner a Rajoy en el Gobierno porque eran socialistas de raza. Ya no nos extraña ver en el ABC artículos dedicados a Javier Fernández, su estatura de hombre de estado y su moral de referencia. Pero a mí tanta laudatio en el ABC y La Razón me hace pensar que lo de poner a Rajoy en el Gobierno a lo mejor es de derechas. Como digo, todo era de esperar, pero los humanos somos todos como el capitán Picard: si además de saber las cosas las vemos y las oímos aumenta nuestra sensación de realidad. Por eso, que el PSOE se haya despedazado en el afán de dar el poder a Rajoy parece más real desde que oímos al tal Hernando en el hemiciclo. Rajoy es el Presidente que más nos mintió, en volumen y en frecuencia. Él presentó cada quebranto de lo dicho o prometido como un doloroso acto de responsabilidad. El problema de acercarse tanto al PP es que Rajoy destiñe y el tal Hernando empezó a hacer como él. No tuvo mejor ocurrencia que hacer un repaso atolondrado de los principales incumplimientos históricos del PSOE para exponerlos como dolorosos momentos en los que los socialistas estuvieron a la altura. Hasta se atrevió a mencionar el caso de la OTAN, mezclando en pleno aturdimiento estos tiempos con los de aquella peligrosa guerra fría.
Algunas caras nos hablaban del próximo futuro. Una era la de Pedro Sánchez, viendo a su número dos en el no, haciendo de número dos, pero esta vez sin número uno, y diciendo que lo socialista es la abstención. Era la cara del crucificado viendo el desfile del vencedor. O del toro resoplando antes de salir a la plaza. Susana clavó su aguijón como una abeja: produjo el dolor deseado, pero se desgarró en el oficio y no está ya para enseñar más allá de Despeñaperros. No olviden las primarias y la cara de Pedro. Otra cara es la de Rajoy cuando debate con Podemos. Con Iglesias el Presidente alcanza una singular distensión y se pone especialmente ocurrente y vacío. Con el PSOE Rajoy se enfada, se contenta, se esfuerza o se pierde. Con Podemos se distiende. Es que sencillamente, con Iglesias no puede ganar ni perder nada. No le puede quitar ni dar, así que sólo le queda derrochar ese carácter suyo. Y luego está el pedrusco de Rafael Hernando. Él de por sí ya flota en mala baba, era lógico que entrara al trapo de los morados con material judicial de deshecho. Pero una parte de cada espumarajo de Hernando, y este no sabe hablar sin gargajos, se lo tendrá que tragar el PSOE. Es interesante ver hasta dónde llegará el estómago del PSOE. Pablo Iglesias pone sus mejores caras en la tribuna. Es mejor orador y más culto que la mayoría. Y lleva consigo algo de frescura y provocación callejera. Pero a veces dos sabores juntos no se mezclan sino que se tapan. Sus acentos callejeros no dejan oír las ideas de su discurso estructurado. Al decir «delincuentes» señalando al hemiciclo ya no habrá otro titular ni resumen de nada más que haya dicho. Es una interesante cuestión estratégica en la que debe pensar.
Ninguna figura mejor para visualizar el esperpento del PSOE que la de Antonio Hernando. Su voz sonaba a desagüe, como si alguien hubiera quitado el tapón y el PSOE se vaciara. Lo que queda del PSOE busca soporte en tres puntos con cuya insistencia sólo ponen más rayas al adefesio. El primero es el supuesto bloqueo institucional. En realidad, no había una situación de bloqueo que exigiera heroicidades. Simplemente tenemos un sistema proporcional y no mayoritario. El propio sistema busca que lo normal sea que haya que negociar y ceder para formar gobierno. Lo que no es normal es que el partido ganador se eche a dormir la siesta y la prensa diga que el segundo partido tiene la responsabilidad de convertir el sistema proporcional en mayoritario y regalar sus votos para que gobierne el primer partido sin negociación ni cesión. Y menos normal aún que el segundo partido interiorice esta patraña. Hay dos buenas razones para que nuestro sistema sea proporcional, una universal y otra local. La primera es que el sistema así se hace más complejo, pero también más plural y eso es un valor. La razón local es que aquí tenemos las instituciones y servicios parasitadas por los partidos. Si encima el sistema fuera mayoritario el caciquismo sería irrespirable. Piénsese, por ejemplo, que en el Reino Unido el que gana gana con mayoría absoluta, pero la BBC es independiente y también las instituciones reguladoras y de control. Imagínense aquí la juerga que sería el sistema mayoritario.
El segundo soporte es culpar a Podemos. No hay discurso en que no lloren por aquel gobierno con C’s como Boabdil lloró por Granada. Pedro Sánchez había pedido a Podemos permitir un gobierno en minoría en el que los morados no pintarían nada, y que estaría controlado por una oposición dominada por el PP, con sus 120 diputados y su submarino naranja metido en el Gobierno. Es decir, Pedro Sánchez pidió a Podemos que aceptara lo que exigían González y Cebrián: no pintar nada en el Gobierno ni en la oposición. Deberían dejar ya ese fuego de artificio.
Y el tercer soporte es ese movimiento de salvación que echó a Sánchez e hizo añicos el PSOE. Cebrián y González vociferaron el asalto por sus propios y oscuros intereses y con voces talludas y de alcanfor. Esas voces marcaran el guion para entronizar a Rajoy, pero ya como ventrílocuos a través de una Gestora de muñecos que movían los labios. Hubo que coordinar cosas como la ambición descerebrada de Susana Díaz, la burricie de Corcuera o ese miedo de los personajes intermedios y mediocres a quedar fuera de la línea oficial, para que el país presenciara atónito cómo el PSOE y una notable tajada de la voluntad popular desaparecían ante sus ojos como un globo deshinchándose en bandazos, para dejar como único resto el tal Hernando diciendo que se abstenía porque se había vuelto socialista.

Este no es ya el parlamento que salió de las urnas y lo limpio serían unas tercera elecciones. El PSOE es un agujero en el Congreso y también en la vida pública española. Si va a haber un momento en que Podemos sea la referencia única o principal de la izquierda, ese momento aún no llegó. Ahora mismo, la consunción del PSOE deja un grave desgarrón en la convivencia, y no conviene olvidar a sus culpables, que siguen en la vida pública, desde la pareja engurriada de mafiosos, la ambiciosa descerebrada y el burro mayucu, hasta los muñecos del ventrílocuo y los pequeños que buscaron con ansiedad la cola buena. Hoy en la votación definitiva el PSOE, es decir, una parte de nuestra voluntad y nuestra historia, será una sábana tensada que mostrará sus agujeros y descosidos. Y Javier Fernández creerá volver a Asturias con el deber cumplido y hecho un hombre de estado, que lo habrá dicho el ABC.

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