sábado, 24 de septiembre de 2016

Asturias sin norte

Asturias no necesita desgobiernos centrales para bloquearse. Si en algo somos autosuficientes es en desgobierno. Se acercan los presupuestos generales y con ellos sabremos si la nave está siendo gobernada o si vamos en piloto automático y, en este segundo caso, si vamos con rumbo o estamos ya como esas peonzas a las que se les acaba el impulso y ya culebrean como si hubieran bebido. Algo me dice que una segunda prórroga presupuestaria sería ya demasiado zigzagueo beodo como para no pensar en elecciones. Más elecciones. Después le daremos una vuelta a si Podemos nos seducirá metiendo miedo a Javier Fernández o lo seducirá a él y nos dará miedo a nosotros o nos seduciremos todos en el paraíso natural. De momento, repasemos la situación sin perder de vista que lo más relevante será la relación entre el PSOE y Podemos ante los presupuestos.
La posición actual de Javier Fernández es, como la de Susana y otras baronías, una afirmación enérgica de términos contradictorios, es decir, un absurdo factorizado en componentes que se gritan por separado. Quiere enfáticamente que Sánchez no pacte con Podemos, quiere por encima de todo que no haya elecciones y se niega con igual contundencia a que el PSOE le dé el gobierno a Rajoy. Quiere un PSOE en la oposición que no tenga arte ni parte en que gobierne Rajoy. Para semejante inocencia, suplicarían si fuera preciso que el PNV se abstuviera, pero justamente toda la baronez del PSOE había presionado hasta quitarle el resuello a Pedro Sánchez allá por diciembre y enero para que no formara aquel gobierno de 161 diputados de izquierdas, porque la abstención nacionalista rompería España en pedazos. Sería la monda que la abstención del PNV fuera un peligro para España si servía para un gobierno de izquierdas y no lo fuera si sirve para mantener a Rajoy. Así que lo dicho: juntando todos los deseos de los vociferantes barones formamos una contradicción irresoluble, un absurdo.
No sólo la situación nacional y la posición conocida de nuestro barón llariego son un escenario de partida complicado para los presupuestos. Es que la legislatura ya arrancó torcida con un gobierno respaldado por 19 escaños en un parlamento de 45. Desde que Susana Díaz disolvió el parlamento andaluz porque le dio la real gana, se puso de moda en España sustituir la negociación y la responsabilidad que tiene el mejor situado para formar gobierno por el órdago y el desafío. Repasemos. Susana, ante la falta de apoyos en la situación resultante de su travesura institucional, cuando se le pasaba el arroz para quitarle la silla a Sánchez, empezó a clamar por la irresponsabilidad de los demás de no dejarla gobernar. El propio Sánchez firmó un pacto con C’s, lo pasó a votación a la militancia, y ya cerrado con todos los lacres, le pidió el apoyo a Podemos sin darle opción a modificarlo, retocarlo y casi ni leerlo. Era otro órdago: a que no te atreves a mandar a España a otras elecciones y dejarla sin todas estas reformas tan tan buenas. Rajoy lleva durmiendo la siesta desde la jornada electoral. En vez de buscar apoyos, ofrecer cambios, modificar conductas, sólo lanza el órdago: a que no te atreves a mandarnos a unas terceras elecciones. Y la prensa en papel, con sus deudas debidamente negociadas con Soraya, allá lanza editoriales y columnas para señalar a Sánchez como el responsable y para cantar los males de una terceras elecciones. Con razón se mofaba el otro día Juan Carlos Escudier del delirante «reportaje» de El País, que pretendía endilgarnos que en América no se hablaba de otra cosa que del «bloqueo» de España, es decir, de Pedro Sánchez, y que estaba todo el continente atónito y en un sinvivir. El PP sigue protegiendo a sus delincuentes, ahora intentando apartar a la jueza del caso de los discos duros martilleados, y cuadrándose ante la memoria de Millán Astray, pero la cerrazón es de Pedro Sánchez. Una vez más, qué tropa.
Sólo hay que ver el vocabulario que se gastan los barones para explicar sus diferencias con otros. Lo que les impide buscar acuerdos son cosas tales como la unidad de España, el régimen constitucional y la mismísima democracia. Cuando alguien está convencido de que lo que lo diferencia del de enfrente es eso, la libertad, las instituciones, la nación y cosas tan elevadas, o tiene la ceguera del extremista, o la niebla del ofuscado o el extravío del perplejo. La cuestión que nos ocupa es que la legislatura asturiana arranca con un gobierno con 19 diputados y que arranca con este discurso apocalíptico hacia la otra fuerza necesaria, Podemos. Con IU de aliado, el PSOE no tiene otra combinación posible que no sea Podemos. Podría, por supuesto, ir hacia el PP, pero tendría que «desconectarse», como dicen en Cataluña, de IU. IU, por su parte, quiso ir en coalición con Podemos a las elecciones y recibieron calabazas. Tras las elecciones, sin embargo, y en un movimiento difícil de explicar, IU pacta con el PSOE por aquello de la responsabilidad y se aleja de Podemos hasta ser el punto donde más reticencia se mostró a la coalición de Podemos e IU a escala nacional. Para que no falte nada, ahora Llamazares firma un manifiesto en pro de un acuerdo entre PSOE, Unidos Podemos y C’s.
Los presupuestos están ahí. Llamazares sacó la calculadora y se dio cuenta ahora de que PSOE e IU no tienen mayoría y ya no quiere ser una muleta que ni siquiera es muleta porque no es suficiente y sólo parece un apéndice que va colgando. Ahora quiere un acuerdo en serio y mayoritario. Nunca es tarde. El PSOE, si no quiere la extravagancia de tener que pactar con el PP en un parlamento con mayoría de izquierdas, tendrá que buscar, ahora sí, un acuerdo amplio. Pero, como venimos diciendo, justo Asturias es una de esas baronías que se desgañitan contra un acuerdo con los morados a escala nacional. Por su parte, en Podemos andan cruzándose tuits sobre miedos y seducciones (debidamente magnificados por la prensa, que sigue sin tener una mínima compostura profesional para informar sobre esta agrupación. ¿Qué tal irá la investigación aquella del parlamento venezolano sobre la financiación de Podemos?). Iglesias quiere dar miedo a los sinvergüenzas y Errejón quiere seducir a los inocentes. Una encrucijada apasionante para ejercicios de redacción.

Desde luego en Asturias los dos tienen márgenes infinitos para actuar. Errejón encontrará un buen montón de inocentes para seducir y, si la cosa es entre los de arriba y los de abajo, en la parte de abajo aquí ya hay un ambientazo donde prodigar esas artes de seducción. El otro día me decía Ata Aróspide en el Muro de Gijón, en horas de oficina de día laborable, con ese ojo torcido que tienen los publicistas, que estaba dando un paseo contando jóvenes. Lo dicho, un paraíso natural para la seducción de los de abajo. Y Pablo Iglesias tiene también todo el terreno del mundo para dar miedo. En corrupción y desfalco de bienes públicos tenemos una ventaja sobre Madrid, Andalucía, Valencia o Cataluña (sí, señor Gabriel Rufián, Cataluña como la que más): el tamaño. Aquí no hay bastante chicha como para que el tres por ciento sea un imperio o para que los maletines puedan sostener una organización. Pero, para el dos por ciento de España que somos, no lo hacemos mal. Y hay buena materia prima para dar miedo, porque de momento incluso en un caso como el de Villa, tan en núcleo mismo del PSOE, no tuvimos más explicaciones políticas que las propias de Esperanza Aguirre: es que nos salió rana. Para qué decir de todos los demás que sacuden los juzgados, las arcas de la región y el buen ánimo de tanto inocente seducible. Con estos mimbres, si PSOE, IU y Podemos consiguen un acuerdo presupuestario, iré al Parlamento a pedir autógrafos y hasta me haré selfies. Lo contento que estaría todo el mundo en el Muro a horas de oficina en días laborables.

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