sábado, 9 de abril de 2016

Pacto de gobierno. Minuto y resultado

Con el mes de mayo, además de las flores, llega el fin de juerga postelectoral en el que venimos solazándonos desde diciembre. Veamos lo que tenemos delante.
PP. La vida pública tiene sus paradojas. En una película española un personaje recién llegado de Cuba le dice a otro cubano sobre la situación de la isla: “ya sabes, allí si cagas no ves la mierda”. Así son las cosas. Si enturbias lo suficiente la vida pública, tu bajeza y tu miseria pueden hacerse invisibles. Rebajar la asistencia a quienes peor se pueden valer o socavar los servicios esenciales en un país de pesebres, entes corruptos y privilegios ya hubiera sido una forma injusta de rebajar la deuda y el déficit público; pero en realidad fue una forma infame de subir la deuda, comerse la hucha de las pensiones y descontrolar el déficit público. El PP deja un país empobrecido en dinero y derechos, con una moralidad pública de burdel y una deuda en crecimiento libre. Una parte esencial de la actividad del PP es el delito organizado, su corrupción llega al nivel de saqueo y la protección e impunidad de sus chorizos es abiertamente mafiosa (¿quién puede soportar el hedor que rodea a Arias Cañete?). Pero, como digo, si ensucias lo suficiente la basura deja de verse por pura costumbre. El PP no tiene nada dentro de sí que pueda exhibir. Sólo puede agitar vagamente fantasmas externos (crisis o terrorismo) y confiar en ser percibido como la única casa en pie donde guarecerse durante de la tormenta. Así lleva Rajoy inmóvil haciendo de espantapájaros desde diciembre. El éxito de tan desmedrada táctica es limitado, pero puede ser suficiente si el hastío llevara a la gente a la abstención en unas nuevas elecciones.
PSOE. “¿Con qué Podemos quiere pactar Sánchez?” decía Susana Díaz, cuando en realidad es el PSOE el que está tronzado en cachos de tanta presión como lo deforma y tira de él en una dirección y otra. Pedro Sánchez es sólo uno de los harapos, justo el que le toca estar en el sitio donde suceden las cosas. La preferencia de Sánchez y la calculadora lo llevaban hacia Podemos e IU, pero el griterío desordenado de los barones, de Felipe González y el Ibex (valga la redundancia) formaron un cuadro de presiones que lo dejaron en Ciudadanos, la única opción que es aritméticamente inviable y que además no puede ensancharse con más apoyos. Pedro Sánchez debería preguntarse con qué programa se presentaría el PSOE a unas elecciones. El programa de C’s será el pacto firmado con el PSOE. ¿Cuál será el del PSOE? ¿Se presentará con el mismo programa que C’s? Y si no es ese, ¿por qué en nombre de ese pacto que será el programa de C’s y no el suyo se negó a pactar un gobierno de izquierdas? Será digno de ver el relato de esos barones ruidosos y estériles.
Podemos. Podemos siempre aparece con distorsión y con desmesura, como reflejado en un espejo cóncavo de esos con que Valle-Inclán ejemplificaba el esperpento. Claro que por momentos se mostró altanero y amenazante para el PSOE, y más ocupado en recalcar los trazos de su imagen que de ejercer a fondo responsabilidades políticas. Pero de Podemos siguen siendo más llamativas las reacciones que suscita que sus actuaciones directas. Es innegable que el discurso de Podemos se fue flexibilizando y fue incorporando cesiones. ¿Puede decir Pedro Sánchez una sola cosa que haya cedido a Podemos y a IU? Ciudadanos se presentó a esta reunión a tres tan solicitada por el PSOE con la siguiente propuesta de partida para Podemos. Atención: que apoye sin modificaciones el texto pactado por C’s y PSOE, que no entre en el Gobierno y que apoye el Gobierno PSOE – C’s. Es decir que voten lo que les manden y no den la lata. La prensa más beligerante sigue proyectando que es Podemos el intransigente por empeñarse en contrapartidas. No es que mientan. Es sólo que exageran unas verdades y callan otras. Es cierta la frialdad entre Errejón e Iglesias, pero ni es una verdad para ser días y días noticia de portada, ni es una verdad tan relevante como la agresión diaria y directa de Susana Díaz a Sánchez, o los evidentes cismas del PP. Es notable que se considere más grave que Iglesias relacionara a gobiernos de González con crímenes que el hecho de que efectivamente los gobiernos de González hayan estado relacionados con crímenes y que González impute diariamente delitos a Podemos que los jueces archivan una y otra vez. Maneras aparte, ¿no está poniendo sobre la mesa Podemos problemas reales de mucha gente que merecen más atención que rastas o chascarrillos?
Fuera de salidas de tono esporádicas, a Podemos le sobran dos rasgos de estilo. Uno es su manera de entender la transparencia. Este es un atributo que en la vida pública debe cultivarse como en la vida personal: una vez más, en diferido. A todos nos resulta enojoso ruborizarnos, no porque queramos ocultar qué cosas nos producen pudor, sino porque no nos gusta que se nos note en directo. Los partidos deben ser transparentes, pero con demora, no podemos oír en vivo cada conversación ni se pueden exhibir permanentemente los movimientos internos, porque tal exhibición los retroalimenta y los deforma. El otro rasgo es puramente retórico. Ciertas conductas saludables dejan de serlo cuando se verbalizan. Es refrescante ver en el Parlamento diputados con pinta de gente normal. Pero dejan de parecer gente normal cuando el aparato de Podemos nos exhibe lo normal que es esa gente. A partir de ahí es cuando se crea esa sensación de postureo. Podemos debe dejar de etiquetar y glosar su propia conducta, porque da sensación de autocomplacencia.
Ciudadanos. C’s tiene un discurso limitado y una base social débil. La campaña se le hizo larga por eso, porque una idea fresca suficientemente repetida acaba pareciendo un calambre. Rivera interpreta bien el papel de dialogante cuando no se le exige. Cuando se le ataca, se tensa y se enroca. Y cuando otros ceden y lo ponen en situación de ceder y negociar, de nuevo su discurso se convierte en un estremecimiento y sus ideas en calambres. No cedió nada al PSOE en ese pacto tan aireado. Por si alguien tenía alguna duda, el otro día se negó a votar siquiera un aplazamiento de la LOMCE, que figura expresamente en el acuerdo. ¿Le quedan dudas a Sánchez? Ahora que Podemos se aviene a sentarse, ese centrismo tolerante tan fácil cuando no hay mesa, se convierte en advertencias diarias y negativas. C’s no es un partido flexible; lo que es flexible en él son las estrategias. El empeño de Sánchez de incluirlo en un pacto con la izquierda es candoroso. En un entendimiento entre PSOE y Podemos, si fueran código informático C’s sólo puede ser un virus, un código que se ejecuta dañando la normal ejecución del resto. Ya lo está siendo ahora. Si se repitieran elecciones y por el aumento de la abstención fuera viable un gobierno PP – C’s, se vería cuál fue el papel de C’s: dañar con éxito el proceso que hubiera llevado a un gobierno viable de izquierdas. Y en ese caso el PP haría bien en tomar nota de que en un gobierno conservador, C’s no sería un virus, pero sí un plugin, un programa que se ejecuta dentro de otro mayor, pero con finalidades propias y separadas. El PP debería entender lo que no parece ver Pedro Sánchez: que Rivera sólo es flexible en los medios, no en el fin.
Izquierda Unida. Subió mucho su peso moral. Garzón está siendo el dignísimo notario sereno en una juerga de borrachos. Su buen hacer podría restituir en un pacto de izquierdas el peso que la ley electoral le birla a IU elección tras elección. Con nuevas elecciones, IU puede tener un papel más importante por una de dos vías. Podría tener algún escaño más que resultara relevante en una aritmética muy ajustada. O, si las aguas de Podemos e IU confluyeran (seguramente es ya el momento), el peso ganado en este proceso dará a IU más color y visibilidad en ese nuevo caudal de confluencia.

Lo gracioso del cuadro es que nunca estuvimos tan cerca los españoles de los independentistas: acodados en la tribuna y mirando el espectáculo comiendo pipas.

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