viernes, 29 de enero de 2016

PSOE, voces antiguas que cercan voces de clavel varonil

Una trama corrupta se lleva por delante a no sé cuántos cargos del PP de Valencia, alguno de los cuales, coño, era muy querido por Rajoy. Todo apunta hacia Rita Barberá, pero ella, en palabras de Ángel González, sólo oye ecos de ese fragor distante, porque su poltrona en el Senado la hace impune, que para eso sí sirve el Senado. Unos días antes el escándalo Acuamed rozó a Soraya tanto que casi le saca el brillo. Y un poco más tarde la jueza Collazos se dejó de andar con decimales e imputó a todo el PP por lo de romper a martillazos los discos duros de Bárcenas. (Intermedio gramatical. Usé el verbo “imputar”. Lo de llamar “investigado” a lo que antes se llamaba “imputado” fue un cambio legal que el Gobierno hizo de mala fe, porque no pretendió que nos entendiésemos mejor, sino que parezca más aceptable que los imputados sigan en sus pesebres. Como el buen entendimiento no fue la motivación de este cambio de nombre, lingüísticamente la cosa chirría. “Imputar” en un verbo perfectivo y puntual, mientras que “investigar” es un verbo durativo. Para entendernos y no abusar de la paciencia del lector, baste decir que en este momento la frase “la jueza investigó al PP por el asunto de los discos duros” es falsa en la interpretación más normal, porque la investigación está en curso y sólo será verdadera dicha en pasado cuando se acabe la investigación. En cambio, la frase “la jueza imputó al PP por el asunto de los discos duros” es verdadera en cualquier interpretación, porque el proceso de imputación, al ser puntual, ya se consumó. Y lo verdadero es que en este momento la jueza ya completó un acto legal, que hay que nombrar con una palabra que se pueda referir a una cosa puntual y completada: imputación, por ejemplo. Que tenga buen provecho quien se quiera comer el eufemismo del Gobierno).
Lo de Valencia es una canción repetida. La cuestión es que nuestros sentidos y nuestro intelecto están diseñados para responder a la variedad y no a la monotonía. Un sonido continuo llega a no oírse. Si queremos que alguien que nos busca nos vea, agitamos los brazos y saltamos, porque el ojo responde mejor al movimiento que a la quietud. Cuando una persona habla diciendo cosas predecibles, nos adormece. Esto se llama habituación o desensibilización. En España el delito organizado en espacios políticos es tan constante que la gente se desensibiliza y deja de reaccionar a su gravedad, con lo que la democracia, que por definición descansa en la sensibilidad de la gente, se resiente. No es que la gente sea tonta, es que no puede evitar acostumbrarse. “Sólo le pido a Dios que lo injusto no me sea indiferente”, cantaba León Gieco, porque nuestro espíritu puede llegar a la indiferencia sobre cualquier cosa.
Pero estamos en el momento de formar un gobierno y no es un buen momento para que lo injusto nos sea indiferente. Es un momento para palabras claras. En el PP el delito es estructural. No sólo es que está ampliamente extendida la práctica delictiva y más aún la connivencia con ella. Es que una parte esencial de la actividad global del PP tiene que ver con el delito. Es extremadamente grave que sigamos acostumbrando nuestro ánimo y nuestra conducta al robo sistemático como acostumbramos nuestro oído al ruido de la lluvia. Pero parece que en el PSOE algunos no oyen, por habituación, el chisporroteo de la corrupción y reservan todas sus alertas para Podemos. Nadie dice en el PSOE claramente que quiere dar el gobierno al PP, pero se percibe con nitidez una pulsión profunda en el partido para que Sánchez no vaya hacia Podemos y, por tanto, lo haga hacia el PP. El PSOE tiene mucho de qué asustarse con el PP: ahí quedan leyes inadmisibles, como la de educación, la de seguridad (mordaza) y la reforma laboral, entre otros sapos que se les pueden quedar en la garganta. Ahí quedan esas tramas delictivas de altos vuelos. No hay forma de poner al PP en el poder sin dar un mensaje de tolerancia con esas aberraciones que sí ponen en peligro la democracia.
Sin embargo parece asustar más el acercamiento a Podemos. No hay en el grueso de su programa nada que deba espantar ni repugnar la sensibilidad del PSOE. El asunto del referéndum catalán es evidentemente negociable. El PSOE ya gobernó en Cataluña con independentistas que llevaban en su programa algo más que el referéndum y nunca hubo peligro de nada. El temor a que Podemos busca subrepticiamente la desaparición del PSOE es infantil hasta en su formulación. El PSOE siempre aspiró a los votos de IU y a ser la “casa común de la izquierda” e IU siempre quiso crecer a costa del PSOE. Pero decir a partir de estas obviedades que el PSOE busca destruir IU o IU al PSOE es una manera torpe de expresarse. Por puro sentido común, pactan formaciones que de alguna manera son afines. Y las formaciones afines persiguen los votos de la misma gente y cada una quiere los votos de la otra. Si esta evidencia es argumento para no pactar, nunca habría pactos entre afines, es decir, nunca habría pactos. Es notable el retroceso en las actitudes de entendimiento y negociación que se dio en nuestra vida pública. El PSOE corre riesgos más evidentes poniendo al PP en el gobierno.
La perceguera hacia Podemos es ideológica y, en no poca medida, cultural. No es importante pero sí significativo que de repente se levanten de la siesta Felipe González, Corcuera (por Dios, ¡Corcuera!), Leguina o Solchaga a dar una batalla por el partido, como cuando el senil Aureliano Buendía quería llevar a Gerineldo Márquez en silla de ruedas a librar una última guerra juntos. No los despertaron durante estos años los embates a la sanidad pública, la educación de todos y a los derechos que venían garantizando nuestra convivencia. Ni el robo ni una desigualdad mayor que la griega. Pero cuando Pedro Sánchez sugiere que va a hablar con Podemos es cuando a Corcuera le entran arritmias y despierta a los Gerineldos del PSOE porque Pedro Sánchez anda desencadenado. Felipe González aún cree que la suya es una voz autorizada. Él está en la memoria del PSOE y el PSOE no es libre de referirse a él de cualquier manera porque, como todos, necesita estar conciliado con su memoria. Esa es la única razón por la que parece que cuando él habla pasa algo, no porque mantenga ningún predicamento. ¿Recuerdan aquella carta grandilocuente a los catalanes de hace pocos meses? Yo tampoco, nadie la recuerda.

La gran coalición gustaría a la banca y permitiría una siesta plácida a ciertas viejas glorias. Pero la gran coalición sólo puede basarse en el acuerdo sobre lo que Rajoy llama grandes asuntos de Estado y que podríamos llamar de manera más precisa obviedades: terrorismo, integridad nacional, igualdad ante la ley, … ¿quién diablos va a ir contra eso? Una coalición formada sobre lo obvio que no se discute empequeñece la importancia de lo que sí está en disputa, como si la evidencia de que hay que protegerse del terrorismo fuera argumento para aceptar el golpe que la LOMCE da a nuestra educación o la ley mordaza a nuestras libertades. Cuenten, por curiosidad, cuántos escaños obtenidos en votación libre y legítima son peligrosos para España, según la gran coalición. Cuenten nacionalistas, Podemos y confluencias varias: demasiados españoles que no son mucho españoles. El PSOE tiene que dejar de sentirse tan humillado por Podemos (cuánta sensibilidad). No hay manera de formar gobierno que no sea con un acuerdo de Podemos con el PSOE. Y no hay manera de negociar con el PSOE que no sea áspera y desapacible. Los demás también tenemos memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario