domingo, 25 de octubre de 2015

Pablo Iglesias y Albert Rivera

Mejor que intentar definir qué es eso de la “vieja política” es señalarla con el dedo. Una parte esencial de la vieja política es ese sinvivir que se respira ahora en los escaños del PP, esa ansiedad por saber quiénes irán en las próximas listas, cuántas poltronas se perderán, qué habrá para los que no lleguen. Pablo Iglesias y Albert Rivera son las caras visibles de lo que quiere presentarse como “nueva política”. Llevan tiempo revoloteando como fantasmas, sin más materialidad que la proyección de las encuestas y era cuestión de tiempo que se encontraran en algún sitio. Y se encontraron el otro día en el programa de Évole con las ventajas y desventajas de cada uno que se fueron haciendo patentes.
Pablo Iglesias y Podemos, a diferencia de Ciudadanos, tiene base social y movilización colectiva. La movilización es la disposición de actividad que se tiene sobre un asunto público. Puede ser tan enérgica como acudir en masa a una manifestación a Madrid o tan tenue como intervenir con convicción en discusiones de café con la voz algo más alta que los demás. Por ejemplo, González debe su última victoria electoral a Baltasar Garzón. No es que él moviera muchos votos. Es que era un intocable y de repente, al aparecer en las listas del PSOE, la acobardada militancia socialista cogió moral y se movilizó, mientras en el PP durante unos días sólo pudieron balbucear. La movilización es siempre un beneficio, aunque no equivale a expectativa de apoyo electoral. En el famoso referéndum de la OTAN los partidarios del No estaban muy movilizados, mientras que los del Sí no lo estaban en absoluto. Pero fueron más.
Y decía que Podemos tiene base social. Se tiene base social cuando hay sectores significativos e identificables de población con una tendencia de partida a formar parte de lo que representa una cierta ideología o partido político (o equipo de fútbol). Digamos que cuando tenemos base social hay un grupo predispuesto a darnos la razón antes de saber si tenemos razón. Aunque fracasara Pablo Iglesias y aunque un día desapareciera Podemos, ese modelo de mareas y movilizaciones sobre temas concretos y de conexión blanda entre sectores movilizados sospecho que se va a reproducir una y otra vez, precisamente porque encontró raíz y base social. Ciudadanos, en cambio, no tiene esa base social (que sí tiene el PP) ni la capacidad de movilización de Podemos. No sólo no habrá manifestaciones de Ciudadanos, sino que seguramente tampoco serán habituales actos multitudinarios. Su fortaleza electoral es evidente, pero también su debilidad. Ciudadanos no tendrá más fuerza que la que consiga convenciendo de sus ideas. Aunque esto parezca sanísimo, si no consigue arraigo social, es volátil. Quizá algunos recuerden que el CDS de Adolfo Suárez era tan simpático que hasta históricos peceros como Tamames se le unieron. Pero a aquella flor le faltaba raíz y el primer error político se lo llevó por delante como un mal viento.
Pero en política funcionan también los modelos. Ahí Rivera seguramente lleva ventaja a Pablo Iglesias. A la gente le gustan modelos con los que identificarse, individuos que sean ejemplo de lo que no saben expresar. Este es un juego muy sutil. Rubalcaba siempre fue un tipo agradable, que hablaba bien y hasta parecía inteligente. Pero no era un modelo ni era fácil recordar qué había dicho después de hablar tan bien. Rivera es joven y aseado, parece solvente, no insulta y cuando habla con energía y apunta con el índice a quien tiene delante, lo hace como dolido por alguna insidia. Se parece al hijo treintañero que mucha gente querría tener. Pablo Iglesias sin duda es llamativo y carismático. Atrapa la atención y transmite energía y sensación de que sí se puede. Pero no se parece al hijo que la gente querría tener y a una parte de la izquierda le parece gilipollas. Es más arrollador y más líder, pero menos espejo en el que verse. La gente se ve más reflejada en Rivera o Alberto Garzón y eso quiere decir que Iglesias tiene que explicarse más para conseguir la misma credibilidad.
Iglesias molesta a los poderes “orgánicos”, inmunes a las elecciones, precisamente porque no es antisistema y los amenaza desde dentro del sistema. Nunca se vio actividad mediática tan asilvestrada como la que se desató contra Podemos. Rivera gusta a esos poderes porque da respetabilidad y limpieza al juego que los mantiene como poderes, sin la sobreactuación del PP con los símbolos patrios, sin vínculos tan agobiantes con la iglesia más conservadora y sin filiación histórica con el franquismo. Nunca se vio apoyo mediático más intencionado a un partido, como el que se está dando a Ciudadanos.
Algunas de las razones por las que el debate favoreció a Rivera son pasajeras y pueden cambiar para la vez siguiente. Otras no. Iglesias estuvo simplemente más espeso que otras veces. Eso no tiene importancia, no siempre se está igual de ágil. Y tuvo un problema de actitud. Frente al sambenito de antisistema radical, quiso ser sensato y algo cómplice con Rivera (como en su día con Ana Pastor), pero Albert Rivera no quería ser su amigo y eso le dio iniciativa. Hay algún problema que Pablo Iglesias tiene que solucionar porque se le repetirá en todos los debates. Rivera tiene muy fácil decir lo mismo en cualquier sitio, porque no es hombre de arengar a las masas y movilizar manifestaciones. Su discurso siempre es pausado porque sólo habla en situaciones tranquilas.
Pablo Iglesias, en cambio, tiene que encontrar la manera de decir lo mismo en unos sitios y otros. Ante masas enardecidas se habla sobreactuando y encorsetando el discurso en eslóganes que puedan ser coreados. Y muchos de los mensajes de Pablo Iglesias son críticas o acusaciones sobre otros actores políticos y sociales, como es lógico. Tiene que encontrar la manera de retener esos mensajes sin ser agresivo ni borde cuando se habla en torno a una mesa. Cuando Rivera le reprocha el bulo repetido de que él es el candidato del Ibex, Iglesias tiene que encontrar el punto de serenidad y a la vez de firmeza para decirle que sí, que es el candidato del Ibex, que no hay ninguna conspiración ni él es el recadero de nadie, pero que es una pieza que el Ibex quiere promocionar y tiene sus razones. No puede titubear ni parecer que quiere decir otra cosa por no estropear este ambiente de serenidad y buen juicio en el que estamos ahora tan a gusto con Évole. Rivera (o sus asesores) ya encontró el vocabulario para despachar cosas que le son enojosas de explicitar. Él no va a quitar privilegios a la Iglesia ni ponerle trabas al papel que quiere tener en la enseñanza. Aquí el vocabulario será relacionado con hastío y pasado: “otra vez iglesia y no iglesia, siempre estáis con lo mismo, cansáis, esos tiempos pasaron” … y que siga la iglesia a lo suyo. Ciudadanos propondrá medidas duras en varios sentidos. Aquí el vocabulario rondará la idea de calidad. La calidad nos lleva a exigencia y esfuerzo y ese será el pasillo por el que la dureza de ciertas medidas será llevada hacia la calidad. Iglesias aún tiene que encontrar algunas piezas léxicas para anclar su discurso en un debate sosegado. Y lo de siempre: tiene que concretar. Mientras no tenga propuestas decididas siempre será vulnerable ante alguien que pueda hablar más claro de sus propósitos.

En todo caso, con los oídos aún molestos por el zumbido que deja tanto mequetrefe como escarnece nuestra sufrida vida pública, no se puede negar que el otro día en el programa de Évole sonaron acentos distintos y más frescos. Algo nuevo va a haber en el próximo parlamento que nos gustará saludar como nueva política.

lunes, 19 de octubre de 2015

ALBERT RIVERA EN ESPAÑA Y LLAMAZARES EN ASTURIAS

 “Tú siempre dices que no se puede. Nada oyes de lo que digo” (maestro Yoda).
Es humano renunciar. La negociación de los presupuestos de Asturias tiene algo de eco del proceso de investidura. Son momentos en que se apoya, se desconfía o se reprueba una línea de gobierno. Imaginemos que en la investidura Podemos hubiera planteado a IU poner los catorce diputados que juntan entre los dos frente a los catorce del PSOE y abrir una negociación con el siguiente preámbulo: 1. la FSA sí tiene mucho de lodazal, por la corrupción de unos pocos, el disimulo de la mayoría y las prácticas clientelares generalizadas; 2. de  todas formas, se debe llegar a un acuerdo de gobierno por responsabilidad y lealtad con los respectivos votantes, pero no habrá complicidad con todas esas malas prácticas; y 3. hay que negociar quién será el presidente de esta nueva etapa; aunque sea del PSOE, podría no ser Javier Fernández. No es mucho imaginar. Algo parecido quiso poner Podemos en la mochila de IU. Tampoco hace falta imaginar mucho para suponer que IU no quería una negociación así. Seguramente piensa parecido a Podemos, pero no quería una negociación así, por radical, faltona, injusta o poco táctica. Aunque quería un cambio (creo), no creía poder llegar a ninguna parte con semejantes maneras. Como dije, es humano renunciar para evitar riesgos o pérdidas.
Lo malo es que otro haga limpiamente y sin aspavientos lo que nosotros juzgábamos demasiado atrevido y complicado y demuestre que la cosa no era tan difícil. Entonces se nos queda cara de tontos y parece que nos hubieran desnudado en público. Mucho pueden cambiar las cosas de aquí a las elecciones, pero con los datos actuales el PP podría ganar por poco y tendría que formar gobierno con Ciudadanos. Y la cosa es que esto que acabamos de imaginar para Asturias es justo lo que casi seguro hará Albert Rivera. Le dirá al PP lo que ya le está diciendo, a veces con palabras y a veces entre líneas: que el PP es un basurero en el que él no se manchará; que tendrán que formar gobierno porque su responsabilidad lo exige; y que Rajoy no será presidente de ese gobierno (“no hemos montado todo esto para que Rajoy sea presidente”). No lo dirá a voces farfullando con la boca llena, sino bebiendo agua mineral con el meñique estirado, pero es lo que dirá. Y no será maleducado, faltón, extremista ni perroflauta. Una negociación con el PP nacional o el PSOE asturiano no puede ser indolora. Por constructiva que sea la intención, hay mucho y muy serio que reprochar, aclaraciones que requerir y responsabilidades que exigir para transmitir una mínima voluntad de cambio a la población.
No se trata de si Rivera tiene algo de lo que acusar a Rajoy o si le presume alguna culpabilidad (o Llamazares y Emilio León a Javier Fernández). Se trata de que a la gente hay que hablarle en el lenguaje en el que se habla en política. En política las palabras se hacen arena y al cerebro sólo llegan ecos vagos. En política se habla con presupuestos, con gestos y con nombres propios. No se dice lo importante que es atender a los dependientes, sino que se sube el presupuesto para atender la dependencia. No se pregona la honestidad de la “clase política”, sino que se renuncia expresamente a dineros y privilegios espurios. Y no se prometen cambios políticos, sino que se cambia a la gente, se dimite, se propone o se apoya a unos u otros. Rajoy fue el mandamás en esta época de deterioro moral y político y, con independencia de las responsabilidades personales que le quepan, su persona es parte del vocabulario con el que se le habla a la gente. Que el PP negocie un gobierno con Ciudadanos y que Rajoy no sea el Presidente es una manera de hablar claro con la gente.
Si las elecciones fueran hoy, es más que probable que Rivera negociara con el PP con este lenguaje y esta actitud. Sería lógico que el PP no tuviera más remedio que cambiar en muchas cosas obligado por la merma de su apoyo popular. Y semejante ejemplo, y el mero hecho de que podamos conjeturarlo con fundamento, nos hace mirar otra vez para Asturias y preguntar a Llamazares si era tan difícil todo, si era tan irrealizable una negociación áspera, como requieren los graves hechos de Asturias, que llevara a cambios perceptibles en la vida pública asturiana; y si era tan radical y tan maleducado hacer en Asturias lo que los aseados chicos de Ciudadanos harán de entrada en la política estatal sin tantos remilgos.
La cuestión es que ahora empieza la gestión política de los presupuestos. Y, como decía antes, hasta cierto punto estamos en una situación de confirmar o rectificar las actitudes de la investidura. Es un buen momento para IU vuelva a pensar lo que se puede y lo que no se puede hacer, antes de que otros los dejen desnudos en público. IU y Podemos pueden presionar al Gobierno para que: 1. haya presupuestos y de ninguna manera dejen a Asturias con prórroga presupuestaria; en Portugal el PCP y el Bloco están llevando al socialista Costa de la oreja y casi a empujones a la Presidencia, y aquí se puede obligar al Gobierno a tener presupuestos; 2. se regenere el tejido dañado de los servicios públicos esenciales (educación, sanidad y dependencia entre otros); la deuda española no dejó de crecer estos años, por lo que es evidente que los recortes en servicios eran ideológicos, sin fundamento económico, y que la deuda se genera y alimenta en otros espacios; en estos años desaparecieron profesores a un ritmo de uno por hora y no basta con parar la sangría, hay que comprometer presupuestos y plazos para restituir plazas perdidas; 3. hay que comprometer ayudas de mínimos vitales para la nueva capa de pobreza que los recortes fueron creando; 4. antes de poner en cuestión la regeneración del tejido de servicios perdido, deben revisarse todas las empresas, fundaciones y entes públicos creados sin control durante décadas y que, estos sí, no son todos trigo limpio; y 5. comprometer plazos para dar explicaciones completas a los ciudadanos por los casos más graves de corrupción pendientes, que minan cualquier mínima identificación de la población con sus representantes.

Los presupuestos no son sólo números. Son ideología y voluntad política. Asturias no puede ser gobernada con un tercio del parlamento. El partido que gobierna perdió la mitad de sus apoyos en dos legislaturas, porque la gente quiere cambios. Y hay fuerza en el parlamento para provocarlos. No es tan difícil.

jueves, 15 de octubre de 2015

Día mundial del docente. El párkinson nacional en la enseñanza

Wert terminó siendo una síntesis de estos tiempos. El ministro que se encargó de la cultura y la educación como los matones de don Corleone “se encargaban” de quien molestase, salió del gobierno ocupando un puesto muy lucrativo para el que no tenía preparación ni oficio. Por si alguien no había entendido que en este reino lo que importa no es la formación sino estar ahí, dio ejemplo consigo mismo y su millonaria esposa. Como decía el vizconde de Valmont, acabaron los dos por dar al mundo un ejemplo de constancia. Pero no exageremos con Wert. El ex-ministro es sólo una síntesis y buen ejemplo de algo más general.
Japón es el país más longevo del planeta y tiene una natalidad muy baja. En unas décadas habrá una gran cantidad de ancianos que vivirán solos porque no habrá población para atenderlos. Los gobiernos llevan tiempo impulsando mediante subvenciones y exenciones fiscales la investigación y creación de todo tipo de robots domésticos, desde los que detectan la respiración, hasta los que limpian o te llevan el orinal a la cama. Que haya tantos ancianos y ancianas solos no será un hecho feliz. Pero al menos habrá un montón de máquinas que impedirán que esas vidas, declinantes y solitarias, sean además miserables y tengan como ingrediente cotidiano la porquería y las heces que ellos no pueden limpiar.
No hay que engañarse. El verdadero motor de que tal asistencia mecanizada esté a punto para tan asfixiante problema es el ánimo de lucro y ganancia. Pero si pudiera medirse el impulso para hacer las cosas en números enteros, por cada diez unidades de ánimo de lucro, tiene que haber una de un mínimo sentido colectivo, para que en la sociedad quepan todos; una de previsión que mantenga a la larga la estabilidad y la posibilidad de lucro; y una de conocimiento, que mantenga una maquinaria con capacidad de generación de lucro, de atención colectiva y de previsión; todos esos robots no dejarán sólo atenciones domésticas, sino fuertes adelantos en innovación y desarrollo.
El sentido mínimamente colectivo supone poner un límite modesto al egoísmo. El sentido previsor supone poner un límite modesto al protagonismo individual y aceptar un poco más de anonimato. El valorar las cosas que además de beneficio dejan conocimiento supone aceptar que siempre debe estar produciéndose y transmitiéndose más conocimiento del que puntualmente se emplea en cada momento en cosas rentables. Y todo esto requiere una especie de software invisible en la mente de la población que podemos abreviar con la expresión “nivel cultural”. Una población sin formación reacciona de manera simple y directa a las cosas que ocurren y a los estados de ánimo que provocan. Una población formada en actividades complejas como la ciencia o el arte, es decir, una población razonablemente culta, atrapa las cosas que pasan, las procesa y reacciona movilizando muchos más datos que los que vienen de las circunstancias inmediatas. Por eso es capaz de entender cosas que no se ven a simple vista, como la colectividad, el largo plazo o el conocimiento que no se ve en las aplicaciones rentables del momento.
El menosprecio por el conocimiento que inducen las clases dominantes en España es histórico. No se trata de que en España la gente no esté formada. Es que la formación de la gente parece que fuera arena parásita que rechinase en la maquinaria social. Hay formación porque hay estructuras que transmiten el conocimiento, pero luego el aparato social no sabe qué hacer con tanta ciencia y tanto arte. Expulsa del país con la mayor alegría a la gente formada para concentrar los recursos en los especialistas en estar ahí, casi siempre vinculados a atahonas partidarias. El estilo de éxito que se nos inculca es el inverso al japonés. Se considera modelo de “emprendedor” al que consigue fortuna inmediata y sin sentido colectivo alguno por algún tejemaneje con un terreno o alguna aplicación de móvil para saber el horóscopo o hacer apuestas. La gestión pública se hace sin generosidad con los procesos a largo plazo que no se mueven con ritmos electorales. Nadie quiere ser anónimo, todo el mundo quiere marcar impronta, así sea metiéndose en una guerra, llenando ciudades y cruces de caminos con las dichosas rotondas con esculturona en medio (¿quién sería el que resbaló en la bañera y se despertó del golpe en la cabeza con la idea de que las rotondas eran la forma de regular el tráfico?), haciendo el puente más largo de Europa o el aeropuerto más grande del mundo, con o sin aviones.
Así se hacen pasar por empresarios productivos los vivales y pillastres. Y es más común el afán bobo de pintar algo que la gestión generosa y anónima. Y así los asuntos públicos se escriben con temblor parkinsoniano, con trazos picudos y excesivos que se salen de las líneas continuamente. Además, con tanta telememez y tanta adulación al éxito facilón, llega a calar ese estilo en una población sin duda mejor formada que antes. ¿Pues no llegó a ser amplia la percepción de que aquel honesto José Manuel Palacio era “demasiado gris” para Gijón y que la ciudad necesitaba “un impulso” con alguien como Areces? Y así están sesgando y deformando el sistema educativo, estirando por aquí y por allá, a golpe de moda o de interés. Así, por interés de la Iglesia, lo que más tiempo político llevó en toda la democracia fue hablar de la concertación de centros privados y de la asignatura de Religión, con Educación para la ciudadanía de artista invitada ocasional. Como ahora a la banca le da por emitir informes sobre educación, pues ese sufrido tejido se estira para la formación a la corta para ya y para esto, que es como esos eficientes rescatados conciben la educación. Luego vino la ansiedad por el inglés y entonces nuestros gestores decretan que se hagan bilingües los centros ya y de golpe. Nuestra sufrida enseñanza no para de acumular cicatrices con tanto estirarla para un lado y otro.

Hace unos años, en una clase de conversación de inglés (precisamente), el profesor nos pidió que nos imagináramos un mundo con la civilización destruida, en el que estuviéramos con lo puesto frente a los restos, una especie de Mad Max sin tanto macarra. La pregunta era qué formación nos gustaría tener para una situación así. Uno decía que querría ser médico, para tener artes curativas que le mantuvieran sano. Otro que cazador o que ingeniero, cada uno imaginando una tarea útil para sobrevivir. Yo dije que humildemente querría ser algo parecido a lo que soy. La única esperanza de supervivencia en un mundo así serían los demás, lo que pudiera hacer en conjunción con otros. Y la mayor amenaza serían los demás, que me atacarían por cualquier cosa útil que yo hubiera conseguido o por simple precaución. La habilidad más útil para sobrevivir sería la que me hiciera eficaz para tratar con los demás y construir un tejido colectivo con una idea de organización y ayuda mutua. La transmisión de ese software invisible es parte esencial de la supervivencia y el bienestar, así sea en una sociedad de supervivencia o de superabundancia. Por eso el día mundial de los docentes debe celebrar en realidad el conocimiento y su transmisión. A pesar de que siempre me dieron picores los tufos corporativos, debo decir que de todos los agentes que en España meten la garcilla en la enseñanza (teóricos de la educación, políticos, empresarios, expertos de la banca, iglesia, sindicatos, …) la parte más sensata, eficaz y prudente es, humildemente, la del profesorado. Por eso el día de los docentes, además de mundial, aquí debería ser celebrado como nacional.

viernes, 9 de octubre de 2015

Calcomanía catalana

Salvo que alguien crea vivir el fin de los tiempos, el independentismo catalán ganó mucho en las elecciones. Si estuviéramos en el penúltimo día de la historia, deberíamos decir que hasta cierto punto perdió: plantearon las elecciones como un plebiscito con tanto convencimiento que mezclaron churras con merinas en una candidatura (Junts pel Sí) y tendrían que hacer una de esas mezclas que provocan olores fétidos para juntarse con los desobedientes de la CUP y con todo ello junto no llegaron al 48% de los votos emitidos. “Menudo gatillazo del independentismo”, decía Eduardo Inda con ese temblor tenso con que los niños dicen llorosos “no me dolió” al recibir un guantazo de algún matón en el recreo. Pero no estamos en el fin de los días. Vendrán más elecciones. Los independentistas ganan por dos razones.
La primera es que la independencia de Cataluña ya es una cuestión en la política española e internacional con entidad propia que reclama una consulta. Esto no es una obviedad. La razón democrática más sólida para oponerse a un referéndum de independencia sería, si ese fuera el caso, negar la mayor y considerarlo como una forma de impostar como pendiente un tema inexistente sólo por las veleidades separatistas de algunos. Es como si el gobierno español quisiera anexionarse Portugal y pidiera un referéndum sobre el particular. El gobierno portugués tendría plena legitimidad democrática para negarse, porque el referéndum sustanciaría la cuestión de la anexión, cuando no hay tal cuestión política. No siempre la independencia fue un tema pendiente de resolución y no basta con que haya independentistas para que lo sea. Pero ahora, y más después de estas elecciones, sí lo es y ahora ya no hay solución estable que no pase por algún tipo de consulta.
La segunda es que la posible independencia de Cataluña es cada vez menos una tierra misteriosa erizada de incertidumbres y cada vez más una opción posible dentro del seny catalán. Ese 47% no indica que el independentismo se queda corto, sino que se está acercando a la mayoría. Como dije, la historia no acaba aquí, y esto es un proceso con tendencias muy nítidas.
La independencia es la única opción que ofrece ahora mismo un camino por recorrer; con niebla, con trampas y cantos demagógicos de sirenas, pero un camino. Nuestra clase política nacional no cree necesitar una hoja de ruta para la integración de Cataluña en España porque asume que ya está en ella y por eso se opone a la independencia sin ofrecer a los catalanes ningún otro proceso. Pero se ve a simple vista que hace tiempo que Cataluña se está yendo. Cataluña en España parece una de aquellas calcomanías que entraban en los chicles y que se despegaban despacio pero sin remedio del dorso de la mano a medida que la mojábamos. Quienes trabajan en la universidad, o en laboratorios farmacéuticos, o en equipamientos mecánicos, o en recursos humanos, o en cualquier cosa que obligue a ir de vez en cuando a Barcelona, notan que Cataluña se viene despegando sin ruido de España como una calcomanía sumergida en agua desde hace tiempo.
El PSOE ofrece un estado federal. Y repite lo del “estado federal” como si hubiera una idea asociada con esa etiqueta. Dígase claramente cuál es la diferencia para Cataluña entre ser una autonomía y ser un territorio, como quiera que se llame, dentro de una estructura federal, trácese una ruta. Podemos propone una especie de proceso constituyente. Es evidente la necesidad de cambiar la constitución porque España no cabe en su pellejo. Pero Podemos tiene que ir más allá y explicar a Cataluña qué diría de Cataluña esa nueva constitución según su propuesta. De nuevo, muéstrese un camino. No deberían ser los independentistas los únicos que tienen un camino claro en mente.
El PP realmente no dice nada. Se escuda en la ley porque es la forma de no decir nada y parecer que está haciendo algo. Es infantil esa letanía de que no se puede hacer nada porque nos saldríamos de la ley. Hace poco era legal protestar ante edificios gubernamentales y era ilegal segregar a los niños en la escuela por su rendimiento a edades tempranas. Cambiaron las leyes y santo remedio, ya es ilegal protestar ante edificios gubernamentales y ya es legal hacer con niños de doce años un pelotón de los torpes. Las leyes se pueden cambiar y eso es lo que España tiene que negociar con Cataluña, un cambio de leyes. En su día la plana mayor del PP protagonizó una sonora recogida de firmas contra el Estatut que ahora ahoga su discurso. Y en vez de aprender instigan un insensato procesamiento de Artur Mas para añadir ruido al ruido (por cierto, hasta que lo vi bailar el otro día no me di cuenta de que en realidad nunca soporté a Artur Mas; lo había visto queriendo que los deportistas catalanes se federasen en Andorra, por la cosa de la construcción nacional; chapoteando en el tres por ciento y la financiación ilegal; privatizando y recortando servicios esenciales y prestaciones; me había hecho chirriar los oídos con su demagogia nacional-victimista; en la pitada futbolera culé al himno y la bandera, le había visto la sonrisa más equivocada que cabe en política; pero hasta que lo vi el otro día agitando las muñecas y los hombros no me di cuenta de que yo nunca había soportado a este hombre).
Aparte del evidente éxito independentista, estas elecciones dejan apuntes de interés para las generales (aunque, como se suele decir, los resultados no sean “extrapolables”). Uno es que con el tema catalán Rajoy está mostrando su tamaño real, su pequeñez moral y su falta de ideas. La ocurrencia de poner a Albiol al frente a ver si con la estridencia facha y xenófoba se pescaba algo sí que fue un gatillazo ridículo. Cataluña puede diluir su mentira reiterada de la recuperación económica. Otro apunte es que el éxito del PSOE parece consistir en perder poco. En las dos comunidades más pobladas, Andalucía y Cataluña, celebró como un triunfo sus peores resultados de la historia (para qué hablar de nuestra Asturias, donde siguen felices y a lo suyo con la mitad de votos que hace dos legislaturas). Otro más es que a Podemos se le movió el paisaje y, como la Alicia de Lewis Carroll, sin moverse se encontró con que ya no estaba allí. Consiguió en su día eclipsar la cuestión independentista con radicalidad social y maneras de nueva política. Entonces era útil no enredarse en esta cuestión. Pero Mas provocó que el paisaje se moviera y la independencia fuera el gran y casi único tema. Podemos siguió a lo suyo, en plan Ada Colau, y en el nuevo escenario, al seguir fuera del debate de la independencia, resultó una candidatura inaudible. No se puede no hablar de lo que está en primer plano. Y hay que hablar claro: sí quieren un referéndum, no quieren la independencia, sí quieren otro encaje legal: aclárese qué nuevos elementos de soberanía proponen. Con más claridad hubieran estado más cerca de los focos. Están a tiempo para las generales. Otro apunte. Ciudadanos no ganó en Cataluña, pero sí en España. La claridad fue bien recibida y Ciudadanos parece en condiciones de alimentarse de un PP carcomido al que sólo le falta un soplo de aire.

Cataluña continúa despegándose, ahora ya a tirones, ante unas generales con sabor a examen final. Con un poco de suerte en las generales Artur Mas ya no estará allí (no soporto a este hombre). Y puede que Cataluña esté, pero como la amada dormida de aquel verso. Como ausente.no en lo que importa (educaci´o que importa udadanos no gan est. Podemos siguis legislaturas). Otro mmos se le movi PSOE