sábado, 27 de junio de 2015

Después de las elecciones y antes de la legislatura

Pasado el trago de las elecciones autonómicas y municipales, formados ya todos los gobiernos, y aún no iniciada en serio la legislatura, lo más notable se ve a simple vista. El PP está derrotado e inició su derrumbe. Se mantiene como fuerza más votada, pero como se mantienen en pie durante un tiempo las casas en ruina y los muebles apolillados. Con el voto tan repartido se puede ser el más votado siendo relativamente pequeño. Hay dos señales de que los resultados del PP son los de un partido caído. La primera es que los partidos de izquierda parecen capaces de pactar y formar mayorías. Ocurrió en todos los sitios donde su confluencia era necesaria para impedir gobiernos conservadores (Gijón es la notable excepción nacional; de Gijón y Asturias quizá podamos hablar mejor a partir del martes, cuando pase lo que tenga que pasar en la Junta del Principado y tengamos el cuadro completo; y qué cuadro). Y la segunda es que el PP quedó acéfalo tras estas elecciones. Lo de Rajoy parecen ya los estertores de un muñeco roto y cualquiera de los líderes capaces de inyectar ánimo y fuerza quedaron de repente en el pasado irrecuperable (a ver qué grúa levanta ahora a Esperanza Aguirre; aunque luego diremos algo de Cristina Cifuentes).
Lo esperable sería que Rajoy hiciera algo. Lo exigible incluso. Pero Rajoy lleva toda la legislatura expresando sus faltas como virtudes. Así que ahora presentará su parálisis y falta de respuesta como un acto de perseverancia en un trabajo tenaz que dará sus frutos al país. La realidad es que Rajoy cree que las cosas se diluyen por sí solas si se les da tiempo. Todas las casas tienen un olor característico, pero el hábito impide que cada uno perciba el de la suya. Rajoy se acostumbra a toda clase de olores con singular facilidad y es capaz de convivir con el delito instalado de manera estructural en su partido o con el hundimiento del propio partido sin que su nariz le provoque el mínimo embarazo.
Intentó con desgana hacer cambios, pero el eje inevitable era la salida de Cospedal del aparato y su paso al Ministerio de Educación. La educación es muy sufrida. Después del paso devastador de Wert, se pretendía coronar la legislatura poniéndola en manos del cadáver de Cospedal, para que desde su condición de no-muerta añadiera a los de Wert el tipo de destrozos que había hecho ella en Castilla-La Mancha. Pero Cospedal prefirió la tradición de morir en casa y quedarse en su Secretaría General a solas con sus recuerdos. Con esto Rajoy ya no tenía cambios de calado que hacer y volvió a su inacción habitual. Tal es el baile que cuenta La Razón y nadie piensa que Marhuenda nos mienta.
Cristina Cifuentes dejó en Madrid algún detalle que no debe pasar desapercibido, sobre todo al PSOE. Algunas cosas, muchas, son más de lo mismo. Pero llama la atención la manera tan directa en que Cifuentes llamó corrupción a la corrupción y señaló que todo eso era de la señora esa de ahí al lado y que no tenía nada que ver con ella. Puede parecer improbable que Cristina Cifuentes se ponga a desratizar la Comunidad de Madrid como seguramente lo hubiera hecho la otra mayoría posible. Pero recordemos que el PP está sin líderes y no sabemos hasta dónde llegan las ambiciones de Cifuentes y hasta dónde llegaría para satisfacerlas. Desde luego ya dio señales de no querer salpicaduras de Esperanza Aguirre o de Ana Botella. El apunte que no debe pasar inadvertido es el siguiente. España exige clamorosamente una regeneración radical y maneras transparentes y honestas en la política. El problema de la regeneración es exclusivamente del PP y PSOE (a escala nacional), porque fueron los dos que gobernaron y los que concentran todos los abusos. Toda exigencia de regeneración es una censura al PP y al PSOE. Y en el PP y en el PSOE no se pueden dar pasos sustantivos de regeneración sin renegar de alguien. Si Cifuentes acentúa esa actitud de acusar a Aguirre, estará mostrando el único camino regeneracionista posible en los dos grandes partidos. Por poner un ejemplo, el PSOE no podrá pisar fuerte en el terreno de la regeneración y la honestidad en Andalucía sin algún grado de hostilidad con Chaves o Griñán. Y, por poner otro ejemplo, tampoco en Asturias sin incorporar una censura explícita de Areces. O a escala nacional de Felipe González.
Y los nuevos gobiernos constituidos nos dejan también otra tarea pendiente más para el PSOE y dos para Podemos. PSOE y Podemos están muy cerca en número de votos e IU está muy cerca de desaparecer. Es mejor que el PSOE deje de esperar a que caiga Podemos como si fuera un globo que tiene que pinchar. Llevan ya en ese error demasiado tiempo. Y Podemos debe dejar de esperar que caiga la vieja política y se lleve por delante al PSOE cualquier día de estos. Es mejor que interioricen la evidencia: ninguno de los dos llegará al poder sin el apoyo del otro. Esto no quiere decir que se impongan a sí mismos entenderse. Es algo previo. Cada uno debe empezar a tener un discurso coherente sobre el otro. Las lindezas de toda condición y salidas de pista sobre Podemos siguen siendo notables. El PSOE debe empezar a pensar seriamente sobre ese grupo y tener una interpretación racional de lo que representa y una manera coherente de tratar con él. Como digo, un discurso, no una suma de soflamas. Y, aunque le resulte prepotente la exigencia ética de Podemos, deben deshacerse de sus monstruos para tener fuerza moral. Podemos debe también razonar asumiendo la existencia firme del PSOE, porque la hoja de ruta de Podemos parece dar por sentada su desaparición. Y no puede dar pasos firmes contra el PSOE que no pueda mantener con coherencia ni explicar con solvencia. De nuevo, tiene que tener un discurso sobre el PSOE, y no una suma de consignas ingeniosas. En el capítulo del lenguaje sin duda tiene que pulir alguna frivolidad, aunque la cuestión no sea simétrica. Aún asistimos a desvaríos de más calibre contra Podemos que desde Podemos (aunque aún no sea martes, ¿le atribuye alguien en Asturias a Emilio León algo más bajo que el comunicado de la FSA al día siguiente de “lo de Oviedo”?).
La otra tarea que le queda a Podemos es también discursiva y tiene que ver con IU. Hay un error dialéctico que no venía cometiendo la cúpula de Podemos hasta ahora. A la izquierda no le gusta que la izquierda desprecie a la izquierda. En IU, cualquiera que sea su futuro, hay un músculo que Podemos debería apreciar y hasta ahora de esa forma vino expresándose Pablo Iglesias (IU en cambio sí cayó en el error dialéctico de atacar a Podemos). Pero las declaraciones que transcendieron esta semana son, como poco, descuidadas. Una parte del crédito de Podemos consiste en ser representar lo que representa IU y más que eso, pero eso también. También aquí deben construir un discurso coherente y desbastado de arrogancias o tics de postmodernidad impostada (aunque es justo admitir que Pablo Iglesias sigue siendo el único que no puede equivocarse nunca).

Las cartas ya están repartidas. Esperemos que, mientras Rajoy se ocupa por todos nosotros de la renovación o marcha de Sergio Ramos, los demás se ocupen de todos nosotros.

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