sábado, 27 de junio de 2015

Después de las elecciones y antes de la legislatura

Pasado el trago de las elecciones autonómicas y municipales, formados ya todos los gobiernos, y aún no iniciada en serio la legislatura, lo más notable se ve a simple vista. El PP está derrotado e inició su derrumbe. Se mantiene como fuerza más votada, pero como se mantienen en pie durante un tiempo las casas en ruina y los muebles apolillados. Con el voto tan repartido se puede ser el más votado siendo relativamente pequeño. Hay dos señales de que los resultados del PP son los de un partido caído. La primera es que los partidos de izquierda parecen capaces de pactar y formar mayorías. Ocurrió en todos los sitios donde su confluencia era necesaria para impedir gobiernos conservadores (Gijón es la notable excepción nacional; de Gijón y Asturias quizá podamos hablar mejor a partir del martes, cuando pase lo que tenga que pasar en la Junta del Principado y tengamos el cuadro completo; y qué cuadro). Y la segunda es que el PP quedó acéfalo tras estas elecciones. Lo de Rajoy parecen ya los estertores de un muñeco roto y cualquiera de los líderes capaces de inyectar ánimo y fuerza quedaron de repente en el pasado irrecuperable (a ver qué grúa levanta ahora a Esperanza Aguirre; aunque luego diremos algo de Cristina Cifuentes).
Lo esperable sería que Rajoy hiciera algo. Lo exigible incluso. Pero Rajoy lleva toda la legislatura expresando sus faltas como virtudes. Así que ahora presentará su parálisis y falta de respuesta como un acto de perseverancia en un trabajo tenaz que dará sus frutos al país. La realidad es que Rajoy cree que las cosas se diluyen por sí solas si se les da tiempo. Todas las casas tienen un olor característico, pero el hábito impide que cada uno perciba el de la suya. Rajoy se acostumbra a toda clase de olores con singular facilidad y es capaz de convivir con el delito instalado de manera estructural en su partido o con el hundimiento del propio partido sin que su nariz le provoque el mínimo embarazo.
Intentó con desgana hacer cambios, pero el eje inevitable era la salida de Cospedal del aparato y su paso al Ministerio de Educación. La educación es muy sufrida. Después del paso devastador de Wert, se pretendía coronar la legislatura poniéndola en manos del cadáver de Cospedal, para que desde su condición de no-muerta añadiera a los de Wert el tipo de destrozos que había hecho ella en Castilla-La Mancha. Pero Cospedal prefirió la tradición de morir en casa y quedarse en su Secretaría General a solas con sus recuerdos. Con esto Rajoy ya no tenía cambios de calado que hacer y volvió a su inacción habitual. Tal es el baile que cuenta La Razón y nadie piensa que Marhuenda nos mienta.
Cristina Cifuentes dejó en Madrid algún detalle que no debe pasar desapercibido, sobre todo al PSOE. Algunas cosas, muchas, son más de lo mismo. Pero llama la atención la manera tan directa en que Cifuentes llamó corrupción a la corrupción y señaló que todo eso era de la señora esa de ahí al lado y que no tenía nada que ver con ella. Puede parecer improbable que Cristina Cifuentes se ponga a desratizar la Comunidad de Madrid como seguramente lo hubiera hecho la otra mayoría posible. Pero recordemos que el PP está sin líderes y no sabemos hasta dónde llegan las ambiciones de Cifuentes y hasta dónde llegaría para satisfacerlas. Desde luego ya dio señales de no querer salpicaduras de Esperanza Aguirre o de Ana Botella. El apunte que no debe pasar inadvertido es el siguiente. España exige clamorosamente una regeneración radical y maneras transparentes y honestas en la política. El problema de la regeneración es exclusivamente del PP y PSOE (a escala nacional), porque fueron los dos que gobernaron y los que concentran todos los abusos. Toda exigencia de regeneración es una censura al PP y al PSOE. Y en el PP y en el PSOE no se pueden dar pasos sustantivos de regeneración sin renegar de alguien. Si Cifuentes acentúa esa actitud de acusar a Aguirre, estará mostrando el único camino regeneracionista posible en los dos grandes partidos. Por poner un ejemplo, el PSOE no podrá pisar fuerte en el terreno de la regeneración y la honestidad en Andalucía sin algún grado de hostilidad con Chaves o Griñán. Y, por poner otro ejemplo, tampoco en Asturias sin incorporar una censura explícita de Areces. O a escala nacional de Felipe González.
Y los nuevos gobiernos constituidos nos dejan también otra tarea pendiente más para el PSOE y dos para Podemos. PSOE y Podemos están muy cerca en número de votos e IU está muy cerca de desaparecer. Es mejor que el PSOE deje de esperar a que caiga Podemos como si fuera un globo que tiene que pinchar. Llevan ya en ese error demasiado tiempo. Y Podemos debe dejar de esperar que caiga la vieja política y se lleve por delante al PSOE cualquier día de estos. Es mejor que interioricen la evidencia: ninguno de los dos llegará al poder sin el apoyo del otro. Esto no quiere decir que se impongan a sí mismos entenderse. Es algo previo. Cada uno debe empezar a tener un discurso coherente sobre el otro. Las lindezas de toda condición y salidas de pista sobre Podemos siguen siendo notables. El PSOE debe empezar a pensar seriamente sobre ese grupo y tener una interpretación racional de lo que representa y una manera coherente de tratar con él. Como digo, un discurso, no una suma de soflamas. Y, aunque le resulte prepotente la exigencia ética de Podemos, deben deshacerse de sus monstruos para tener fuerza moral. Podemos debe también razonar asumiendo la existencia firme del PSOE, porque la hoja de ruta de Podemos parece dar por sentada su desaparición. Y no puede dar pasos firmes contra el PSOE que no pueda mantener con coherencia ni explicar con solvencia. De nuevo, tiene que tener un discurso sobre el PSOE, y no una suma de consignas ingeniosas. En el capítulo del lenguaje sin duda tiene que pulir alguna frivolidad, aunque la cuestión no sea simétrica. Aún asistimos a desvaríos de más calibre contra Podemos que desde Podemos (aunque aún no sea martes, ¿le atribuye alguien en Asturias a Emilio León algo más bajo que el comunicado de la FSA al día siguiente de “lo de Oviedo”?).
La otra tarea que le queda a Podemos es también discursiva y tiene que ver con IU. Hay un error dialéctico que no venía cometiendo la cúpula de Podemos hasta ahora. A la izquierda no le gusta que la izquierda desprecie a la izquierda. En IU, cualquiera que sea su futuro, hay un músculo que Podemos debería apreciar y hasta ahora de esa forma vino expresándose Pablo Iglesias (IU en cambio sí cayó en el error dialéctico de atacar a Podemos). Pero las declaraciones que transcendieron esta semana son, como poco, descuidadas. Una parte del crédito de Podemos consiste en ser representar lo que representa IU y más que eso, pero eso también. También aquí deben construir un discurso coherente y desbastado de arrogancias o tics de postmodernidad impostada (aunque es justo admitir que Pablo Iglesias sigue siendo el único que no puede equivocarse nunca).

Las cartas ya están repartidas. Esperemos que, mientras Rajoy se ocupa por todos nosotros de la renovación o marcha de Sergio Ramos, los demás se ocupen de todos nosotros.

sábado, 20 de junio de 2015

Tuits, carroñeros y psicofonías

—Este pueblo está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran cerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras. Cuando caminas, sientes que te van pisando los pasos. Oyes crujidos. Risas. Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y voces ya desgastadas por el uso. Todo eso oyes. Pienso que llegará el día en que estos sonidos se apaguen. (Juan Rulfo, Pedro Páramo).
Has sido imprudente, Blade. Matar vampiros es algo limpio, las cenizas no dejan ninguna prueba. Matar humanos es sucio... (Blade Trinity).
El incidente del concejal Zapata está dando que hablar sobre los límites de la libertad de expresión y los límites del humor. El tema es del mayor interés, pero hay otros temas implicados en este suceso que nos ocuparán más ahora. Cualquiera entiende que hay faltas permisibles en un individuo particular (achisparse hasta bailar sobre la mesa una noche en Cimadevilla, conducir un día a 140 por la autopista) que no son aceptables en un cargo público. Una parte del tema que nos ocupa es si esos descuidos que uno se permite como sujeto particular y que no son tolerables en un cargo público nos inhabilitan para ser cargo público; es decir, si sólo pueden ser cargos públicos los que llevan toda la vida comportándose como si lo fueran a ser algún día (una especie esta, la de los cargos in péctore, que floreció como las margaritas en estos años de despipote).
Otra parte de la cuestión es el valor que hay que dar a los tuits o a cualquier intervención pasada en una red social. Mi generación tiene una parte muy pequeña de su vida en la red. Cuando aparecieron las redes sociales ya nos habían pasado muchas cosas que la red no atrapó y además éramos ya sin remedio carne de chigre físico. Pero la gente que puede estar incorporándose ahora a la política o al activismo previo a la actividad política es de una generación que tiene un fantasma digital muy completo en los discos de las multinacionales. No se trata, como se está diciendo ahora, de que la gente tenga cuidado con lo que pone en la red social (debe cuidarlo, pero por otras razones). Es que tenemos que empezar a educar los oídos y las entendederas para dar el valor que tienen a esos tuits pasados (diré enseguida que ninguno), antes de que prospere en los partidos un nuevo tipo de carroñeros especializados en frases muertas de esta generación de nativos digitales que ya asoman a la vida pública.
Los tuits y las entradas en la red social se consideran legalmente como publicaciones y con esa lógica se juzgaron las intervenciones de Zapata. Pero hagamos algunas precisiones. Antes de la red 2.0 las cosas eran más claras. La lengua hablada era comunicación presencial y directa, porque el emisor hablaba y al mismo tiempo el receptor oía e interpretaba. La lengua escrita era comunicación diferida como un contrato de Bárcenas. El emisor escribía algo y el lector lo leía después, en un momento sin determinar. Por eso era tan distinto hablar y escribir. Al hablar no tenemos en cuenta más contexto que el que hay justo en el momeno del habla, porque sabemos que lo están interpretando en directo. Al escribir poníamos más cuidado. El lector no estaba leyendo según escribíamos, no estaba allí viendo y oyendo lo mismo que nosotros. Sabíamos poco del contexto en que lo iba a leer. Las palabras escritas no se iban al éter como las habladas y por eso las frases eran más cuidadas y trataban de valerse mejor por sí mismas para hacerse entender en cualquier situación en que pudieran ser leídas. Todo era claro.
Los sms, los chats y las redes sociales lo confundieron todo. Ahora la escritura ya no es necesariamente comunicación diferida. Cuando chateamos o entramos en diálogos vivos en la red social, estamos en comunicación directa. A la vez que escribimos nos leen. No hay más contexto ni hay más interpretación que la que cabe en el momento justo en que escribimos el tuit, exactamente igual que con las palabras habladas. Pero las palabras habladas desaparecen limpiamente sin dejar rastro, como los vampiros cazados por Blade. En cambio, las palabras escritas en comunicación directa (no diferida), aun cuando sean tan de usar y tirar como las palabras habladas, son sucias y, como los humanos malos de Blade, dejan su cadáver en la red.
Las palabras dichas en comunicación presencial, habladas o escritas, como digo no tienen más interpretación que la que pueda establecerse para el momento justo de decirlas o escribirlas. Lo que queda en el disco de la red social es ya una momia, pura taxidermia, y ponerse a interpretar lo que dicen tiempo después, cuando el sujeto resulta que ya es concejal, es como hacer güija. Sacar las palabras de Zapata del Twitter pasado y hacerlas resonar en el contexto de la concejalía madrileña es una mala maña de ventrílocuo. Parece que las dijo el concejal, pero en realidad estamos oyendo la voz postiza que le pone el malicioso que anduvo buscando en la basura.
Esto no sería importante si no fuera porque enseguida lo normal será que estén en la vida pública individuos que desde los doce años llevan haciendo sus confidencias, sus humoradas gruesas de cacas y fantasías zafias y sus chácharas descuidadas en Fotolog, Tuenti, Twitter y lo que venga. Lo único nuevo es que las palabras no son vampiras y desaparecen limpiamente cuando ya están gastadas y no tienen más que decir, sino que dejan su cadáver en esos soportes. Muy pronto serán pocos los personajes públicos que no tengan cadáveres de frases suyas desparramados por un montón de discos y soportes, para que carroñeros ávidos de ganancia las hagan sonar. Tenemos que acostumbrarnos a escuchar ese tipo de palabras desenterradas como psicofonías de difunto y a mirar al carroñero como se mira siempre al que se complace en revolcarse en la mierda. No podemos permitirnos que estos basureros obtengan ganancia de tales artes, y que todo lo que todo el mundo dijo en público y privado y todo lo que todos dijimos hace años y ahora mismo sea parte de la vida pública y todo sea parte del presente. Por ese camino, nuestra vida pública acabará siendo como la Comala de Pedro Páramo, donde quedaban atrapadas las frases que habían dicho sus gentes ya muertas y las historias se seguían reproduciendo a jirones una y otra vez hasta hacer enloquecedor el presente de tanto pasado que cargaba encima.

A veces un juez obliga a olvidar una verdad relevante porque esa verdad se obtuvo de manera abusiva y se considera mayor el daño de permitir los abusos que el de prescindir de esa verdad. Tenemos que educarnos para aprender a ignorar lo que nos digan que dijo alguien, cuando el testimonio se obtuvo con prácticas de carroñero. Estaremos evitando interpretaciones torcidas de palabras muertas y estaremos inhibiendo que prospere ese oficio nefasto. No sé si se pudo evitar la dimisión de Zapata. Probablemente fuera necesaria su dimisión para permitirnos pensar con serenidad y darnos cuenta con calma de que no debería haber dimitido. La democracia está un poco peor después de esa renuncia.

sábado, 13 de junio de 2015

Mi voto, después de lo de Gijón

Esta columna se escribió el viernes por la mañana, cuando lo único seguro era que ocurriría cualquier cosa. A estas horas el temporal es que en Gijón gobernará la derecha casquista, en Oviedo la derecha del PP y que en el Principado la derecha de Ciudadanos será el soporte del PSOE. Mucha derecha siendo los que fueron los resultados electorales. Sería sorprendente que alguno de los tres actores de la izquierda asturiana esté a estas horas colgándose la medalla de la razón y el buen criterio. Hablemos de ellos.
Xixón Sí Puede. Cuando se presentó esta candidatura en las elecciones internas de Podemos Gijón, arrugué la cara. Mario Suárez me merecía muchas reticencias (políticas; no tengo el gusto de conocerlo). Me produjo desconfianza la presencia protagonista de Carnero y la evidencia de que CSI podía tener una presencia organizada y callada dentro de XSP. Y tuve también la sensación de que, con algunos elementos nuevos, la calderilla izquierdista extraparlamentaria gijonesa de guerras dispersas y lejanas se subía en plan surfista a la tabla arrolladora de Podemos para ver mundo. No sentí en XSP los aires generales de Podemos. El 15 M nunca había sido la guerra senil y tardía del coronel Aureliano Buendía. Y en buena medida así lo sigo sintiendo. Pero no creo que las reservas que muchos podamos tener con XSP expliquen los evidentes errores de este proceso. Por supuesto, en esta candidatura anidan los resortes muy bien explicados por Pablo Batalla y, más a zarpazos y pasándose de frenada, por Joaquín del Río. Pero pecan estos análisis de parciales. Ni todas las causas del desencuentro están en XSP ni en XSP hay sólo pasado.
XSP debe entender lo que debe entender cualquiera que aspire a una responsabilidad pública. Quien está en el poder debe sentir siempre dos pulsiones. No deben vencerle, pero debe sentir su tirón. Es la pulsión populista y la inversa, la pulsión ilustrada. El gobernante debe agradar, lo que haga tiene que ser bien recibido y comprendido por los administrados. Pero también debe ir por delante de ellos, pensar en lo que los demás no piensan y por momentos arriesgarse a no ser entendido. Si la actuación de XSP desorienta y desmoraliza a la izquierda de Gijón, es que las cosas no se hicieron bien. Algunas son muy evidentes. Si XSP piensa que el PSOE gijonés no es interlocutor posible, dígase desde el principio y manténgase una línea clara de actuación. Que sólo hacia el final se perciba el desencuentro multiplica la frustración. Por mucha autonomía que tengan las candidaturas avaladas por Podemos, tiene que haber unas líneas reconocibles. Si el problema para hablar con el PSOE es de principio, es complicado reclamar su apoyo en Oviedo. Y si no es posible trazar coherentemente una zanja entre el PSOE y Podemos que no culebree de un concejo a otro, pues que no se trace y las conversaciones se atengan a ello. La consulta ciudadana es un exceso más saludable que el búnker de los aparatos de los partidos, pero es un exceso. El resultado de esta consulta no va a ser un argumento político que la gente acepte, aunque cuando pase la tormenta creo que la iniciativa dejará posos saludables. XSP, y por extensión Podemos, tendrá muy difícil gestionar la frustración colectiva cuando en la investidura de Moriyón se agolpen los recuerdos de estos cuatro años: destemplanza, paletismo, falta de ideas, más toros y golf que dinamismo cultural, atonía y domingo por la tarde sin fin.
PSOE. Cuando se nos mete una pestaña en un ojo, es imposible ver ni pensar otra cosa que en la irritación y el lagrimeo producido. El día en que la derechona minoritaria coja el bastón de mando de Gijón el mundo se reducirá a esa irritación y no veremos otra cosa. XSP será la pestaña que muchos tengan en el ojo porque, al ser la última pieza del proceso, parecerá la única pieza. De hecho, en estas horas nadie está hablando del PSOE, sólo de XSP. Las negociaciones no se basan sólo en la afinidad a la que puedan llegar los programas y las intenciones. Se basan también en la confianza y en el crédito que cada parte inspire en la otra. No se entienda lo siguiente como una comparación, sino como una explicación. Si yo fuera un político del País Vasco, no podría pactar con Bildu. Puede que su programa y el mío se parecieran. Pero si no es capaz de llamar crimen a un disparo en la nuca de un señor que vende chucherías en un pueblo, no puedo ser su socio aunque con ello le dé el ayuntamiento a Rita Barberá.
Episodios de la gravedad del caso Villa, anclado en la mismísima sala de máquinas del PSOE, del escándalo del Musel o del caso Marea indican que el problema de corrupción en el PSOE asturiano es como el problema de corrupción de muchos otros sitios de un país que ya debe más de lo que produce en un año. La cuestión no son los casos de corrupción en sí. La cuestión es que ninguno de estos casos provocó movimientos visibles en el partido. No hubo agitación interna y petición de explicaciones y responsabilidades, no hubo reuniones nocturnas, no dimitió nadie, no cayó ninguna cabeza. Esto es una parte de la vieja política: la convivencia pacífica con la corrupción. No ocurrirá más que lo que hagan los jueces. ¿Son acaso depravados los militantes del PSOE, está el partido lleno de gente sin escrúpulos? La pregunta en sí misma ya es una memez. Ni los militantes ni la mayoría de los cargos o gestores del PSOE son corruptos. No es ese el corazón de la vieja política. Los militantes del PSOE son como yo. Si mi hijo o mi hija cometieran un grave delito, mi dolor no tendría orillas. Pero ese dolor sin forma sería aún mayor si los pillaran. Como siempre, sería mayor la atrición que la contrición. Los militantes del PSOE son como yo y como cualquiera, ángeles fieramente humanos. Les daña más que ciertas cosas salgan a la luz que el hecho de que ocurrieran. Se quejan con razón de la generalización injusta de señalar al partido como vieja política o espacio de corrupción. Pero sólo de eso. No se oyeron claras sus voces cuando sale lo de Villa y Javier Fernández no hace nada de nada (lo de echar a Villa a esas alturas ya es puro adorno), no le pidieron explicaciones ni urgieron reuniones. No es una crítica, es humana esa conducta. Este es el corazón de la vieja política: bastan unos pocos corruptos para que una estructura de gente noble sea como estructura corrupta. La cerrazón, opacidad y gestión permanente de intereses de partido crían una relación con el partido que tiende a la privacidad y a sentir los trapos sucios como propios y de familia. Es la estructura, no la gente.
El PSOE en Gijón tiene poco más de la mitad de votos que tuvo la última vez que gobernó y el número de votos que pierde en cada votación en la ciudad hay escribirlo con cinco cifras. Está cayendo y no puede confiar en sus propios apoyos para gobernar en ninguna parte. La fuerza con la que tendrá que entenderse es claramente Podemos, que justamente emergió contra esa vieja política de prácticas oligárquicas en la que tan fácilmente la perversión de unos pocos se hace estructural. Para entenderse con Podemos era obvio que tenía que dar señales de que Marea, Musel o Villa son ya indigeribles en el partido. Por mucho que se parezcan los programas no es fácil coaligarse con quien mantiene aquellas prácticas contra las cuales se cimentó el nuevo movimiento. El PSOE no hizo nada de lo que tenía que hacer para ser un socio fácil.
El PSOE sabe que el día D el mundo se reducirá a Moriyón cogiendo el bastón de mando y que según se acerca ese día momentáneamente nos olvidamos de lo demás. Entonces saca el traje de pana del armario y levanta el puño por la unidad de la izquierda concentrando toda la responsabilidad en XSP o quien caiga. Firma un manifiesto donde se lee: “creemos que estas elecciones y las próximas, nos presentan una oportunidad de construir mayorías de gobierno estables que se enfrenten a las políticas neoliberales impulsadas por el capital financiero, desencadenante y beneficiario de la crisis, desde diferentes focos de poder”. Como si no viéramos a Felipe González unos días de gran mafioso del Caribe con oscurísimos intereses y otros días de mandamás y guía espiritual del PSOE; como si no viéramos la actitud del PSOE con el TTIP y con las políticas neoliberales. El PSOE no puede seguir confiando en el chantaje de la intensidad emocional con que se viven aspectos muy limitados de la política los días clave de las votaciones.
IU. IU nunca condicionó seriamente las políticas del PSOE en Asturias. Siempre acabó siendo su chacha, el apoyo seguro cuando lo necesitaban a cambio de poca cosa. Y ahora también. No se entiende que antes de las elecciones se sintieran tan próximos a Podemos que quisieran una candidatura conjunta y después de las elecciones parezcan tener frío lejos del PSOE. Antes de las elecciones habían roto con Javier Fernández y después no quieren dar un paso sin él. La proximidad entre Podemos e IU es evidente, como dolorosamente ya debería saber esta última. En Asturias IU mantuvo un apoyo suficiente como para que haya un bloque real y perceptible de izquierda con Podemos. El empeño en no ir a ningún lado sin el PSOE sólo se puede entender por la inercia. Si hubieran dado pasos para hacer notar ese bloque, otro rumbo habrían tomado las cosas.
¿Qué hacer? La pregunta se refiere a lo que debe hacer uno mismo y a lo que uno quiere que hagan sus representantes. Respecto a lo primero, no creo que mis intenciones tengan más interés que la reflexión que sean capaces de suscitar.  Seguramente cualquier votante de IU estará de acuerdo en que esta formación fue un sainete en Gijón y un esperpento en el Principado. Y la votaron porque por encima de ciertas decepciones ven en IU un significado que se mantiene. Esta legislatura empezó con brutalidad, con recortes de sueldos, paro, eliminación de derechos y represión. Todo apuntaba a una nueva mayoría del PP, con un PSOE postrado, la calle en llamas y una separación nunca vista entre la clase política y los ciudadanos. Podemos sintonizó con los tiempos y por su acción el PP está abatido, tuvieron que inventar a Ciudadanos y el regeneracionismo es la reina de todas las negociaciones. Por encima de decepciones puntuales, el sentido de este movimiento se mantiene y mi apoyo electoral también.
Respecto a lo segundo, tengo en casa, como corresponde a mi edad, dos conductores novatos con la L. Sólo me permití un consejo: conduce por lo viene, no por lo que pasó. Si rozaste un coche que estaba aparcado, nada de qué hice qué habrá pasado. Si el coche está en marcha, sigue conduciendo hasta que puedas parar y no hagas más destrozos. Después del sábado hay que seguir conduciendo. La composición del ayuntamiento y del Principado es muy distinta a la anterior y nada tiene que seguir igual. Sigan conduciendo. El Girona fue capaz de ganar 0-3 después de su batacazo. Que no sean menos las izquierdas de nuesros dolores.

Eso sí, hoy estaremos todos con Rita Barberá: qué hostia … qué hostia …

domingo, 7 de junio de 2015

Nou Camp, el rugido de los símbolos

A los extremistas se les distingue sobre todo por la deformación que son capaces de hacer de quien no sea como ellos. A los casposos por la ceguera de sí mismos que manifiestan al hacer ostentación orgullosa y casi siempre ruidosa de sus severas limitaciones. Extremismo y caspa se derrocharon a raudales el otro día en la plaza de Colón en Madrid, en la esperpéntica y famélica manifestación contra Podemos. Igual que después de una comida grasa y pesada vienen hipos y dispepsias, era inevitable que el discurso indigesto de Esperanza Aguirre trajera regurgitaciones. Volveremos después a la plaza de Colón.
Como digo, los extremistas tienen certezas tan firmes que todos los que no sean ellos están fuera del sistema inhabilitados por alguna horrible perversión. Desde que Aznar le quitó a la derechona el complejo de ser derechona, el PP viene exhibiendo sin disimulo ribetes autoritarios y cada poco sitúa a sus adversarios fuera del sistema, de tan dotados de razón como están ellos. Es muy complicado y muy fatigoso sustentar con razonamientos lo irracional: que Zapatero sea un bastión de ETA o que Carmena sea una amenaza para la democracia occidental son delirios que requerirían argumentos demasiado complicados. Hay que recurrir a las emociones, que son más rápidas y no les incordia el pensamiento racional. Los autoritarios asocian los límites del sistema con sus propias ideas y asignan a esos límites una emoción compartida, pero haciéndola compulsiva hasta un extremo difícil de compartir desde fuera del fanatismo, de manera que queda uno fuera del sistema sin darse cuenta.
Con ETA vivimos escenas dignas de La vida de Brian. El Frente Popular de Judea le imponía a Brian para aceptar su ingreso la condición de odiar a los romanos. Él manifiesta su odio, pero a los frentistas no les parecía que odiase como Dios manda, había que odiar más. Tres veces tuvo que repetir su odio hasta poner el gesto lo bastante furioso para que el Frente viera un odio de ley. Todos deploramos la brutalidad de ETA, a todos nos conmovió y nos crispó cada muerte. Esa es la emoción compartida. Pero Aznar decretó que desde fuera del PP no condenábamos bien a ETA. No bastaba rechazar a ETA para estar dentro del sistema. Teníamos que acreditar compulsión fanática y ser un solo espíritu con Aznar. En caso contrario, un imperdonable baldón nos dejaba fuera del mundo civilizado: nada menos que tibieza o complicidad con el terrorismo. Cuánta nostalgia debe tener Esperanza Aguirre de aquellos tiempos. Ahora ella intenta agitar el espantajo de ETA para que Carmena sea una terrorista anti-sistema y la carcajada hace estremecer a toda la madre patria.
Los símbolos nacionales son otro elemento emocional agitado por la derecha sin complejos para dejar fuera del sistema y del país a todo el mundo. Por supuesto, a nuestro particular Frente Popular de Judea no le basta con nuestro apego al país y nuestro compromiso con él. Hay que darle a la emoción patria un grado de compulsión inalcanzable para quien no sea un patriotero de pandereta como ellos. Si no nos embelesa la bandera o Su Majestad, si no escuchamos el himno con arrobo patriótico, seremos expulsados del sistema por antiespañoles. Cómo no recordar cuando en Gijón se prohibió actuar a Albert Plá, allá por el Año Uno Antes del Carril Bici, por abominar de la patria que le había dado el ser. Y cómo se llenaba la boca el concejal de turno con lo del respeto, España, la nación y los contribuyentes.
Y el otro día de forma colectiva, organizada y premeditada se pitó al himno, a la bandera y a Su Majestad. Para qué quisieron más. Ya quieren poner del revés todo el derecho penal. La cuestión no es la conducta en sí de la pitada. Pitar a símbolos colectivos siempre ronda el mal gusto y más si los pitos vienen de otros patrioteros tragasímbolos, como sin duda era el caso de más de uno. La cuestión es que los que opinemos que no hay más cuestión que la libertad de expresión seremos antiespañoles y agentes erosivos del sistema a ojos de esos furiosos legisladores patrióticos. Regular por ley la conducta que se debe mantener en presencia de símbolos nacionales es una insensatez de esas que no se pueden razonar y hay que ahogar en emociones espurias. Tengo verdadera curiosidad por cómo definirá el “respecto debido” a los símbolos nacionales el bodrio legal que estarán perpetrando ahora mismo. Supongo que donde haya una bandera tendremos que asegurarnos de tener la bragueta subida y el botón de la camisa abrochado, no vayamos a incurrir en desacato.
En España tenemos un problema con los símbolos nacionales. La extrema derecha no se apropió de la bandera. Francamente, la bandera rojigualda nunca fue otra cosa. Como símbolo franquista la conocí y nunca fue algo más amplio que eso, como no sea en lo deportivo. El himno tarareado sin letra parece una broma. Y ya que hablan de respeto, ¿no escarneció el himno como ningún otro episodio la parida aquella de convocar un concurso de letras para el mismo, con su tribunal y sus dietas? La monarquía funcionó como símbolo nacional mal que bien durante unos años, hasta que Juan Carlos I perdió la compostura y la vergüenza, o nos dimos cuenta de ello, o dejamos de necesitarlo para controlar al ejército, o lo que fuera. Tenemos un problema con los símbolos. Pero si se consuma el desvarío de penalizar conductas sobre los símbolos, si empezamos a detener gente por ser maleducada con ellos, si señalamos con el dedo a quien no guarde el debido éxtasis y si seguimos prohibiendo a cantantes cantar porque digan de España lo que les dé la gana, no tengamos duda de que cada vez estarán más lejos de simbolizar al país y lo que nos une. Dicen que otros países penalizan esos comportamientos. Peor para ellos. Aquí nuestros símbolos no andan sobrados de simbolismo como para cargarles detenidos y rencores.

Lo que debe preocuparnos del Nou Camp no es la bajeza de pitar a unos símbolos colectivos que la buena crianza aconseja respetar. Lo que debe preocuparnos es el revuelo patriotero subsiguiente. La hipertrofia de estos estados emocionales no tienen otro desenlace que el odio, la convicción de que tu vecino o el partido que no te gusta o Cataluña entera son encarnaciones de Mefistófeles. Es el tipo de cosas que vimos en la plaza de Colón. La caspa, decía, es la ostentación orgullosa de las limitaciones, la exhibición impúdica de la ignorancia, la “brutal franqueza del castellano viejo” de la que se dolía Larra. Allí estaban los casposos extremistas vociferando odio, transidos de fe con los símbolos nacionales a cuestas. Creo que el primer análisis sintáctico que me mandaron hacer en mi vida fue el de la frase En el mundo suena lo más vacío. Era tercero de Primaria y todos pusimos como sujeto “mundo”. El maestro, después de llamarnos podencos y de dar un par de capones a los que tenía más a mano, nos explicó el sentido de la frase. Si golpeamos un bidón vacío y otro lleno, hace más ruido el vacío. Las personas, decía, son como los bidones, cuanto más vacías más ruidosas y más voceras. Allá los de los pitos con sus bravatas. Pero estos que vocean el nombre de España con los ojos desencajados, los que gritan con la bandera detrás como razón suprema y estos politicastros que van en desbandada a poner el código penal fuera de la democracia, no sólo acreditan su vaciedad personal. Vacían además aún más nuestros ya de por sí desnutridos símbolos.