viernes, 20 de marzo de 2015

Secciones bilingües: chapuza y cosmopaletismo en la enseñanza

Los españoles no sabemos inglés. Saltan las alarmas, las prisas, las opiniones sumarias de pescadería y las decisiones gubernamentales de brocha gorda. Abundan diagnósticos (que si el problema es que se doblan las películas, que si se dan mal las clases de inglés) y se suceden ataques agudos de noventayochismo (todos los días perdemos Cuba y Filipinas y a todo el mundo le duele España).
Lo primero es entender el volumen del problema. La gente no aprende en masa idiomas por la eficacia de su sistema educativo. Los ingleses no saben lenguas, los portugueses se defienden en español, pero no a la inversa, y los turcos del Gran Bazar de Estambul manejan un español de supervivencia, a pesar de ser una lengua tan endiablada para ellos como para nosotros el turco. En Islandia todo el mundo sabe inglés mientras que en Alemania no. Todo esto no tiene que ver con sistemas educativos ni doblajes de películas. Tiene que ver con la madre de todas las motivaciones que es la necesidad. Las lenguas son todas igualmente dignas y útiles, pero unas son más fuertes que otras.
Una lengua es fuerte por el número de hablantes y por la demanda que tenga. El danés es débil porque tiene pocos hablantes y porque hay poca gente que lo quiera aprender. El español es fuerte porque tiene muchos hablantes y es la segunda lengua más demandada del mundo. Quienes tienen por lengua materna una lengua débil y una economía fuerte o al menos apañada son los que siempre saben en masa otras lenguas, porque tienen recursos y sobre todo tienen necesidad. Por eso saben más inglés los holandeses que los franceses. Por eso en Cataluña, independiente o no, la gente siempre sabrá más lenguas que el catalán. El “problema” que tenemos en España es que hablamos una lengua de cuatrocientos millones de hablantes, que podemos terminar cualquier estudio superior sólo con materiales en español y que si le dan el premio Nobel a un egipcio lo tenemos traducido en la librería de al lado a la semana siguiente.
Necesitamos el inglés, pero nos separa de él la fortaleza de nuestra lengua. Así de gordo y paradójico es el problema y así de complejas y pacientes han de ser las soluciones. El problema no está en la enseñanza, pero la enseñanza puede ayudar. Así que se idearon las secciones bilingües, para que al menos una de las asignaturas, además del Inglés, se dé íntegramente en inglés. La idea está bien mientras nos mantengamos en el sentido común. El sentido común nos dice que para dar clase de Matemáticas en inglés: 1. hay que saber inglés, mucho inglés; 2. hay que saber dar clase de Matemáticas en inglés a quien no es angloparlante, que no es lo mismo que dar clase de Matemáticas; 3. quien recibe la clase de Matemáticas en inglés tiene que aprender tantas matemáticas como quien la recibe en español, luego tiene que ser un grupo especial en número de alumnos y en apoyo docente; y 4. la coordinación entre los profesores que den Matemáticas en inglés (en métodos, materiales y análisis) tiene que ser particularmente exigente.
Un país monolingüe hasta el tuétano no puede poner esto en marcha más que poco a poco y con cuidado, a partir de grupos piloto, hasta madurar el sistema y disponer de suficientes profesores que sepan inglés (nivel C1, sin bromas, no se trata de apañarse en la carnicería). Pero en Asturias tenemos ya de golpe secciones bilingües generalizadas en todos los centros y para todos. Si todo el mundo hace cada uno de enero la promesa de aprender inglés, no va a ser la Administración menos atolondrada que la población. Una generación de profesores monolingües se dispone a enseñar en bilingüe a las nuevas generaciones por orden de la Consejería. Desde que Alonso Quijano salió con su lanza y su armadura por tierras manchegas que no se sabía de mayor desvarío.
No hay profesores que sepan suficiente inglés para poner sección bilingüe en todas partes. No hay metodología madurada para que el uso del inglés no retrase el nivel de conocimientos. Como de rebatina se trata, en un mismo curso pueden ser distintas las asignaturas que se den en inglés, con lo que la coordinación ni está ni se la espera. El proceso parece diseñado a hachazos y planificado a bramidos. No parece que el objetivo sea que realmente la gente sepa más inglés. El objetivo parece más bien cubrir la realidad con palabrería como se cubre la porquería con una alfombra. Es decir, la chapuza, la indolencia y la apariencia cínica. Politiquería en vez de gestión.
Para solucionarlo, Esperanza Aguirre lleva desde hace tres años reclamando a Wert y Gomendio lo que Wert y Gomendio están deseando conceder: contratar a profesores nativos. A dedo, claro, que son liberales; y con menos salario y más horas de clase, que son gente reformista. De esta manera, se busca corregir la chapuza con el cosmopaletismo. El paleto es el que ve tan grande lo propio que le tapa todo lo demás y cree que la diferencia entre los bolos de Tineo y la NBA sólo es que los americanos venden mejor lo suyo. El cosmopaleto es el que cree que renegando de lo propio está ganando altura de miras y situándose en la globalidad, en el futuro o lo que sea que haya oído en la tele. Paleto y cosmopaleto coinciden en lo esencial: en vez de conocimiento, creen que la actitud hacia lo propio es lo que marca el nivel.
Así que ahora dice Wert que no tenemos profesores cualificados sin recurrir a nativos. No tenemos matemáticos cualificados, porque no saben inglés y porque eso es lo que cualifica a un matemático, el inglés. El mejor profesor de Matemáticas no es el que sepa más matemáticas, sino el que sepa inglés. Ahí está la cosmopaletada. Crean lo que crean las Aguirres, el primer objetivo de Matemáticas es aprender matemáticas y a mucha distancia poder hablar de ellas en inglés. Es valorable, por supuesto, que los profesores sepan inglés, pero que sea el inglés el elemento que los distinga y promocione (ya está ocurriendo en cierto modo) es una frivolidad de paleto.
Esperanza Aguirre dice, con su celebrado talento para lo obvio, que la UE garantiza el derecho de los profesores ingleses a trabajar en España. Nadie se lo impide ni se lo impidió nunca. Pero lo que quiere la Condesa es que puedan dar clase sin oposiciones ni concurso de interinos (a dedo). Lo que quiere es que el ser inglés y poder hablar de química en inglés sea un merecimiento tan excelso que no requiera sistema alguno de selección. El cosmopaleto no distingue el inglés del conocimiento y el método ( y ya sé que ella habla bien inglés; eso no le da luces). Lo de los salarios más bajos y lo que opina la millonaria Gomendio de los salarios de los profesores (un “desvío”) lo dejamos para otra ocasión. Como diría Pujol (en libertad sin cargos), hoy no toca.

El sistema educativo tiene muchas tareas pendientes. La de las lenguas es una de ellas. Los cosmopaletos están dispuestos a creer que mejorando en inglés ya mejoró el sistema. A los chapuceros les da igual si saben inglés o no los alumnos, mientras los papeles llamen bilingüe a lo que se haga en los centros, sea lo que sea. Ni una cosa ni otra. Los resultados en educación nunca son inmediatos y por tanto no son fáciles de hacer valer en los procesos electorales, que tienen otros tiempos y ritmos. La educación depende de un especial apego de los políticos al bien común y de una especial generosidad en la gestión pública. Justo lo que falta a mares en nuestra clase política, tan sobrada de mequetrefes.

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