domingo, 29 de marzo de 2015

Andalucía: elecciones, digestión y reflujo

En los encuentros donde hay que llegar a algún acuerdo y cada interlocutor tiene sus propios intereses, una de las habilidades dialécticas más ventajosas es la de saber dar fin a la reunión. A medida que avanza una reunión así, en distintos momentos van siendo distintas las posibilidades que parecen ganadoras. Los posibles desenlaces, lo que el Telediario llamaría distintos “escenarios”, se van sucediendo como un magma lento. Es cuestión de tiempo. Las posibilidades no dejan de desplazarse pesadamente de una a otra. Si cuando esté sobre la mesa la que nos es favorable somos capaces de hacer ver a los demás que la reunión termina ahí, saldrá el resultado que queríamos. Sólo hay que esperar y parar el proceso en el momento adecuado. Cosas curiosas del mundo real.
En Andalucía, como en el resto de España, la situación política no se está quieta, fluye y cambia de forma. Susana Díaz entendió que el PSOE estaba mal, pero que en todas las evoluciones posibles el PSOE sólo podía empeorar. El PP con un líder indemostrable y una gestión en Madrid indefendible ni estaba bien ni iba a mejorar, pero quién sabe. Podemos con el tiempo sólo podía hacerse más amenazante. IU en ningún caso iba a poder con el envión de Podemos y lo de Ciudadanos era cosa de la prensa y el PP, nada que tuviera que ver con ella. Así que como buena jugadora de reuniones entendió que ahí había que parar la legislatura, que el actual era el mejor “escenario” que se podía permitir.
Lo que hizo al convocar elecciones fue una maniobra. En política debemos entender que una maniobra es cualquier acción de cierto alcance que oculta sus verdaderos objetivos y que tiene que ver con la ocupación del poder más que con la gestión de los asuntos públicos. Las maniobras son necesarias porque una parte fea pero inevitable del ejercicio del poder es mantenerse en el poder y no se alcanza el poder sin maniobrar. El talento de los maniobreros es un talento necesario. Lo que no nos gusta de los maniobreros es que sólo sepan maniobrar. La gente que sólo sabe hacer eso tiende a gestiones abundantes en maniobras y pobres en actitud de servicio. Y una sobrecarga de maniobras es siempre un exceso de opacidad para el ciudadano corriente.
El talento maniobrero de Susana Díaz se le suponía. Ya se repitió y se seguirá recordando que es un típico ejemplo de militante de casta que no hizo nunca ningún trabajo más que el de ser militante. No de ser política. De ser militante. El talento que se educa en el caldo gordo de los aparatos de partidos es el de la maniobra. Y el adelanto electoral lo fue. La situación de Andalucía no es ahora más estable que antes, cuando tenía los mismos diputados y el apoyo desganado y gruñón de IU. Es cierto que no es concebible que todo lo que no es PSOE se fusione en una mayoría de gobierno. Pero sí es posible que, cada uno por sus motivos, se mezclen y sumen en una mayoría de bloqueo y que Susana Díaz se encuentre con más problemas para gobernar de los que tenía antes; y más si tenemos en cuenta que vienen más elecciones y que nadie quiere ir a ellas cargando con el mochuelo del PSOE andaluz y sus EREs.
Lo que consiguió Susana Díaz no es estabilidad. Le dio un zarpazo al PP y cogió con el paso cambiado a un Podemos que estaba en proceso de formación. Y además ganó peso, y de qué manera, dentro del PSOE nacional. Todos son objetivos no confesados y todos ajenos al bien común. Todo pura maniobra. En realidad el PSOE tuvo los resultados más bajos de su historia en unas autonómicas andaluzas. Más bajos que en las últimas elecciones, donde había tocado fondo. Pero así están las cosas. Bajar un poco por debajo del fondo cuando tu rival se despeña y la nueva fuerza amenazante “sólo” quintuplica sus resultados europeos es todo un éxito. Sin ironía. Es todo un éxito.
Tras años zambullidos en la nada, este es el tercer empujón anímico que tienen los socialistas. El primero fue la intervención de Pedro Sánchez en el debate sobre el Estado de la Nación. Llevaba tiempo el PSOE haciendo de marca blanca del PP para mantener la monarquía, la ortodoxia y el régimen. Y, en el colmo de la bobería, no parecían tener más energía que la que empleaban para hacer de oposición de Podemos. Sánchez en el Debate hizo lo único que pueda dar visibilidad al PSOE en los tiempos del cólera: subrayar sus desacuerdos con el PP y hacer oposición a quien gobierna, no al aliento que sentía en la nuca (¡y lo que se enfadó Rajoy por despertarlo de la siesta!). El segundo fue el nombramiento de Ángel Gabilondo como candidato por Madrid. El aplauso que sonó cuando citó a Kant no indicaba un ansia colectiva repentina por la crítica de la razón pura. Era puro alivio, el alivio por oler algo de inteligencia traída de fuera del aparatón entre tanto gañán endogámico. Y el tercero es esta foto favorable que consiguió Susana Díaz con su maniobra.
Podemos entra en el nuevo parlamento con fuerza, pero sin arrollar, lo que quizá decepcione a sus hinchas y aliente alguna bravuconada de los señalados como casta. Podemos todo este tiempo fue eficaz, entre otras cosas, en inyectar optimismo y certeza de victoria. Es el reverso de IU, que siempre olió a perdedora. El pedrusco de Cayo Lara dice que por pureza de principios. Por tal cosa se puede ser minoría eternamente. Pero ser irrelevante siempre sólo puede ocurrir por ineficacia. El dial de Podemos es delicado. La moral de victoria tan movilizadora es también lo que puede dar lugar a la decepción. La hinchada debe saber que los cambios políticos, como los cambios de peso, no son reales si son instantáneos.
En realidad las tendencias se mantienen y se siguen apuntando. Se dobló el número de votantes que ya no votan a PP ni PSOE, por lo que el desgaste del bipartidismo sigue su curso. Fuera o no la esperada, la entrada de Podemos es significativa y el impacto que pueden lograr desde las instituciones, y más en un feudo como el andaluz tan necesitado del regeneracionismo radical representado por Podemos, puede ser muy notable. Pero no olvidemos que Susana consiguió hacer una foto fija en lo que era un proceso y que la proyección del principio de Heisenberg a la comunicación pública dice que no se puede reflejar la realidad sin afectarla. No se puede saber ahora cuánto afectará a las próximas elecciones la maniobra de Susana Díaz.

Las posibilidades de un cambio político relevante en España no mejoraron. Pero tampoco parece que hayan retrocedido. El PSOE tiene la moral más alta (no hace tanto que los propios militantes sentían que el partido caminaba a su descomposición). Y el PP parece desnortado, de tanto Montoro escondido, tanta Esperanza como un hueso atravesado en la garganta y tanto olor por todas partes. El PSOE ya lanzó su arma principal. Veremos las réplicas.

viernes, 20 de marzo de 2015

Secciones bilingües: chapuza y cosmopaletismo en la enseñanza

Los españoles no sabemos inglés. Saltan las alarmas, las prisas, las opiniones sumarias de pescadería y las decisiones gubernamentales de brocha gorda. Abundan diagnósticos (que si el problema es que se doblan las películas, que si se dan mal las clases de inglés) y se suceden ataques agudos de noventayochismo (todos los días perdemos Cuba y Filipinas y a todo el mundo le duele España).
Lo primero es entender el volumen del problema. La gente no aprende en masa idiomas por la eficacia de su sistema educativo. Los ingleses no saben lenguas, los portugueses se defienden en español, pero no a la inversa, y los turcos del Gran Bazar de Estambul manejan un español de supervivencia, a pesar de ser una lengua tan endiablada para ellos como para nosotros el turco. En Islandia todo el mundo sabe inglés mientras que en Alemania no. Todo esto no tiene que ver con sistemas educativos ni doblajes de películas. Tiene que ver con la madre de todas las motivaciones que es la necesidad. Las lenguas son todas igualmente dignas y útiles, pero unas son más fuertes que otras.
Una lengua es fuerte por el número de hablantes y por la demanda que tenga. El danés es débil porque tiene pocos hablantes y porque hay poca gente que lo quiera aprender. El español es fuerte porque tiene muchos hablantes y es la segunda lengua más demandada del mundo. Quienes tienen por lengua materna una lengua débil y una economía fuerte o al menos apañada son los que siempre saben en masa otras lenguas, porque tienen recursos y sobre todo tienen necesidad. Por eso saben más inglés los holandeses que los franceses. Por eso en Cataluña, independiente o no, la gente siempre sabrá más lenguas que el catalán. El “problema” que tenemos en España es que hablamos una lengua de cuatrocientos millones de hablantes, que podemos terminar cualquier estudio superior sólo con materiales en español y que si le dan el premio Nobel a un egipcio lo tenemos traducido en la librería de al lado a la semana siguiente.
Necesitamos el inglés, pero nos separa de él la fortaleza de nuestra lengua. Así de gordo y paradójico es el problema y así de complejas y pacientes han de ser las soluciones. El problema no está en la enseñanza, pero la enseñanza puede ayudar. Así que se idearon las secciones bilingües, para que al menos una de las asignaturas, además del Inglés, se dé íntegramente en inglés. La idea está bien mientras nos mantengamos en el sentido común. El sentido común nos dice que para dar clase de Matemáticas en inglés: 1. hay que saber inglés, mucho inglés; 2. hay que saber dar clase de Matemáticas en inglés a quien no es angloparlante, que no es lo mismo que dar clase de Matemáticas; 3. quien recibe la clase de Matemáticas en inglés tiene que aprender tantas matemáticas como quien la recibe en español, luego tiene que ser un grupo especial en número de alumnos y en apoyo docente; y 4. la coordinación entre los profesores que den Matemáticas en inglés (en métodos, materiales y análisis) tiene que ser particularmente exigente.
Un país monolingüe hasta el tuétano no puede poner esto en marcha más que poco a poco y con cuidado, a partir de grupos piloto, hasta madurar el sistema y disponer de suficientes profesores que sepan inglés (nivel C1, sin bromas, no se trata de apañarse en la carnicería). Pero en Asturias tenemos ya de golpe secciones bilingües generalizadas en todos los centros y para todos. Si todo el mundo hace cada uno de enero la promesa de aprender inglés, no va a ser la Administración menos atolondrada que la población. Una generación de profesores monolingües se dispone a enseñar en bilingüe a las nuevas generaciones por orden de la Consejería. Desde que Alonso Quijano salió con su lanza y su armadura por tierras manchegas que no se sabía de mayor desvarío.
No hay profesores que sepan suficiente inglés para poner sección bilingüe en todas partes. No hay metodología madurada para que el uso del inglés no retrase el nivel de conocimientos. Como de rebatina se trata, en un mismo curso pueden ser distintas las asignaturas que se den en inglés, con lo que la coordinación ni está ni se la espera. El proceso parece diseñado a hachazos y planificado a bramidos. No parece que el objetivo sea que realmente la gente sepa más inglés. El objetivo parece más bien cubrir la realidad con palabrería como se cubre la porquería con una alfombra. Es decir, la chapuza, la indolencia y la apariencia cínica. Politiquería en vez de gestión.
Para solucionarlo, Esperanza Aguirre lleva desde hace tres años reclamando a Wert y Gomendio lo que Wert y Gomendio están deseando conceder: contratar a profesores nativos. A dedo, claro, que son liberales; y con menos salario y más horas de clase, que son gente reformista. De esta manera, se busca corregir la chapuza con el cosmopaletismo. El paleto es el que ve tan grande lo propio que le tapa todo lo demás y cree que la diferencia entre los bolos de Tineo y la NBA sólo es que los americanos venden mejor lo suyo. El cosmopaleto es el que cree que renegando de lo propio está ganando altura de miras y situándose en la globalidad, en el futuro o lo que sea que haya oído en la tele. Paleto y cosmopaleto coinciden en lo esencial: en vez de conocimiento, creen que la actitud hacia lo propio es lo que marca el nivel.
Así que ahora dice Wert que no tenemos profesores cualificados sin recurrir a nativos. No tenemos matemáticos cualificados, porque no saben inglés y porque eso es lo que cualifica a un matemático, el inglés. El mejor profesor de Matemáticas no es el que sepa más matemáticas, sino el que sepa inglés. Ahí está la cosmopaletada. Crean lo que crean las Aguirres, el primer objetivo de Matemáticas es aprender matemáticas y a mucha distancia poder hablar de ellas en inglés. Es valorable, por supuesto, que los profesores sepan inglés, pero que sea el inglés el elemento que los distinga y promocione (ya está ocurriendo en cierto modo) es una frivolidad de paleto.
Esperanza Aguirre dice, con su celebrado talento para lo obvio, que la UE garantiza el derecho de los profesores ingleses a trabajar en España. Nadie se lo impide ni se lo impidió nunca. Pero lo que quiere la Condesa es que puedan dar clase sin oposiciones ni concurso de interinos (a dedo). Lo que quiere es que el ser inglés y poder hablar de química en inglés sea un merecimiento tan excelso que no requiera sistema alguno de selección. El cosmopaleto no distingue el inglés del conocimiento y el método ( y ya sé que ella habla bien inglés; eso no le da luces). Lo de los salarios más bajos y lo que opina la millonaria Gomendio de los salarios de los profesores (un “desvío”) lo dejamos para otra ocasión. Como diría Pujol (en libertad sin cargos), hoy no toca.

El sistema educativo tiene muchas tareas pendientes. La de las lenguas es una de ellas. Los cosmopaletos están dispuestos a creer que mejorando en inglés ya mejoró el sistema. A los chapuceros les da igual si saben inglés o no los alumnos, mientras los papeles llamen bilingüe a lo que se haga en los centros, sea lo que sea. Ni una cosa ni otra. Los resultados en educación nunca son inmediatos y por tanto no son fáciles de hacer valer en los procesos electorales, que tienen otros tiempos y ritmos. La educación depende de un especial apego de los políticos al bien común y de una especial generosidad en la gestión pública. Justo lo que falta a mares en nuestra clase política, tan sobrada de mequetrefes.

viernes, 13 de marzo de 2015

Asturias inmortal

 “Esta Ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz.” (J.L. Borges, El inmortal).
Ser inmortal es más complicado de lo que parece. A simple vista parece que la cosa consiste en no morir e ir tirando mientras se amontonan los años y las centurias. Pero no es tan fácil. Los inmortales imaginados por Borges sabían que eran inmortales, que el tiempo que les era dado era infinito y así cualquier lapso de tiempo, sean minutos o décadas, era para ellos banal e insignificante. Era inconcebible que tuvieran prisa o un mero impulso por acabar algo iniciado o por iniciarlo siquiera. La inmortalidad les llevó a una indolencia inconcebible para quienes nos sabemos temporales. Uno de ellos cayó en un pozo y estuvo setenta años abrasándose de sed antes de que alguien le ayudara a salir. Él tenía toda la eternidad para olvidar aquel tormento y a los demás le daba igual tirarle una cuerda en minutos o en años. Por lo mismo, porque para todo había tiempo sin fin, toda obra iniciada se dilataba caprichosamente, se interrumpía por tiempo indefinido y hasta se olvidaba de cuál había sido el propósito de iniciarla. La ciudad de los inmortales era una pesadilla: largos corredores sin salida y sin sentido, ventanas perdidas a alturas inalcanzables, escaleras que morían en medio de paredes y no conducían a ningún sitio y otras enloquecidas con los peldaños mirando hacia abajo, edificios sin puertas ni ventanas con sólo paredes impenetrables.
Cualquiera que mire Asturias sin fijarse bien dará por sentado que aquí somos inmortales. Las obras públicas que se empiezan se dilatan y se distraen con la mansedumbre y la indolencia con que se iniciaban y se extraviaban las obras en la ciudad de los inmortales. La variante de Pajares es digna de una civilización donde igual se puede tener a un sujeto abrasándose de sed durante setenta años que se puede mantener a una comunidad entera aislada y remota por varias generaciones antes de que alguien eche agua al sediento o mueva una piedra para hacer un túnel. La última piedra de la autovía del Este tardó tanto que con ella las autoridades inauguraron una nueva autovía, de olvidados que estaban de que era una obra sin cerrar por décadas. En Gijón los trenes serpentean enloquecidos sin llegar a encontrarse nunca porque, para un tiempo infinito, cualquier lapso que se destine a hacer de una vez su nudo ferroviario es baladí.
A veces, de tanto demorarse, olvidan el propósito de las cosas. Por eso, en vez de escaleras que conducen a paredes macizas sin puertas, se pueden encontrar túneles del metrotrén abandonados, que llagan las entrañas de Gijón como la acidez de una mala digestión, tan perturbadores como cualquier demencia de una ciudad de inmortales. Y es que la inmortalidad va asociada a la desmemoria, porque la antigüedad y demasía de las vivencias hacen inciertos los recuerdos. Así Fernández Villa llegó a ser el primero entre los inmortales, aquel tan colmado de acontecimiento vividos que sus recuerdos cayeron en el desarreglo y que ya no recuerda más explicación para su fortuna que la magia o el portento. Los inmortales de Borges, a base de acumular desdén e indiferencia, llegaron a olvidar el lenguaje y por eso Villa, el que hizo y deshizo, el que dictó listas y rugió ceses, ahora, primero entre los inmortales, está mudo y como en trance.
Los inmortales, perdido el lenguaje y seguramente el juicio y no necesitados de subsistencia porque eran inmortales, degeneraron en trogloditas incapaces de discernimiento. Aquí no somos trogloditas, pero se nos va de la región el talento y la cualificación como si fuéramos una esponja que alguien estuviera escurriendo para sacar de aquí todo lo que pueda ser de valor. Mientras, la población envejece y la vida parece marcharse como lágrimas.
La dilatación de los tiempos y el olvido de propósitos hace que la misma cosa se proyecte muchas veces mientras se hace, como si se estuviera empezando a hacer cada vez, hasta que lo que se hace es un zurcido que no era el proyecto de nadie y era el presupuesto de muchos. Quién entenderá algún día el gasto de El Musel. El Musel nos traerá con el tiempo a otros inmortales desmemoriados con fortunas inexplicables y degeneraciones neurológicas que los harán mudos.
Por todas partes se ve el absurdo de organización y movimiento sin objetivo reconocible: campos aprovechables abandonados, primero de la atención del Gobierno, y luego, qué remedio, de la gente que los habitaba; administraciones tan olvidadas de su función inicial que van siendo vaciadas de profesores y médicos y sobrecargadas de puestos partidarios y entes de todo pelaje tan parásitos e incomprensibles como una ventana inalcanzable y sin vistas. En vez de escaleras y corredores que no llevan a ninguna parte, Asturias parece un espacio al que no se llega desde ninguna parte, con líneas aéreas en fuga, variantes ferroviarias en el olvido y autovías en ejecución apática.

Villa sólo es el inmortal que más sobresale. En esta tierra abundamos en desmemoria. El PSOE puede presentarse en todas las elecciones como nuevo en Asturias y Álvarez Cascos como nuevo en política. La propia desmesura de la situación la hace áspera al entendimiento y neblinosa al recuerdo y por eso esta especie de resignación tan paciente y obstinada como el orbayu. “Qué risa, qué pena, qué Asturias tan cómica, tan trágica, tan llena de buenos vasallos si hubiera buenos señores, tan estafada, tan ignorada, tan cansada y envejecida, tan harta […]”, escribía estos días el imprescindible Jaime Poncela en Atlántica XXII. Las señales de inmortalidad son tan tenaces que merecen ser anunciadas al viajero en los carteles de entrada con el inolvidable saludo del comandante Spock: “larga vida y prosperidad”.

sábado, 7 de marzo de 2015

La transición momificada se hace régimen

Las radiales de Madrid vuelven a ser noticia y síntoma. El grandonismo de Arias Salgado y Álvarez Cascos (qué biografía de alaridos y desastres la de este hombre) acabó en ruina y el Gobierno rescata a las empresas concesionarias (para estas sí hubo quita), que para eso estamos todos. Ana Pastor repitió que el rescate no costaría ni un céntimo al contribuyente con el mismo desparpajo con el que Rajoy dice que ya no hay crisis o Esperanza Aguirre dice con sobresalto que sus nombrados le salen rana. Claro que costará. Pero ahora además resulta que tasaron mal las expropiaciones y que el Estado tiene que pagar miles de millones más de los previstos. Total, la broma nos va a salir por 4.500 millones de euros. Como digo, para eso estamos, para pagar las pensiones millonarias de quienes hundieron las cajas y para pagar proyectos faraónicos de ministros lelos que no saben contar ni encontrarse el culo usando las dos manos.
Estos miles de millones de euros subirán el déficit de este año por encima de lo permitido por Europa. Se supera el déficit porque la deuda no dejó de crecer en estos años de escarnio y sólo necesitamos un empujón como el de las expropiaciones de las radiales para salirnos de las gráficas. No hace falta que gane Podemos para que las cuentas públicas estén hechas un Cristo mientras la población pierde el resuello de tanto ayudar a Rajoy (¿qué podría hacernos Podemos peor que todo esto? ¿Preñarnos? ¿Dejarnos sin gambas y jamoncito, como decía el futbolista y gran analista Joaquín?).
Será gracioso ver a de Guindos y a Rajoy por Europa cuando nos impongan más recortes por incumplimiento del déficit. En el asunto griego anduvieron al rabo de Merkel, como esos canijos que en los recreos vociferan parapetándose tras algún matón, porque antes nos dejan ellos sin gambas y jamoncito que permiten que Grecia dé alguna razón a Podemos. ¿Qué dirán cuando se presenten con el déficit desmadrado y Merkel los trate como a canijos y les dé la lista de nuevos recortes? ¿Llorará Soraya por la educación y la sanidad? Lo que es seguro es que Ana Pastor no pagará por mentir con desvergüenza y que a nadie se le pedirán cuentas por este nuevo desfalco al país.
Susana Díaz, para que estas cosas no ocurran, va a crear una Oficina Anticorrupción. Así es como se combate la corrupción y el despilfarro, con oficinas anticorrupción, leyes de buen gobierno y portales de transparencia. No con transparencia, honestidad y buenas prácticas. Nada de conductas, sólo oficinas, leyes y portales, que además se llenarán de militantes a nuestro cargo. Y siempre mirando hacia el futuro, nunca al pasado. Susana dice, como amenazando, que la Oficina es para que los que pretendan aprovecharsese lo piensen. Lo dice por los ladrones del futuro, los que no existen. No dice amenazante que con la Oficina se van a cagar los canallas de los EREs y de otras tropelías. La Oficina no trata con sujetos reales que ya existan. Lo mismo hace Rajoy con el caso Bárcenas. Tomará medidas pero también para que no vuelva a ocurrir algo así en el futuro. Siempre mirando al futuro y haciendo borrón y cuenta nueva en el presente.
Lo que nos muestra tenazmente la actualidad es que el derrumbe del Estado y las condiciones de vida de la población no modificó absolutamente nada las maneras de los gobernantes y los partidos con poder. La deuda sigue creciendo, porque no es la media hora del bocadillo de los funcionarios ni las prestaciones a los parados lo que la provoca. Y la corrupción y malas prácticas siguen creciendo porque no funcionan las instituciones de control ni los órganos reguladores, que están todos parasitados por los aparatos de los partidos. No hay cambios así se caiga el país a cachos por la esclerosis de ciertas prácticas que vienen de la transición.
No se trata de si la transición fue buena o mala, sino de comprender que ya pasó tanto tiempo desde la muerte del dictador como el que duró la dictadura y que lo que es aceptable de manera transitoria (eso es la transición, una situación transitoria) es dañino si se fosiliza. Esto afecta al menos a tres prácticas y conductas de la vida pública actual.
La primera es la manera perversa en que los aparatos de los partidos colonizan las instituciones y se constituyen en una verdadera oligarquía. Felipe González El Colombiano recordaba en un artículo que la democracia no funciona sin partidos y que en su arranque era lógico tomar medidas para que los partidos que tuvieran la confianza de la gente se fortalecieran y no fueran estructuras volátiles. A la endogamia de los partidos (y a cosas peores que él no dice por razones obvias) se llega por hacer permanentes las medidas de transición que concentraban recursos y poder en los partidos. Ahora, dice El Colombiano, es el momento de ir hacia listas abiertas para que tengan menos peso los aparatos y más la gente. Felipe González, quién lo iba a decir.
La segunda práctica es el supuesto pragmatismo de ignorar las responsabilidades. Puede que la construcción de la democracia requiriera pinzas en la nariz y mirar para adelante más que ajustar cuentas hacia el pasado. El problema es que educamos esa actitud y cuarenta años después seguimos mirando para adelante mientras se suceden los desmanes sin que ajustemos nunca cuentas políticas en serio. La única maldad erradicada de las prácticas de gobierno fue la del terrorismo de Estado. Y fue así por mirar hacia atrás y encarcelar a un ministro y un secretario de Estado, entre otros. Esta tolerancia con la impunidad, esta actitud de no enredar, es una conducta educada en la transición que se mantuvo rígida cuando ya no había transición.
Y la tercera práctica es mantener un miedo que tenía su fundamento en la transición por la evidente amenaza militar. De nuevo nos acostumbramos a asustarnos y a temer que todo se venga abajo. No se trata de que mucha gente pensaría que hoy es arriesgado investigar a Juan Carlos I (¿por qué?). Es que ya se puede oír que mejor no tirar de la manta con el caso Villa porque se viene abajo toda Asturias. Como digo, es una actitud temerosa educada en la transición que se coaguló y que sigue en la vida pública.
En sentido amplio, todo sistema político es un régimen. Pero en sentido estricto, solemos hablar de régimen cuando el sistema político es un corsé que no es capaz de mantenerse integrando el ejercicio libre de una pluralidad democrática. Un sistema político así sólo puede mantenerse excluyendo actitudes democráticas normales. Sucede esto con las dictaduras, pero también con democracias viciadas. Hay ahora una fuerza emergente, Podemos, que puede ser combatida política y dialécticamente de muchas maneras. Pero lo negativo, lo que debe resultar llamativo para cualquier demócrata por alérgico que sea a las coletas, es que sean percibidos como antisistema.

Es negativo porque en cierto modo sí son antisistema siendo un partido democrático, es decir, porque nuestro sistema no puede integrar cierto activismo democrático. O para hablar más claro, porque efectivamente lo que tenemos es un régimen en sentido estricto. El régimen del 78 no es régimen porque se hicieran cosas malas en la transición. La transición se hizo régimen a base de momificarse y hacer permanente lo transitorio. Y para recordárnoslo están ahí las radiales y Susana Díaz haciendo fuegos artificiales de campaña con oficinas anticorrupción desde la cueva de Alí Babá.