sábado, 28 de febrero de 2015

El máster de Aznar y los grados de Wert

Aznar dijo, cuando era Presidente, que iba a sacar a España del rincón de la historia. Lo decía por la guerra de Irak y porque así es como se sale del rincón de la historia, organizando guerras en desiertos remotos y montañas lejanas. Así que cuando Aznar se mira al espejo no ve sólo la Razón, como creen muchos. Ve también la Historia. Y si tiene a mano su agenda de amigotes, además de eso ve el Mundo. Si el monte romano Aventino pudo ser, en palabras de Quevedo, “tumba de sí propio”, por qué no habría de ser Aznar un máster de sí propio, un máster en que se aúnen la Razón, la Historia y el Mundo. Porque eso es el máster de Aznar de 18000 €, el máster en Liderazgo, Gobierno y Gestión Pública y ese es el plantel de consejeros. Es el “pensamiento” de Aznar parcelado en asignaturas y la agenda de Aznar convertida en consejo académico.
El pensamiento de Aznar no da mucho de sí (“confunden el pensamiento con el castañeo de sus meninges averiadas”, decía un personaje de Mateo Díez). Lo que se encapsula en asignaturas es la ideología de la gente como Aznar. Y lo de los consejeros va por barrios. La Directora de la Real Academia de la Historia es la Directora de la Real Academia de la Historia. Y Abel Matutes pues es Abel Matutes.
Pero en este máster hay poder y dinero. Y con el poder y el dinero se le da envoltorio de exclusividad. Lo que se hace en másteres así es sobre todo relacionarse con la gente que manda y conocer el paño. No se alcanza necesariamente más excelencia científica y académica juntando poder. Pero este máster tiene un gran valor, que es que llega en el momento adecuado.
Wert y Gomendio no quieren grados de tres años y másteres de dos porque haya que homologarse con Europa. En Europa hay ejemplos de todos los modelos. Y ya estamos homologados. Ni siquiera Wert busca tortas con todo el mundo porque sí. Sencillamente es un recorte más y sencillamente es un paso más para que la enseñanza superior sea cada vez más cara y haya menos gente estudiando.
Ya se está diciendo suficientemente que bajar los grados a tres años degrada el valor de la titulación. Teniendo en cuenta que hasta hace poco los títulos universitarios eran de cinco años, es una broma que Gomendio diga que no tiene por qué aprenderse menos en tres años, un broma de esas de ricos (ella es especialista en primates, además de rica; a lo mejor es que de tanto tratar con primates y de tanto mirarnos desde la distancia de los ricos ya nos confunde). Ya se está insistiendo convenientemente en que al desplazar el peso de la cualificación al máster los estudios universitarios que lleven a alguna parte serán más caros. Y también se está diciendo oportunamente que las universidades pequeñas o de autonomías pequeñas tienen poco margen para organizar másteres, por lo que muchas de sus facultades quedarán convertidas en colegios universitarios de iniciación.
En cada sitio una misma estructura tiene un sentido y efecto diferente. En Australia la flora está adaptada a los fenómenos alostéricos que producen los eucaliptos y hay fauna que se alimenta de ellos. Pero aquí en Asturias no hay una cosa ni otra y los eucaliptos dañan la biodiversidad y el suelo. Así son las cosas, lo que en Australia va bien aquí hace daño. Hay muchos países con grados de tres años y másteres de dos. Pero en España ahora mismo ese sistema es como los eucaliptos australianos: daña la igualdad de oportunidades, porque encarece los estudios, y reseca la fertilidad de los sitios medios y pequeños. Como digo, todo esto se está repitiendo y hasta hubo una huelga por ello. Pero hay algo más en lo que no se está reparando.
Volvamos a Aznar hecho máster y enlacemos con los grados Wert-Gomendio. Los grados son titulaciones bien estructuradas y con puntos de partida y llegada bien establecidos. Parten de un suelo conocido que es el Bachillerato y tienen unas competencias y exigencias perfectamente reconocibles. Sabemos bien lo que es un graduado o graduada en Química. No se puede poner así por las buenas un grado en Química a base de conferencias y excursiones, porque son muy explícitos los contenidos, competencias y exigencias de esa titulación. La formación y competencias asociadas con los grados tienen un valor y una proyección más o menos estable. Los saberes de grado son estructurales en la actividad y oficios de la sociedad. Cuando no es así, es que las universidades abusaron de su autonomía y torcieron el sentido de este nivel de estudios.
En los másteres la jungla es más revuelta. En un extremo, hay másteres oficiales con requisitos de estructura, objetivos y competencias tan estrictos como los de los grados. Pero su propia especificidad produce un cierto efecto de vapor y desorientación. Hay másteres oficiales en cristalografía, en recursos fitogenéticos o en identidad europea medieval. Los másteres no oficiales (hay másteres caros y másteres más caros; los no oficiales son los más caros) añaden mucha más variedad y también volatilidad. Los másteres no oficiales pueden tener ediciones limitadas en el tiempo y, como no forman parte de la enseñanza reglada, pueden tener credenciales de excelencia o no tener más elementos de control que el mercado.
Todo son másteres y todo es consumido como máster en el mercado de trabajo. Pero hay una evidente gradación de másteres, oficiales o no, seriamente especializados y académicos a másteres muy exclusivos que son sobre todo ecosistemas de relaciones e influencias, con excelencia académica o sin ella. Ahora mismo degradar el peso académico de los grados introduce desorden. Un tipo de desorden muy querido por las elites económicas. El desorden en el que se cierran con facilidad cotos y privilegios.
Conviene que la parte más estructurada y mejor controlada de la enseñanza superior, los grados, siga siendo depositaria de una cualificación con valor real en la sociedad. Si los grados pierden de facto valor intrínseco y pasan a ser sólo pasarelas para los másteres, no sólo habremos puesto el valor de la formación superior a un precio más alto y habremos reducido a unos pocos sitios los centros donde estudiar lo que interesa. Aquí y ahora, habremos desregulado en gran medida la enseñanza superior. Ese tipo de desregulación tan querido por las elites económicas.

Por eso el máster de Aznar, valga la redundancia, llega en buen momento. Es un buen máster para que entendamos que los eucaliptos fuera de su ecosistema y los grados de chichinabo a destiempo con másteres desregulados sólo secan y empobrecen. Y es que Aznar no se cansa de hacer el bien a su patria.

domingo, 22 de febrero de 2015

Rajoy, la justicia y la patria

 “Lo que más digo. Conviene que uno no entre nunca en medio de personas muy diferentes de uno. Aunque maldad propia no tengan, tienen una herida cerrada en la costumbre de sí. Usted es de los externos. En lo sutil sufre usted peligros.”
(J. Guimarães Rosa, Gran Sertón. Veredas.)
En una de las memorables escenas de El Padrino, tras presionar a D. Corleone, Barzini le aclara que le pagarían los servicios exigidos, porque, y sonríe, “después de todo, no somos comunistas”. Todos rieron y el espectador también. No era para menos. Quién se imagina a aquellos capos sin más ley que el dinero y el crimen con Marx y Lenin bajo el brazo. Pues con esto de la deuda griega Rajoy y de Guindos parece que quiere hacer esa síntesis tan graciosa de poderoso matón y comunista. Fuera de España le gruñen a Grecia la letanía que repetía otro mafioso ilustre, el Henry Hill de Scorsese, a los pequeños propietarios que se ahogaban en deudas y gastos: te jodes y pagas. Así va Rajoy con su recadero por Europa, más Merkel que nadie, haciéndose el poderoso que no perdona deudas. En España, al hablar de la deuda griega se ponen casi comunistas y se conmueven más que nadie por los pensionistas y los parados y cuánto necesitan los veintiséis mil millones que nos quiere sisar Tsipras. Les falta poco para poner el puño en alto.
Hay margen en las medidas que se pueden aplicar en Grecia. La mayoría de los economistas y de los estadistas europeos convienen en que hay margen para las tres únicas cosas que pide Grecia ahora mismo, después de haber cedido ya en todo: no bajar más las pensiones, no subir más el IVA y parar los desahucios. La inflexibilidad de Schäuble (socialdemócrata, no lo olvidemos) no se explica por razones económicas. Hay antipatía personal entre él y Varufakis. Hay también interés en apagar cualquier impulso que pueda anidar en cualquier país de rebelión contra las reglas que ahora rigen en Europa. Y hay ánimo de escarmiento y victoria. Hay algo de matonismo en este zarandeo innecesario a este piojo del sur que hasta se atrevió a mentar la Segunda Guerra Mundial.
Sobre Grecia se están discutiendo asuntos relevantes de nuestro futuro. El problema de la deuda sobresale en España. Tras empobrecer a la población, en 2014 alcanzamos una nueva cima de endeudamiento. Hay injusticia en la génesis de la deuda, por la responsabilidad que tienen también los bancos europeos. Hay injusticia en las maniobras especulativas que afectan a los intereses con que hay que devolverla. Hay injusticia en que sigan rampantes paraísos fiscales en plena Europa y en plena UE, que dificultan el pago de la deuda por la evasión fiscal. Y hay injusticia en ese rigor de las medidas presupuestarias que es ya rigor mortis para personas inocentes.
Pero Rajoy y de Guindos, Laurel y Hardy, van detrás de Alemania como patéticos pistoleros sin pistolas, balbuciendo bravatas contra la endeudada Grecia y luciendo estupidez. Defienden como bobos el tipo de medidas que ahogará más a la población española. España lleva gastados algo más de seis mil millones de euros en la deuda griega y le toca avalar otros veinte mil millones. El Gobierno miente con desvergüenza al decir que llevamos gastados veintiseis mil millones.
Decía Marvin Harris que la movilización eficaz de las acciones colectivas dependían de la aceptación de credos compulsivos. En la India hambrienta de los 60 lo obvio sería comerse a las vacas, pero, según los análisis de Harris, si hubiera bajado sensiblemente el número de vacas, se hubiera colapsado la economía india. Si el hacer lo correcto, que es no comer vacas aunque haya hambre, dependiera de que la población entendiera racionalmente el problema, podemos dar por hecho que la economía india se habría colapsado. Por eso dice que Harris que la conducta colectiva eficaz sólo tiene lugar cuando está gobernada por un mecanismo compulsivo irracional: al ser sagradas y ser un tabú religioso, nadie las tocará.
La eficacia de una agrupación como es la nación (o el estado o lo que sea) se basa en esto, en un altruismo interno compulsivo e irracional. Aunque no hayamos estado nunca en Huelva ni conozcamos a ningún onubense, si hubiera allí una catástrofe, nos movilizaríamos mucho más de lo que lo hacemos por cualquier desastre mayor que haya en África. El sentimiento nacional nos tiene siempre en el alero: es necesaria esa movilización grupal compulsiva para ser eficaces y sobrevivir; y a la vez, por su carácter irracional, fácilmente da lugar a la hostilidad hacia los ajenos al grupo, a “los otros”, como nos recuerda Riobaldo, el inolvidable yagunzo de Guimãraes Rosa.
Por el interés nacional desarrollamos las conductas colectivas más vigorosas, organizadas y altruistas. Y por la patria también la gente normal fue capaz de los peores contrabandos. Está en nuestra naturaleza que, de los egoísmos de que son capaces los gobernantes, el que más nos conmueva sea el que va directamente contra los intereses nacionales. Para nuestro Gobierno el fracaso de Grecia es una prioridad. Y tienen dos motivos evidentes. Uno es la propaganda de su gestión:  si Grecia consigue el alivio que todo el mundo cree posible, no sólo quedarán en evidencia los anteriores gobiernos griegos, sino también el de Rajoy. Y otro, cómo no, la propaganda contra Podemos: una parte del crédito de Podemos se juega en el éxito de Syriza. Y todo a costa de los propios intereses de España.

Es tal la cantidad y calidad de la infamia con que se está tratando a Grecia, que debería ser esa vileza la que más nos agitara el ánimo. Pero, como dije, está en nuestra naturaleza que lo que más nos encrespe en un gobierno sea la ofensa a los intereses nacionales. Elija cada uno su motivo para apretar los dientes, el que venga dictado por la razón y la justicia o el que venga dictado por el sentimiento compulsivo nacional. La degradación de Rajoy da para todo.

viernes, 13 de febrero de 2015

Propagandas

Se acercan elecciones y la propaganda calienta motores. Es el momento más incivil de la propaganda. Se habla de todo y se hace todo con ese carácter persuasivo y toscamente interesado de la propaganda, pero sin decir que se hace propaganda, de manera que se intensifica el deterioro y pobreza del debate público y la sinrazón de las conductas de autoridad (Gijón está lleno de zanjas y direcciones extraviadas por ese abracadabra de activismo descerebrado que les entra a los alcaldes cuando tocan a vísperas, para que hasta Moriyón pueda hacer como que hace algo).
Y nos llueven varias especies de propaganda, más dignas unas que otras. El Gobierno viene siguiendo un patrón que recuerda al Tom Castro de Borges. Tom Castro se hizo pasar ante la millonaria Lady Tichborne por el hijo desaparecido en un naufragio diecinueve años antes. La parte maestra de la astucia es que Tom Castro no se parecía en nada al desaparecido. Las semejanzas físicas de un sujeto que realmente se le pareciera sólo agudizarían la observación de las diferencias y el fraude se revelaría enseguida. Además, el intento de engaño con un sujeto tan distinto es tan torpe que cuesta imaginar que alguien lo esté pretendiendo. De manera que el éxito se basaba en la excesiva evidencia de la argucia.
A tal pauta se atiene la propaganda gubernamental. Una versión moderadamente mentirosa de la realidad tendría un parecido con ella que no haría más que resaltar la parte de falsedad y agitar la irritación. Lo mejor es que la versión oficial simplemente no se parezca a los hechos, que sea una mentira tan esférica y hermética que no haya detalles concretos que se puedan impugnar, de tan alejado que está todo del mundo. Rajoy viene diciendo que ya no hay crisis, que todo quedó atrás. Ya no somos la preocupación de Europa sino el ejemplo del mundo. El ejemplo del mundo, nada menos, conseguirán que olvidemos lo del suceso planetario de Leire Pajín. Cuanto más lejos estemos de los hechos, más difícil es invocar un hecho que te desmienta. De Guindos le hace la segunda voz diciendo que ya nadie teme perder su trabajo en España. Precisamente en España. No haremos chistes fáciles con la evidente equivocidad de afirmación tan indefensa.
En el momento de mayor presión fiscal de la historia, Montoro dice risueño que el Gobierno baja los impuestos y que a los funcionarios no se les quitó ninguna paga (a veces pienso si será real Montoro o será una animación digital como el Jar Jar Binks de Star Wars; su risa nasal y gangosa me hace sentir siempre unas uñas arañando un encerado). Dice ufano que está meditando acciones legales contra el banco HSBC, haciéndose el Robin Hood de los intereses del Estado. Y todo después de endilgarle al Estado todos los desmanes de la banca española, incluidas ahora las responsabilidades por los juicios que irán perdiendo.
En la misma línea Tom Castro de no acercarse demasiado a la realidad, Wert sigue con lo suyo. La retirada de becas y subida de matrículas no afecta a la equidad. El que los másteres sean más caros que los grados y se pretenda más tiempo de máster y menos de grado no afecta al precio de los estudios (?). El número de alumnos por aula y la cantidad de recursos no tienen que ver con la calidad de enseñanza. La interesante variante dialéctica de Wert es hacer pasar la obviedad por razonamiento. Propone la “reflexión” de que el beneficiario de los estudios es quien estudia y si es entonces razonable que se lo paguemos todos. ¿Hay algún tipo de ayuda en que el beneficiario no sea el ayudado? Su último “análisis” revela que quien no tiene dinero para estudiar es porque lo gasta en otra cosa. ¿No se planteó siempre la gratuidad de la enseñanza y la sanidad para que la gente no tuviera que dejarse los hígados en una cosa y otra?
Soraya, con esa voz misionera con la que hace un par de años hablaba transida de compasión de los desahuciados antes de describirlos como terroristas en la última joya legal del Gobierno que vicepreside, casi llora por el daño que Monedero hace a la educación y la sanidad tan queridas y tan nuestras. Y Margallo pontifica, con lo que el propio Borges llamaría una sosegada idiotez, que la deuda de los griegos con nosotros se come el 38% del salario de los jubilados. Cuando se trata de Podemos (siempre que hablan de Grecia el asunto es Podemos), la propaganda adopta el formato totalitario que permite la creciente uniformidad de los medios: extender grandes mentiras a partir de pequeñas verdades.
La propaganda de Podemos sigue otro rumbo, que es el de tener al rival permanentemente con la carga de la prueba. El éxito es evidente y por eso los rivales se pasan la mitad del tiempo diciendo que no todos los políticos son corruptos o casta y la otra mitad atacando a Podemos con el discurso de la propia formación. Es notable que crean que atacar a Monedero con el lenguaje de Podemos subraya las contradicciones de la formación, cuando lo que hacen es consagrar ese discurso (con independencia de lo que pase o deje de pasar con Monedero) y mantener a Podemos en esa “centralidad” que reclaman sus dirigentes y busca su propaganda.
El PSOE es ahora puro ruido, pero habrá que estar atento a los aires propagandísticos que se fragüen en Madrid. Juan Carlos Escudier piensa que Pedro Sánchez es un memo, pero que aprende rápido. Por lo pronto, ya expandió la imagen de que hay mando en el PSOE. Pero me llama la atención que el recambio del defenestrado Tomás Gómez pueda ser Ángel Gabilondo. Madrid muchas veces, más que escaparate, parece una caricatura del país. Su alcaldía refleja, deformada en espejo cóncavo, la evolución política nacional. Es la evolución que va de Tierno Galván a Ana Botella. Es decir, del traductor de Wittgenstein a un adoquín incapaz de abrir la boca sin producir sonrojo. Tomás Gómez tiene ese ramalazo casposo de la franqueza mal entendida y de hablar alto porque cree que está llamando al pan pan y carece del contrapunto de la inteligencia. O si la tiene fue el secreto mejor guardado de Madrid. Ángel Gabilondo (escupo para arriba) parece un hombre decente y desde luego es un hombre culto, templado e inteligente. El paso de Tomás Gómez a Gabilondo sigue la línea opuesta a la que venimos padeciendo desde los primeros ochenta de una mediocridad e inmoralidad cada vez más espesas.

Después de firmar el bodrio antidemocrático que firmó Pedro Sánchez con Rajoy no cabe retirarle la consideración de memo, pero como digo habrá que estar atentos a lo que se ruge en Madrid, por si es verdad que aprende. El cambio de Tomás Gómez por Gabilondo (si se confirma) va, como digo, por la senda de la pulcritud, las buenas maneras y la inteligencia. A lo mejor descubren sin querer que se defienden mejor de Podemos por esas derroteros que haciendo piña con compañías dudosas en ataques histéricos y desnortados. La materia prima de la expansión de Podemos es la regeneración. La regeneración sólo se percibe en conductas y en modelos, no en discursos manidos. El PSOE, en vez de perder el tiempo distorsionando la biografía de los dirigentes de Podemos, podría repasar la de Susana Díaz y la de Ángel Gabilondo. El contraste entre los dos personajes podría sugerirle el mensaje y la propaganda. Pero ahí ya no escupo para arriba.

sábado, 7 de febrero de 2015

Pedro Sánchez quiere pactos

 “Pobre barquilla mía,
entre peñascos rota,
sin velas desvelada,
y entre las olas sola:
[…]”
(Lope de Vega).
Podríamos preguntarnos cuántos militantes del PSOE consideran que lo que hace Ada Colau se parece a un tiro en la nuca o cuántos de ellos creen que lo que pasó en el barrio de Gamonal en Burgos recuerda a ametrallar a los dibujantes de Charlie Hebdo. Es lo que dice el pacto antiterrorista que acaba de firmar el PSOE con el PP. También podríamos preguntarnos cómo es eso de firmar un acuerdo que incluye la cadena perpetua y a la vez comprometerse con eliminar la cadena perpetua. Como diría Ángel González, poeta, ¿qué estatutos regulan el prodigio?
Pero seguramente la pregunta es qué llevó a Pedro Sánchez a firmar un pacto como este con partido como ese en una legislatura como esta. Quizá sea que está mareado. Y no es para menos. Por un lado un centro-derecha cada vez más extrema derecha lo piropea y lo llama hombre de Estado. Por otro lado, un extremista con coleta, un diablo cada vez más fieramente humano, le quita el tapón del desagüe y se le van los votos a chorro. IU se diluye en Podemos con un cubito de hielo en agua caliente. Y el PSOE empieza a notar que es apenas un colorante del PP. Las encuestas dicen que la gente percibe al PP como extrema derecha y a Podemos como extrema izquierda. El único partido sentido como centro es el PSOE. En el centro está siempre el triunfo, pero la misma encuesta dice que el PSOE ya no es finalista y que sigue bajando. Esto marea a cualquiera. Qué hacer, diría Lenin.
Pedro Sánchez se agarra al centro, a que la gente a la hora de la verdad no quiere extremismos y que el centro son ellos. Así que decide ser centrista. Y lo más centrista que se le ocurre es empezar a pactar. Ahí tenemos convertidas en actos terroristas todas las protestas que hubo contra el PP en esta legislatura, con la firma del PSOE. Y ahí tenemos esa cadena perpetua pomposamente llamada prisión permanente revisable. ¿Creerán de verdad que despistan nuestro sentido común con tanto palabro? ¿Cómo llamarán a la pena de muerte cuando Pedro Sánchez se haga más centrista? ¿Defunción inducida precoz? ¿Óbito involuntario prematuro? No les demos ideas.
Ahora que el centro es suyo, Pedro Sánchez también quiere un pacto en educación. La derecha y Europa no quieren que la salida de la crisis sea retornar a la sociedad que teníamos. Rajoy no miente. La salida de la crisis es esto. No es una crisis, es un cambio de lo que éramos a esto. La ley de educación de Wert condensa como pocos textos el cambio de sociedad propuesto: segregación social explícita; desprotección del débil; ética que hace la suerte de cada uno el justo efecto de su conducta; pragmatismo fingido que encubre un abandono del conocimiento; presencia creciente en la sociedad de la Iglesia (la nueva ley recoge sin tapujos todas las pretensiones de la enseñanza concertada) y de la Banca (el Banco de Santander lleva tiempo infiltrándose en la Universidad con Universia, están lloviendo informes técnicos sobre educación procedentes de los bancos; y ahora se les prepara el negocio de los créditos que sustituirán a las becas para poder estudiar). No será casualidad que las únicas materias realmente reforzadas en la LOMCE sean la Religión y la Economía.
Montserrat Gomendio vive sin vivir en sí de tan alta dicha que le produce que Pedro Sánchez sea un hombre de Estado y quiera un pacto sobre educación. Ser el Ministerio peor considerado de la democracia debe ser cansado. Por fin llega la caballería. ¿Qué pensará pactar la dirección del PSOE de esa ley? ¿Querrán negociar la vuelta de Educación para la ciudadanía y dejar al país y a los cien años de historia del PSOE con un palmo de narices, otra vez?
La militancia del PSOE está alicaída de tanto centrismo. No manifiesta más conductas enérgicas que las que le vienen del chinche con Podemos. Pedro Sánchez, más que en el centro de la política, parece en el centro de la tormenta nacional, sin velas desvelado, y entre las olas solo. Quiere pactos al final de una legislatura gobernada a bramidos y sin concesiones a nadie de la Banca y la Iglesia para abajo. Entra mareado en las atahonas del PP cuando ya está todo atado y bien atado a firmar pactos para que no lo confundan con extremistas. Llegarán las elecciones, Pedro Sánchez saldrá de los despachos del PP, se encogerá de hombros ante la nación y no tendrá más discurso posible que el de S. Juan de la Cruz: “entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo”.

Ya se lo decía Carrillo a Felipe González en los ochenta: “hace mucho que los poderes fácticos sabían que ustedes eran buenos chicos”.