viernes, 16 de enero de 2015

La filosofía y las finanzas en los tiempos de Wert

Monty Python, en uno de sus delirantes vídeos, imagina un partido de fútbol entre la selección de filósofos alemanes contra la de filósofos de Grecia, con Hegel y Heráclito como capitanes respectivos. Cuando el árbitro, Confucio, pone el balón en el centro y pita para empezar, todos los filósofos empiezan a caminar de un lugar a otro, absortos en reflexiones solitarias y, por supuesto, sin mirar siquiera al balón. Así pasa todo el encuentro hasta que a dos minutos del final Arquímedes grita “eureka” y empieza nada menos que a dar patadas al balón, iniciando la única jugada del partido, que daría a Grecia la victoria por la mínima. A esto nos lleva la filosofía. O quizás es una broma.
Mientras se suceden escándalos, vaticinios de terremotos electorales o alertas yihadistas, los artículos de la LOMCE van creciendo como crece la hiedra en los sitios abandonados y como dicen que crecen las uñas a los muertos. La ley Wert volvió a asomar en los medios por la reducción de la filosofía y el reciclaje de sus profesores para dar algo de actividad emprendedora. Ningún plan de estudios soluciona ni crea problemas de golpe. Todo plan de estudios, en realidad toda ley educativa, es siempre una humedad que irá impregnando la vida social poco a poco. La tendencia que marca la reducción de la filosofía a niveles testimoniales es fuertemente simbólica, sobre todo si tenemos en cuenta el crecimiento paralelo de las materias de economía y finanzas.
La crisis, además de injusticia y pobreza, nos va dejando perlas de coleccionista. Una de ellas es el mantra de que nuestros jóvenes no son competitivos porque no se les forma bien y por eso hay tanto paro. ¡En España hay paro por lo que se enseña en las aulas! Nadie explica qué trabajos se están perdiendo por falta de formación ni cómo, cuando deciden emigrar al extranjero, mágicamente sí encuentran dónde trabajar. Así que todo el mundo empieza a perorar sobre educación, sobre todo desde sectores financieros (el sesgado e ideológico informe PISA es de hecho un órgano de la OCDE, fuertemente financiado por dinero e intereses privados). Y así llegan más perlas. Aparecen “estudios” que señalan como causa de la crisis el desconocimiento financiero de los ciudadanos. Como no se estudia economía en la enseñanza media, la gente empieza a meter la pata con sus ahorros (porque debió ser “la gente” la que provocó la crisis) y el sistema se colapsa. Lo gracioso es que esos estudios proceden de los bancos.
Así que en la LOMCE se decide atajar la crisis alejando a la gente de la filosofía, no nos vaya a pasar como a los filósofos de Monty Python y nuestros jóvenes se queden mirando para las nubes sin ser capaces de hacer nada. Quieren enseñanzas más prácticas que la filosofía y las artes. Hablemos de lo práctico.
Si uno tiene hambre, lo más práctico es dar una dentellada a algo comestible y masticar. Pero si en vez de eso trepamos a un árbol, habremos hecho algo inútil porque seguiremos teniendo hambre. Si después arrancamos una rama y le quitamos las hojas, seguimos en la inutilidad porque eso sigue sin darnos de comer. Y si, finalmente, tajamos el palo arrancado al árbol y le damos punta, seguiremos con hambre. Pero esta secuencia de actos inútiles, extraña en la naturaleza, nos convierte en sujetos hambrientos armados con una lanza y más capaces de abatir animales a los que dar dentelladas más jugosas. Y la misma capacidad de encadenar cosas inútiles nos permite usar esas ramas con piedras para hacer cabañas.
Con el lenguaje en la naturaleza también domina lo práctico: no se dice ni se entiende nada más que cuando hay algo que hacer. Se da la señal de que llega un depredador justamente porque llega uno. Y el que recibe y entiende la señal sólo puede hacer una cosa: echar a correr, cambiar de color o erizar púas, lo que sea que le ponga a salvo. En cambio, nosotros hablamos de serpientes sin que las tengamos cerca y seguramente el que haya leído y entendido “serpientes” hace un momento se habrá quedado tan tranquilo. Somos capaces de llenarnos la cabeza de datos “inútiles”, que no sirven para hacer nada inmediato. Y por eso, a diferencia de los cercopitecos, podemos acumularlos en la mente y formar idas complejas.
En esto consiste tener la cabeza amueblada: en que las reacciones a las cosas no sean directas, sino que tengamos maquinaria interna para entenderlas y desarrollar conductas complejas. Pasa también con las cosas inertes. Si empujamos un trozo de madera con el dedo, se mueve, es una relación simple. Si tiramos de una cisterna, cae agua: la relación es más compleja, porque entre nuestra acción y el resultado final hay una maquinaria. Y si tocamos una tecla del ordenador y una impresora imprime, la complejidad es mayor. Lo que hay entre la presión de nuestro dedo y la conducta de la máquina es tan complicado que ya no es como la cisterna, que sólo sirve para que caiga agua. El interior del ordenador está tan amueblado que sirve para una infinidad de cosas.
Ese es un objetivo básico de la enseñanza media: amueblar la mente de los individuos, hacer sus conductas autónomas respecto de lo inmediato para que lleguen a ser complejas y eficaces (“inteligentes”), llenarlos del software que les permita entender y adaptarse y servir para mucho y no sólo para una cosa, sea abrir un plan de pensiones o desaguar como una cisterna.
Recuerdo a mi madre metiendo un vaso en una media para zurcirla con comodidad aprovechando el vacío de la boca del vaso. A un neandertal le costaría hacer algo así, tomar un objeto que conoció para llenar de agua y recontextualizarlo para una tarea diferente. La filosofía, por lo que tiene de tejido entre saberes de otras disciplinas, educa como ninguna materia esta cualidad tan humana y “práctica” de conectar lo disperso y hacer transversales los conocimientos. Alimenta y da un valor añadido a lo que se aprende en otras ciencias. La filosofía facilita ese relativo y temporal alejamiento de la realidad, que tanto repelús da a banqueros y OCDE, pero que es la condición de la inteligencia más ambiciosa.
Los estudios de los bancos sobre educación prefieren el modelo del trozo de madera impulsado por el dedo: formación plana para la reacción inmediata, cabezas deshabitadas e individuos zarandeados por las circunstancias. Ningún pueblo progresó así. No es lo que están haciendo en Finlandia ni lo que están haciendo las clases acomodadas en Alemania.

Cuesta decirlo, pero el gobierno español y su enviado en la Tierra el señor Wert no hicieron absolutamente nada que buscara una mejora de nuestro sistema educativo. Todo lo que hicieron tiene dos líneas y sólo dos: la ideológica (refuerzo de la religión, apoyo a la enseñanza concertada, segregación, miopía mercantilista) y el recorte de gastos (aumento de alumnos por aula, polivalencia de los profesores, supresión de apoyos). La iglesia, la banca y la calculadora son la referencia final y única de todo lo que este Gobierno hace en educación. Cómo no van a quitar la filosofía.

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