viernes, 29 de agosto de 2014

Gijón en el torbellino nacional

[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)]
A poco de formarse por primera vez una mayoría conservadora en Gijón, le preguntaron a Carmen Moriyón, nueva alcaldesa del Foro, por la Semana Negra. Ella dijo que había líos y que había que reorientar la oferta cultural de Gijón y pensar en cosas como un torneo de golf para niños. Aquello rezumaba tedio de domingo por la tarde y a partir de entonces empezó a hacerse evidente para quienes no la conocíamos que Moriyón debía ser una buena cirujana.
Ahora, cuando ya se empiezan a oír los clarines de las elecciones municipales, nos acaba de hablar de la santidad de la feria taurina de Begoña. Dijo orgullosa que había propuesto colocar laurel y engalanar la plaza, que le encanta ver la plaza radiante y no sé qué cosas de emociones y arte. Todo esto al hilo de la polémica por aquellos delirantes cursos de toreo para niños que había intención de perpetrar en la playa de San Lorenzo. Por qué protestaría la gente y forzaría su anulación. Hubiera merecido la pena ver semejante desvarío, con lo que prometía para la instrucción pública.
Lo cierto es que, con lo sucedido estos años entre su reflexión seminal sobre el golf como alternativa a la Semana Negra y su recién reconocido embeleso por la tauromaquia, a los que no la conocíamos se nos despejaron ya todas las dudas: definitivamente debe ser una excelente cirujana. Pocas medallas exhibirán en la próxima campaña electoral (¿planes o ejecuciones urbanísticas? ¿Semana Negra, Festival de Cine? ¿Presupuestos, maneras de gobierno?), como no sea el carril bici del Muro. Es verdad que nadie lo había hecho antes, pero también es verdad que está hecho como el Foro hizo las cosas mientras pudo: no haciendo. Hacer el carril consistió en pintar un trozo de carretera de otro color. Se mantienen separados físicamente los coches que van en uno y otro sentido con una mediana, mientras a los ciclistas se les separa de los coches con una raya. Poco bagaje de gobierno parece una mano de pintura.
Mientras tanto, el Foro perdió el gobierno del Principado y desapareció del mapa en unas elecciones europeas que apuntan, en el caso de Gijón, a un verdadero corte de digestión. Es difícil saber ahora mismo si el Foro de Gijón (no creo que quede más) consiguió suficiente tracción propia como para seguir al mando, que puede ser, o si lo que anuncian las europeas va en serio y lo que estamos viendo es ya uno de esos globos que zigzaguean de un lado a otro mientras se deshinchan. Espero con impaciencia la campaña electoral.
El PP fue toda la legislatura un rumor. Estando en el gobierno de tantos sitios cabe la presunción de que también exista en Gijón, pero es difícil señalar con el dedo dónde está o qué es. Algo se dejó ver para censurar la actuación de Albert Pla por españolidad deficiente y para intentar homenajes a la bandera que, como los cursos infantiles de toreo, merecía la pena haber visto. Poca cosa. El PP parece enganchado en un boca a boca con el Foro, a ver quién de los dos se queda con el aire, pero no se le ve presencia, liderazgo ni propuesta. Simplemente no se le ve.
Con todo, seguramente lo divertido está en la izquierda. El PSOE deambulará como un verso suelto. Con IU defendiendo su espacio del empuje de Podemos, es poco probable que este grupo entre en algún pacto serio con ellos. Y no hay más socios imaginables. Llegará hasta donde pueda llegar solo. Como oposición, le faltó presencia, liderazgo y mensaje en toda la legislatura. Santiago Martínez tiene algo de Al Gore local. Puede que sea el más aplicado de la clase, pero el liderazgo supone algo más que saberse la lección. Tiene que hablarnos a nosotros, a la gente; tiene que mostrarse y, como la buena literatura, hacernos sentir reconocidos y reconocibles en tal o cual aspecto, hacernos sentir que por una hora o un minuto fue nuestra voz o nuestro gesto. Puede que Moriyón, cuando cocinó en público aquellos rollos de bonito, fuera más eficaz para lograr una identificación con cierta parte del público, aunque sus dotes de liderazgo y su capacidad política sean un camposanto.
Y queda la posibilidad del Guanyem Gijón, la Syriza gijonesa que aglutine sobre todo a IU y Podemos. Aunque muchos izquierdistas verían con buenos ojos tal confluencia, hay que ser realistas. Es evidente la semejanza de propuestas y de emoción ideológica. Pero ni Podemos quiere ni IU quiere de verdad. Podemos tiene un empuje propio basado en su inocencia, en su radicalidad regeneracionista y en esos círculos que ejemplifican lo que los teóricos de sistemas llaman "ensamblaje blando". No quieren renunciar a ese sello que tanto les acercó a tanta gente. IU querría, sin duda, una confluencia electoral con Podemos, pero porque no hay más remedio. Lo que realmente querría, como todos, es que Podemos se estrellara, que apareciera algún fraude inmobiliario de Pablo Iglesias o algo así.
Íntimamente IU cree que el éxito de Podemos se debe a frivolidades: que envuelven y venden mejor que ellos lo que ya estaba dicho; que la Sexta hizo con Pablo Iglesias un juego que no controló; que aprovechan demagógicamente el descontento para acusar a los políticos como una casta.
Poco importará que la candidatura de Podemos sea o no solvente. Excepcionalmente, en estas elecciones municipales va a pesar mucho la política general. IU llega en Gijón con el desgarro específico que dejaron los asuntos Ángel González y Jorge Espina y con dos deficiencias generales. Una es que como organización no se diferencia de otras organizaciones políticas. Sus estructuras son jerárquicas y herméticas. Ni las bases ni mucho menos los ciudadanos de a pie tienen forma de participar en el diseño de su actividad política. Nunca quisieron listas abiertas ni nada que quitara poder al aparato, como los demás partidos.
La otra deficiencia es que, pese a ser un partido honesto, nunca fueron eficaces en la presión para la necesaria regeneración política, nunca desenmascararon ni pusieron en aprietos a tanta corrupción y tanto pesebre como nos pesa, ni siquiera donde llegaron a entrar en pactos de poder. El éxito de Podemos se debe sólo en parte a sus aciertos. Sin el sufrimiento y desánimo colectivos no se explicaría su ascenso. IU no aportó claridad o esperanza. En parte porque fue igual que otros en su distancia y hermetismo, y en parte por ineficacia y falta de iniciativa. En la situación del país y en una autocrítica franca debería poner IU sus análisis y no en la Sexta.
Podemos debe entender en Gijón, como en todas partes, a qué se debe su rápida influencia y presentar sus credenciales. Estas deben ser la transparencia, la participación y la autocrítica. Transparencia, porque no se les pedirá ocurrencias nuevas, pero sí que sepamos cuánto gana el director de Festival de Cine o de la Semana Negra, qué viajes hacen quiénes, quiénes van a qué comidas, qué organizaciones tienen cuánta subvención y cómo la lograron, en qué se gasta lo que se gasta y se les pedirá desmantelar pesebres imposibles. Yo me divertí como tantos con el diálogo entre Taibo y Monedero en la Semana Negra. Pero como muchos vi en el escenario aceite y agua, algo de lo que debe venir y mucho de lo que debe quedar atrás. Participación, porque se les exigirá tener cerca algún tipo de asamblea o reunión abierta donde se pueda acceder al concejal de turno para proponer, advertir, animar o preguntar. Y autocrítica, porque sin duda empezará a haber fiascos y deben mostrar un nuevo estilo apresurándose a señalarlos o denunciarlos como cualquier otro ciudadano.

Ni IU ni Podemos quieren parecer contrarios a una convergencia. Pero creo que íntimamente no la quieren. La fragmentación de la izquierda, PSOE incluido a pesar de su papel en este diluvio universal, es un hecho y cualquier pacto será entre partes que se sienten agraviadas por las otras partes. Con esto y con las derechas en deriva continental, la próxima corporación va a ser un zurcido que nos tendrá muy entretenidos.

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