viernes, 29 de agosto de 2014

Gijón en el torbellino nacional

[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)]
A poco de formarse por primera vez una mayoría conservadora en Gijón, le preguntaron a Carmen Moriyón, nueva alcaldesa del Foro, por la Semana Negra. Ella dijo que había líos y que había que reorientar la oferta cultural de Gijón y pensar en cosas como un torneo de golf para niños. Aquello rezumaba tedio de domingo por la tarde y a partir de entonces empezó a hacerse evidente para quienes no la conocíamos que Moriyón debía ser una buena cirujana.
Ahora, cuando ya se empiezan a oír los clarines de las elecciones municipales, nos acaba de hablar de la santidad de la feria taurina de Begoña. Dijo orgullosa que había propuesto colocar laurel y engalanar la plaza, que le encanta ver la plaza radiante y no sé qué cosas de emociones y arte. Todo esto al hilo de la polémica por aquellos delirantes cursos de toreo para niños que había intención de perpetrar en la playa de San Lorenzo. Por qué protestaría la gente y forzaría su anulación. Hubiera merecido la pena ver semejante desvarío, con lo que prometía para la instrucción pública.
Lo cierto es que, con lo sucedido estos años entre su reflexión seminal sobre el golf como alternativa a la Semana Negra y su recién reconocido embeleso por la tauromaquia, a los que no la conocíamos se nos despejaron ya todas las dudas: definitivamente debe ser una excelente cirujana. Pocas medallas exhibirán en la próxima campaña electoral (¿planes o ejecuciones urbanísticas? ¿Semana Negra, Festival de Cine? ¿Presupuestos, maneras de gobierno?), como no sea el carril bici del Muro. Es verdad que nadie lo había hecho antes, pero también es verdad que está hecho como el Foro hizo las cosas mientras pudo: no haciendo. Hacer el carril consistió en pintar un trozo de carretera de otro color. Se mantienen separados físicamente los coches que van en uno y otro sentido con una mediana, mientras a los ciclistas se les separa de los coches con una raya. Poco bagaje de gobierno parece una mano de pintura.
Mientras tanto, el Foro perdió el gobierno del Principado y desapareció del mapa en unas elecciones europeas que apuntan, en el caso de Gijón, a un verdadero corte de digestión. Es difícil saber ahora mismo si el Foro de Gijón (no creo que quede más) consiguió suficiente tracción propia como para seguir al mando, que puede ser, o si lo que anuncian las europeas va en serio y lo que estamos viendo es ya uno de esos globos que zigzaguean de un lado a otro mientras se deshinchan. Espero con impaciencia la campaña electoral.
El PP fue toda la legislatura un rumor. Estando en el gobierno de tantos sitios cabe la presunción de que también exista en Gijón, pero es difícil señalar con el dedo dónde está o qué es. Algo se dejó ver para censurar la actuación de Albert Pla por españolidad deficiente y para intentar homenajes a la bandera que, como los cursos infantiles de toreo, merecía la pena haber visto. Poca cosa. El PP parece enganchado en un boca a boca con el Foro, a ver quién de los dos se queda con el aire, pero no se le ve presencia, liderazgo ni propuesta. Simplemente no se le ve.
Con todo, seguramente lo divertido está en la izquierda. El PSOE deambulará como un verso suelto. Con IU defendiendo su espacio del empuje de Podemos, es poco probable que este grupo entre en algún pacto serio con ellos. Y no hay más socios imaginables. Llegará hasta donde pueda llegar solo. Como oposición, le faltó presencia, liderazgo y mensaje en toda la legislatura. Santiago Martínez tiene algo de Al Gore local. Puede que sea el más aplicado de la clase, pero el liderazgo supone algo más que saberse la lección. Tiene que hablarnos a nosotros, a la gente; tiene que mostrarse y, como la buena literatura, hacernos sentir reconocidos y reconocibles en tal o cual aspecto, hacernos sentir que por una hora o un minuto fue nuestra voz o nuestro gesto. Puede que Moriyón, cuando cocinó en público aquellos rollos de bonito, fuera más eficaz para lograr una identificación con cierta parte del público, aunque sus dotes de liderazgo y su capacidad política sean un camposanto.
Y queda la posibilidad del Guanyem Gijón, la Syriza gijonesa que aglutine sobre todo a IU y Podemos. Aunque muchos izquierdistas verían con buenos ojos tal confluencia, hay que ser realistas. Es evidente la semejanza de propuestas y de emoción ideológica. Pero ni Podemos quiere ni IU quiere de verdad. Podemos tiene un empuje propio basado en su inocencia, en su radicalidad regeneracionista y en esos círculos que ejemplifican lo que los teóricos de sistemas llaman "ensamblaje blando". No quieren renunciar a ese sello que tanto les acercó a tanta gente. IU querría, sin duda, una confluencia electoral con Podemos, pero porque no hay más remedio. Lo que realmente querría, como todos, es que Podemos se estrellara, que apareciera algún fraude inmobiliario de Pablo Iglesias o algo así.
Íntimamente IU cree que el éxito de Podemos se debe a frivolidades: que envuelven y venden mejor que ellos lo que ya estaba dicho; que la Sexta hizo con Pablo Iglesias un juego que no controló; que aprovechan demagógicamente el descontento para acusar a los políticos como una casta.
Poco importará que la candidatura de Podemos sea o no solvente. Excepcionalmente, en estas elecciones municipales va a pesar mucho la política general. IU llega en Gijón con el desgarro específico que dejaron los asuntos Ángel González y Jorge Espina y con dos deficiencias generales. Una es que como organización no se diferencia de otras organizaciones políticas. Sus estructuras son jerárquicas y herméticas. Ni las bases ni mucho menos los ciudadanos de a pie tienen forma de participar en el diseño de su actividad política. Nunca quisieron listas abiertas ni nada que quitara poder al aparato, como los demás partidos.
La otra deficiencia es que, pese a ser un partido honesto, nunca fueron eficaces en la presión para la necesaria regeneración política, nunca desenmascararon ni pusieron en aprietos a tanta corrupción y tanto pesebre como nos pesa, ni siquiera donde llegaron a entrar en pactos de poder. El éxito de Podemos se debe sólo en parte a sus aciertos. Sin el sufrimiento y desánimo colectivos no se explicaría su ascenso. IU no aportó claridad o esperanza. En parte porque fue igual que otros en su distancia y hermetismo, y en parte por ineficacia y falta de iniciativa. En la situación del país y en una autocrítica franca debería poner IU sus análisis y no en la Sexta.
Podemos debe entender en Gijón, como en todas partes, a qué se debe su rápida influencia y presentar sus credenciales. Estas deben ser la transparencia, la participación y la autocrítica. Transparencia, porque no se les pedirá ocurrencias nuevas, pero sí que sepamos cuánto gana el director de Festival de Cine o de la Semana Negra, qué viajes hacen quiénes, quiénes van a qué comidas, qué organizaciones tienen cuánta subvención y cómo la lograron, en qué se gasta lo que se gasta y se les pedirá desmantelar pesebres imposibles. Yo me divertí como tantos con el diálogo entre Taibo y Monedero en la Semana Negra. Pero como muchos vi en el escenario aceite y agua, algo de lo que debe venir y mucho de lo que debe quedar atrás. Participación, porque se les exigirá tener cerca algún tipo de asamblea o reunión abierta donde se pueda acceder al concejal de turno para proponer, advertir, animar o preguntar. Y autocrítica, porque sin duda empezará a haber fiascos y deben mostrar un nuevo estilo apresurándose a señalarlos o denunciarlos como cualquier otro ciudadano.

Ni IU ni Podemos quieren parecer contrarios a una convergencia. Pero creo que íntimamente no la quieren. La fragmentación de la izquierda, PSOE incluido a pesar de su papel en este diluvio universal, es un hecho y cualquier pacto será entre partes que se sienten agraviadas por las otras partes. Con esto y con las derechas en deriva continental, la próxima corporación va a ser un zurcido que nos tendrá muy entretenidos.

Antisistema

[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)]

Michel Corleone, en El Padrino, ante los disturbios previos a la revolución cubana: "Los soldados cobran por luchar. Los rebeldes no cobran ... Pueden ganar."
En el cara a cara electoral, reprochaba Ronald Reagan a su adversario demócrata, Walter Mondale, que su programa estaba tan a la izquierda tan a la izquierda que se había salido del país. Era una frase tan inteligente tan inteligente que se había salido de las posibilidades del cerebro de Reagan, pero no de las de sus asesores. Una cosa es decir que la política propuesta por Mondale era demasiado liberal y otra cosa es decir que no era americana.
Por extraño que parezca a una mente progresista, todos tenemos un punto en el que nos parece que razonar o debatir es de mal gusto y que lo civilizado es ser dogmático. Nos parece saludable razonar sobre el papel del estado en la educación o sobre la continuidad de la monarquía. Pero argumentar otra vez sobre si los blancos y los negros deben tener la misma consideración legal, si las mujeres están biológicamente bien dotadas para la responsabilidad y el mando o si debe ser delito el reparo o descreimiento de la doctrina católica no nos parece un ejercicio sano de contrastación de ideas. Todo lo que no sea aceptación inflexible de la igualdad de razas, sexos y creencias nos parece incivilizado. Nos parece más educativo reñir a un niño que exprese dudas de la humanidad de los indios que razonar con él.
A ese punto que todos tenemos en alguna parte apelaba Reagan para poner límites a lo debatible. Podemos discutir de lo que quieras, pero sin salirnos de América. Brillante. El egoísmo colectivo nacional es para la mayoría una de esas lineas que marcan el territorio en el que razonar es de buen tono y no es abrir paso a la barbarie o el desorden. Y a ese límite apelan cada vez para más cosas  con la expresión "sistema" y sobretodo con su opuesto "antisistema".
La pujanza electoral de Podemos y el éxito de su predicamento están sembrando los discursos de fuerzas políticas y prensa interesada (valga la redundancia) de advertencias sobre las prácticas antisistema y populistas. Los dos partidos hegemónicos, que ni siquiera se suelen expresar igual para decir lo mismo, tienen un discurso sorprendentemente uniforme para advertirnos de los límites del sistema y, con él, del razonamiento. Por momentos se siente uno en el Planeta de los Simios, con Felipe González bajando de su avión particular para hacer de doctor Zaius y advertir de los males de la Zona Prohibida del debate.
A pesar de los muchos análisis y conjeturas que se hacen sobre el inesperado éxito de Podemos, puede que sean más interesantes las reacciones que suscita que el discurso directo de la nueva fuerza. O por lo menos puede que diga más del momento social en el que estamos. Las ideas antisistema, la Zona Prohibida, la subversión en todas sus formas siempre fue un espacio inconcreto donde se mezclaron churras con merinas. Cuando yo era preadolescente, con Franco todavía inaugurando pantanos, había en mi barrio una familia en la que todos eran testigos de Jehová. Por esa razón a la chica de esa familia que era de nuestra edad la llamábamos "la comunista". Así es la Zona Prohibida, no se distingue el culo de las témporas.
La aparición de Podemos como un susto no hace más que acelerar una tendencia absolutista a estrechar el marco de lo discutible y ampliar el campo de lo dogmático. La palabra "sistema" designa un terreno cada vez más pequeño y cada vez más ideas son antisistema  porque cada vez hay menos cosas debatibles. Es antisistema, por ejemplo, no dar prioridad a la contención y reducción de la deuda pública. Bien, quizá sea verdad que hay que pagar lo que se debe. Después de todo, hasta el Padrenuestro quitó eso de perdonar las deudas a nuestros deudores. Pero es que unas formas de subir la deuda son antisistema y otras no. Capitalizar bancos ruinosos con fondos públicos que no se recuperarán es una medida dentro del sistema, aunque dispara la deuda pública. Subir esa misma deuda creando hospitales, contratando profesores o manteniendo el sistema de pensiones, en cambio, es antisistema. No trato de decir ahora que rescatar los bancos sea malo y mejorar la sanidad pública sea bueno. Digo que una cosa y otra son debatibles. Pero la doctrina oficial es que no hay debate: no rescatar los bancos es antisistema y mejorar la sanidad también es antisistema. Y ya se sabe que en la Zona Prohibida todos los culos son témporas: lo que sea antisistema será bolivariano, etarra, comunista y testigo de Jehová.
Como digo, el sistema cada vez es más pequeño. Tanto que ya no cabe la ley dentro de él. Es imposible que la extorsión mafiosa de los Pujol o de Blesa fuera desconocida para los responsables políticos y jurídicos. Los indicios de prácticas delincuentes continuadas individuales y de grupo en estas décadas de delirio son tan evidentes como palmaria se hizo en el Tour de Francia la sospecha de prácticas de dopaje organizadas. En el Tour se hicieron redadas y rodaron cabezas con sus laureles. En cambio, en nuestro ruedo ibérico tenemos más aforados que en el resto de Europa junta. Pretender pedir cuentas al rey saliente, a ex-presidentes o presidentes incluidos en listas de pagos en b, a ministros con jaguares caídos del cielo o hacer redadas en partidos implicados en prácticas delincuentes por décadas es populista y antisistema. Incluso señalar con el dedo privilegios que pesan sobre nuestras espaldas y nuestra sanidad y servicios públicos es estar contra la política y el sistema de partidos. Cada vez hay que callar a más cosas para no salirse del sistema y del país, como Mondale.
Como decía, es interesante la reacción que suscita Podemos. Por más que se desgañiten, no se está hablando contra el sistema: nadie pone en cuestión que haya elecciones, libertad de opinión y de prensa, división de poderes, propiedad privada, acumulación de riqueza, ... No parece que España esté en riesgo de hacerse testigo de Jehová. Tampoco se están diciendo cosas más radicales de las que se oyen normalmente. No creo que Podemos esté diciendo nada sustancialmente distinto de lo que Izquierda Unida, por ejemplo, dijo muchas veces. Y además IU lo dijo en el Parlamento y no en La Tuerca.
Esos oídos lastimados y lastimeros que nos advierten asustados que nuestras ideas no se salgan del país no están oyendo nada que no hayan oído antes. No es lo que oyen lo que los asusta. Les asusta lo que asustó al Michel Corleone de El Padrino en Cuba: es que pueden ganar. Llegan sin esa mochila que, aunque Cayo Lara no se dé cuenta, es más un lastre que un aval, en un momento de máxima desagregación social y sin querer entrar en el juego de privilegios y prebendas. Y pueden ganar. Si los revolucionarios cubanos pudieran ver la reticencia de Corleone a entregar el maletín de dinero al capo Hyman Roth, cobrarían moral al saber que era el enemigo el que más creía en su victoria.

Lo paradójico de la reacción de partidos y prensa alimentada es que son los que están convenciendo a todo el mundo de que Podemos realmente puede. Las maneras y la forma de organización de la nueva fuerza son, obviamente, eficaces, pero su mayor éxito propagandístico es convencer a sus rivales de que pueden ganar y que sean ellos los que nos lo hagan saber. No hay mejor pregonero que tanto columnista metido a historiador de cucharón y tanto político reiterando simplezas haciendo la propaganda. Quizá se estén quedando ellos fuera del país.

sábado, 9 de agosto de 2014

La encuesta del CIS. Después de la cocina, la digestión

[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)].
Lo interesante de la encuesta del CIS de esta semana son las reacciones. En mi casa, hace ya unos años y como en tantas otras casas, había uno de esos interfonos que se ponen al lado de la cuna para poder oír en la sala si el bebé bulle o llora. Un día, cuando el más pequeño era muy pequeño, el interfono de la sala rugía cada poco con los llantos del recién llegado. No sé cuántas veces me hizo levantarme y abandonar la película que estaba viendo. Sólo sé que alcancé ese hartazgo al que sólo se llega desde el mejor amor. Cuando volvió a llorar, estiré el brazo y apagué ostentosamente el interfono, con lo que él seguía llorando pero nosotros no lo oíamos. “Se calló”, le dije a mi mujer con una mezcla de resentimiento y reivindicación.
Leyendo los editoriales de la prensa nacional (no me acuerdo ya en qué periódico leí qué, porque la prensa nacional en papel ya es tan parecida que me lío) y escuchando los balbuceos iniciales de los políticos, me los imagino buscando el interfono para apagarlo y dejar de oír el ruido que les llega de la realidad. Como a mí hace años, no les importa que el rugido y el desconcierto existan. Lo que quieren es que no llegue ahí donde ellos se solazan.
Lo relevante de la encuesta es que siguen bajando los dos partidos mayoritarios, aunque el PSOE va más rápido, y que continúa el ascenso de Podemos. No sé si son dos cosas o la misma. Tampoco sé decir, porque unos días me parece una cosa y otros otra, si este ascenso de Podemos y la depresión del bipartidismo es que la nación grita o que la nación respira. Pero no es una cuestión menor que Podemos esté por encima del PSOE en intención directa de voto y a sólo unas décimas del PP. Esto si sólo miramos la foto fija. Si la ponemos en movimiento, hay que añadir que el PP y PSOE siguen bajando y que Podemos sigue subiendo. Pero cada uno manotea a ciegas buscando el interfono para apagarlo, asentarse y no oír.
El PP se ve el primero en las encuestas y se da golpes en el pecho como un gorila en celo o como Cristiano Ronaldo tras un gol en la Champions y hace como que no ve y no oye. Sólo busca cambiar la ley electoral para trucar los resultados de las municipales. Y dirán que tal cambio es una medida de “regeneración democrática” con el mismo desparpajo con que los republicanos de Bush llamaban “ley de responsabilidad personal” a la prohibición de asistencia social a las madres solteras.
El PSOE recuerda al escorpión que le pide ayuda a un pato para cruzar a la otra orilla y, cuando en medio del lago le pica con su aguijón, le explica al desconcertado pato: lo sé, moriremos los dos, pero es que es mi carácter. Felipe González es un multimillonario, con muy reveladoras amistades internacionales y con una relación muy poco ejemplar entre sus decisiones de gobernante y los intereses particulares que se fueron desvelando con el tiempo. El PSOE no hizo ningún gesto significativo que limpie de inmoralidades su gestión pública. Pedro Sánchez sale de las entrañas del magma de mediocridad y oportunismo que diseminaron los dos grandes partidos por cajas y administraciones. Y además el PSOE paga esto más caro que el PP porque estas herencias y estas prácticas se sostienen con más dificultad desde un discurso de izquierdas; y sin discurso de izquierdas el PSOE no tiene sustancia nutricia. El PSOE se desinfla, Podemos se lo come, pero con su inmovilidad estructural parecen decirnos como el escorpión: lo sé, así me hundo, pero es que es mi carácter.
Izquierda Unida masculla por lo bajo contra estos recién llegados que parece que quieren leer la cartilla a todo el mundo, con lo que tienen ellos luchado. Cayo Lara presume de mochila y cede a la falacia tan cansina del PP, PSOE y la prensa en papel de que oponerse a los actuales políticos de plantilla es oponerse al sistema de partidos y a la política en sí (el último desvarío de Ximo Puig, en el delirio de filiaciones históricas y ADNs de Podemos que anda indagando todo el mundo, encuentra antecedentes en Mussolini, como una Esperanza Aguirre cualquiera; ¿estarán poseídos?). IU es el partido más propenso a desaparecer por el empuje de la nueva fuerza y haría bien en entender un par de cosas.
La primera es que la sociedad española tiene dos cosas contra los partidos que ya empiezan a llamarse “tradicionales”. Una es la inmoralidad, que va desde el delito hasta las corruptelas, abusos legales y privilegios. Y otra es el hermetismo de los aparatos de los partidos y la evidencia de que un político llega arriba más por su posición en esos aparatos que por el apoyo o proyección que puedan tener en la gente. No hay reproches que hacer a IU en el primer aspecto. No constan problemas de moralidad en este partido. Pero la primera cosa que digo que deben entender es que en el segundo aspecto, el de la opacidad y mangoneo del aparato, IU se percibe como cualquier otro partido: cerrado, jerárquico, lejano y donde las lealtades priman sobre cualquier talento.
La segunda cosa que deben entender es que IU hace mucho que no es el inicio y tracción de movimientos, agitaciones o círculos sociales de ningún tipo. Lo apoyan todo (movimientos feministas, de homosexuales, ecologistas, 15 M, …) y todo con convicción, pero Izquierda Unida no es la inspiración e impulso primero de nada de eso. Exactamente lo contrario que sucede con Podemos.
Así que son dos cosas las que IU tiene que cambiar si no quiere ahogarse sin pena ni gloria en el remolino de los círculos de Podemos. La primera es que tiene que cambiar su forma de organización: abrir sus estructuras y sus listas a los militantes y simpatizantes, respirar, acercarse. La segunda es que tiene que tratar a Podemos como trató otras cosas que no encabezó (movilizaciones sindicales y estudiantiles, 15 M, …): sumándose y apoyando.
Si las tendencias del CIS se consolidan y no se aceleran, que sería la monda, podría ganar el PP las próximas elecciones generales, pero podría ser una abrumadora mayoría la suma de PSOE, Podemos e IU. Como es inimaginable un consorcio en el que estén PSOE y Podemos, todo parece apuntar a dos posibilidades, una probable y otra deseable. La probable es la Gran Coalición, el portazo del régimen, los dos partidos hegemónicos apagando el interfono y salvando a España de los españoles.

La otra es reconocer la quiebra de las continuidades básicas del sistema crecido sobre las bases de la transición y abrir un proceso constituyente. El funcionamiento autonómico, el independentismo, la monarquía, las relaciones sociales, el funcionamiento institucional general, las relaciones del Estado con la Iglesia, …, todo cruje como una tarima vieja. La tendencia anunciada en la encuesta del CIS invita a que nos sentemos a hablar de nuestras cosas, sin límites, y ponerlas en orden. Y a eso se le llama proceso constituyente.

jueves, 7 de agosto de 2014

La ley del embudo y las quiebras éticas

[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)].

"... pero aquellos hombres no podían, ni aunque se forzara la imaginación, ser llamados enemigos. Eran considerados como criminales, y la ley ultrajada, como las bombas que estallaban, les había llegado del mar cual otro misterio igualmente incomprensible" (J. Conrad, El corazón de las tinieblas).

La Comunidad Judía de Madrid va a querellarse contra Antonio Gala por incitar al odio colectivo con sus comentarios al hilo de los ataques israelíes sobre Gaza. Como no todos tenemos la templanza de Sabina y Serrat, casi todo el mundo se siente asqueado de tanta familia palestina quebrada y tanto padre de Gaza llorando al cielo con los restos incompletos de su hija en las manos, de tanta supuesta defensa legítima de Israel. Gala dijo que los judíos habían hartado a todos los que a lo largo de la historia habían convivido con ellos. Tentó así nuestra inflamación colectiva y torrencial con todos los hastíos históricos habidos contra los judíos. En su caso los comentarios sumarios sobre los judíos ya venían de antes.
La ley del embudo es vieja conocida. El doble rasero, las dos varas de medir, la paja en el ojo ajeno, como Matrix, nos rodea, nos posee, está en el aire que respiramos. Aunque la damos por descontada, sobre todo en los discursos más interesados que son los propagandísticos, no acabamos de acostumbrarnos del todo a la ley del embudo. Nuestro sentido de la justicia se resiste a identificarse con una acusación que compartimos basada en principios que compartimos, pero realizada por quien los quiebra y se considera a la vez con derecho a quebrarlos y a exigirlos.
Supimos esta semana que la familia Pujol se había hecho muy rica a nuestra costa (en esencia, en eso consiste la evasión fiscal). No deberíamos alborotarnos con la noticia, porque tenemos ya indicios pertinaces de que todo el que tuvo algún poder en España fue un servidor del pueblo, en el sentido en que decía serlo el malo de Dick Tracy: aquel que se sirve del pueblo. Pero así es nuestra condición humana. Al androide Data de Star Trek le intrigaba el capitán Piccard cuando tocaba con sus dedos una máquina que de todas formas ya estaba viendo: “¿La sensación táctil añadida a la visual hace que la sientas más real?”, inquiría curioso el humanoide. Data nos preguntaría, extrañado por nuestro sobresalto, si una desvergüenza que ya dábamos por descontada por su generalidad nos parece más real por ser noticia.
La cosa es que Esperanza Aguirre se lanza al ruedo para ofenderse en nombre de los catalanes y para horrorizarse de la evidencia de que lo de Cataluña ya era “un régimen”. Ella, que como Presidenta contrató cientos de veces con la trama delincuente Gürtel y que tiene sembrados de familiares los organismos y aledaños en Madrid, lo dice desde su cargo del PP, el partido que lleva desde los 80 cobrando, evadiendo y pagando en “b”. Como digo, por más que compartamos la acusación y los principios que la sustentan, nos resistimos a mirar a Pujol siguiendo el dedo acusador de la condesa y nuestros ojos prefieren abrirse en pasmo mirándola a ella y lo que la rodea.
Enseguida volvemos a Israel y Gaza. Una secuela maldita de la ley del embudo es la quiebra ética. Entiendo que hay quiebra ética cuando se subvierten los límites del bien y el mal. Por razones de oficio, alguna vez me preguntaron por las mentiras del poder. Dije siempre que la mentira no me preocupa especialmente, porque no altera la percepción del bien y el mal. Que alguien robe y lo niegue deja en su sitio que robar está mal. El problema de la manipulación del lenguaje es que las palabras del poder enlazan las cosas malas con referencias emocionales torcidas que disuelven su maldad en el ánimo de los sujetos. Hace años que España está en guerra. Tenemos militares con armas, disparando a gente y recibiendo disparos de gente desde hace tiempo. No se trata ahora de si son participaciones justas o injustas en guerras. Se trata de que, a base de llamar a la guerra y los bombardeos de otra manera, el hecho de que nuestros militares tiren bombas y las reciban, se conecta con un espacio emocional ajeno a la gravedad de la guerra. No estamos sobrecogidos por estar en guerra, nuestra ética al respecto está reblandecida. Cuando oí a finales de los noventa a Aznar diciendo que España entraba en la guerra de Yugoslavia, pero con palabras que quitaban eficazmente toda la severidad al hecho, hasta el punto de no interiorizar que estábamos en guerra, comprendí que éramos peores personas que unos minutos antes.
La ley del embudo tiene este efecto maligno. Gala pone pie y medio en el fango atribuyendo una suerte de perversidad esencial y sostenida en la historia al pueblo judío. Es cierto que se tienta al diablo cuando una nación se funda sobre la raza y la religión. La conciencia de patria tiene el efecto benéfico del altruismo compulsivo interno y el efecto perverso de la hostilidad potencial hacia fuera y desde fuera. Aquello que invoquemos como unión entre nosotros será lo que potencialmente otros perciban como hostil. Si lo que nos une y funda nuestra nación es el color de nuestra piel, el color de nuestra piel será lo que en algún momento otros señalen como enemigo. Si es nuestra religión, religiosa será la tensión que otros tendrán con nosotros. Siempre es mejor que, junto con el inevitable egoísmo colectivo, lo que se invoque como base de la patria sean valores por los que sí merezca tensarse y hasta pelear con otros.
Siendo entonces una maniobra de alto riesgo crear un estado sobre bases raciales y religiosas, todo discurso que señale de cualquier forma a una colectividad como portadora de un destino inevitable en lo universal, como Franco quería para España, es un discurso perverso que merece réplica. Y el discurso de Antonio Gala merece sin duda réplica y advertencia. Y aquí entra la trituradora ética de la ley del embudo. La Comunidad Judía de Madrid denuncia a Antonio Gala. Beatriz Becerra, eurodiputada de UPyD, hace lo que hace UPyD, ir al hueco, y llevará el tema a la Eurocámara. Imagino un pronunciamiento contundente y la ejecución de alguna norma.
Ya se están publicando los descontentos de quienes denuncian la doble vara de medir: en Palestina se hacina la gente en extensiones imposibles, caen bombas sobre niños, se sitia porque sí a la población. Pero la denuncia de la Comunidad Judía es contra quien dice cosas incivilizadas contra los judíos. Y lo que llevará a la Eurocámara UPyD será lo que se dice en el artículo de Gala, no los asesinatos de Gaza ni los artículos que dicen que a esos niños los mataron “entre unos y otros”.

Realmente, cuando se sustancie la querella contra Gala y cuando veamos a Rosa Díez levitando henchida de justicia histórica para los judíos, lo que apetecerá, como cuando la condensa Aguirre acusa a Pujol, es mirar para el lado opuesto al señalado. Y antes de que nos demos cuenta estaremos sin querer comprendiendo y medio defendiendo a Antonio Gala y su inadmisible y ciertamente peligroso prejuicio étnico (y relativizando la culpa de Pujol por acusarlo quien lo acusa). Esa es la quiebra ética de la ley del embudo: que sin darnos cuenta, por respuesta a la provocación, acabemos transigiendo lo intolerable y que se nos desplace otra vez la frontera del bien y el mal. Es decir, que volvamos a hacernos peores personas.