viernes, 20 de junio de 2014

Coronación y déjà vu. Fallo en Matrix

[Artículo semanal en Asturias24 (www.asturias24.es)]
En esta semana de coronaciones y fines de reinado la foto fija del momento acumula tal cantidad de anomalías que ya es inevitablemente la foto de algo que está en transición hacia algún desenlace. El déjà vu es una experiencia muy común y casi divertida en la que de repente tenemos la sensación de que lo que estamos viviendo ya lo habíamos vivido antes. El fondo del fenómeno puede que no sea divertido, porque no deja de ser una disfunción leve de la memoria. A veces nuestra mente tiene una brevísima interrupción de funcionamiento mientras nuestros sentidos siguen enviándole datos. Cuando la mente vuelve en sí y se hace cargo de los datos entrantes, estos le parecen una repetición de algo difícil de concretar, porque su ausencia provocó una ligerísima laguna en la memoria. El déjà vu es una levísima discontinuidad en el recuerdo, como la resurrección de una “muerte” minúscula.
Pero no siempre es la mente la que tiene la culpa por ausentarse. A veces es que los datos que le llegan tienen tal nivel de extravagancia que se desorienta temporalmente y, cuando por fin los asimila, tiene la sensación de que las cosas fueron así siempre y que cualquier tiempo pasado es discontinuo y sin relación con el presente. No fue mala ocurrencia la de los hermanos Wachowski cuando asociaron el déjà vu con un fallo en Matrix, es decir, con una anomalía del mundo.
Fallo en Matrix: en este momento en España el personaje público sobre el que hay más control, el que más cuentas tiene que rendir, el que más transparencia y buenas prácticas tiene que observar es Pablo Iglesias, líder de una formación con cinco eurodiputados. El personaje más opaco, el que más desviaciones de conducta tiene toleradas, por el que menos se puede preguntar y saber es el ahora Alteza D. Juan Carlos I. Nuestro derecho a intervenir en la Jefatura del Estado no es sólo nuestro derecho a decidir si queremos elegirlo o preferimos que quien lo sea lo sea de nacimiento. No se trata sólo de monarquía o república, aunque sea lo fundamental. Un país seguro de sí mismo, capaz de enfrentarse a su memoria y reconducir su rumbo podría saber sin quebranto orgánico exactamente cuánto dinero tiene su Alteza Juan Carlos I, dónde lo tiene y cómo lo ganó. Parece lógico que sepamos qué más que la dinastía borbónica se perpetúa en la coronación de Felipe VI el Preparado. Puede que, con monarquía y todo, haya cambios inaplazables que hacer en la Jefatura del Estado. O no.
Los dos principales partidos, PP y PSOE, que sumaron entre los dos un 21,6 % de los votos en las elecciones europeas, quieren hacernos sentir que esta inquietud es anti-sistema. La exigencia de transparencia en la Jefatura del Estado debe ser, según diagnóstico de Esperanza Aguirre (esta sí, preparada como nadie), una mutación del gen totalitario. En cambio, en esta semana se habló con insistencia de los 3,5 millones que “una fundación relacionada con Podemos” recibió del gobierno de Venezuela. El contubernio de Munich del s. XXI, el oro de Moscú puesto al día. Lo divertido de esta manipulación es que no hacen falta más datos que los que contiene el propio artículo para que se haga patente que no hay noticia y sólo hay intención. Se dice allí que los 3,5 millones que recibió CEPS por informes asesores fueron entre 2002 y 2012. Es decir, que es la suma de lo cobrado en diez años: desde que Pablo Iglesias tenía veinticuatro años hasta dos años antes de que existiera Podemos (algún día sabremos cuánta propina le daba su abuela de pequeño, que se lo está callando). A lo mejor Chávez, con la clarividencia que le atribuían sus fieles, ya se olía él que Podemos estaba en ciernes y lo financió antes de que existiera.
En el mismo artículo se dice que esa fundación trabajó en ese período para la Generalitat de Valencia y para el Gobierno Central. Así que tan cierto es que cobró de Venezuela como que cobró de España y de la Valencia mangoneada por el PP. Como digo, todo sin hacer averiguaciones fuera del artículo en sí. Su lógica no puede ser más indefensa: todo el que contrate y pague servicios a alguna entidad en la que haya trabajado alguna vez algún miembro de Podemos financia a Podemos.
Nuestra memoria apenas puede registrar los hechos sin lagunas, como si resucitáramos de una muerte breve y nos hubiéramos perdido algo: es El País quien lanza la manipulación, y la que hasta hace poco era “la caverna” mediática se agazapa detrás de este periódico, como en las peleas de recreo se agazapaba uno detrás del matón o del profe, y repite lo que dice El País del dinero bolivariano (¿cómo se las arreglará José María Izquierdo para seguir haciendo de Catavenenos en la SER entresacando de “la caverna” cosas que no estén también en El País?). Y para que nuestra mente consciente tenga más difícil la asimilación de la actualidad en tiempo real, Soraya Rodríguez quiere revivir aquellos días en que El Mundo lanzaba su titular y el PP, en la oposición, se lo endilgaba a González gritándole váyase, paro, despilfarro y corrupción. Ahora es El País el que toca el cornetín y Soraya, la otra Soraya, la que agita el titular desde la oposición, pero no contra el Gobierno como imaginarían sus votantes, sino contra un grupo de izquierdas de cinco eurodiputados.
Con esos poco más de tres millones de votos, con esa falta de líder y excedente de mequetrefes y con esa tendencia a la baja que le dan las encuestas al PSOE, Soraya con El País bajo el brazo a la caza del escándalo en Podemos recordaba a la guerra senil que Aureliano Buendía le proponía a Gerineldo, cuando ya sólo se levantaba para ir a orinar debajo del castaño. En esta cruzada tienen algo de caballo sin jinete o selección de fútbol eliminada en espera de un partido póstumo con Australia.
La cuestión es que esa apenas quinta parte del electorado que suman PP y PSOE, una plaza de Oriente mediada y una Gran Vía rala y con calvas el día de la coronación son, parece, el indicio del apego inquebrantable de España con la continuidad de la monarquía y de la legitimidad del velo de opacidad sobre la Jefatura del Estado. Seguiremos sin tener derecho a saber en qué cotarros se juntan Obiang y nuestro Jefe del Estado, mientras analizamos las heces de Pablo Iglesias a ver si comió algo procedente de Caracas y seguimos jugando a bolivarianos contra nacionales.
La selección nacional de fútbol completa el fallo en Matrix. Sin darnos tiempo a echar el primer chupito, la selección está ya fuera del mundial y nuestra memoria nos dice que debimos perdernos algo, porque parece que no hay nada entre el momento en que era campeona y favorita y el momento en que ya está fuera y más colorada que Roja. Y todo a la vez que Salientes ilustres (Juan Carlos I, Rubalcaba, Rouco), Entrantes y Eternos ataban y dejaban bien atado.

Lo que la gente dice a todo esto es algo así como “normal, ¿qué esperabas?”, así se trate de fútbol, relevo monárquico o travestismos periodísticos. Esa pachorra puede parecer cinismo o desengaño. Pero no creo que sea una cosa ni otra. Es el efecto del déjà vu, la anomalía de la memoria y el regreso de la pequeña muerte que nos hace sentir que todo es repetición y que por eso parece normal. Lo que delata tanta cachaza en un fallo en Matrix en toda regla.

lunes, 16 de junio de 2014

Blues del PSOE en las aguas del río Kwai

[Artículo del sábado en Asturias24 (www.asturias24.es)]
Una encuesta dice que Podemos puede ser la tercera fuerza política y que el PSOE va a bajar aún más de lo que bajó en las europeas. Desconozco la calidad técnica de esta y las demás encuestas. Pero el éxito de Podemos en las europeas, que tanto análisis, reflexión, aleluya y advertencia está produciendo, dejó un poco en sombra la otra gran tendencia que se deja ver. En esta taza nacional en la que todo gira, se mezcla y cambia de sitio y de color, el PSOE parece estar haciendo el papel de azucarillo. Y se disolverá como alternativa de poder si nada lo remedia.
Los primeros pasos conocidos tras las europeas producían casi ternura. Rubalcaba descubrió que su liderazgo era póstumo y dimite como dimite la gente que lleva en un cotarro treinta y tantos años: queriendo que todo quede atado y bien atado, como D. Francisco. El aparatón quiso determinar quién sería el próximo líder, supongo que porque la monarquía es contagiosa. Como unas lentejas descuidadas, el caldo gordo del partido allá en la base estaba pegándose a la cazuela y algo de olor a chamusquina debió llegar arriba. Así que pusieron un horizonte de voto universal entre militantes.
En ausencia de movimientos directrices, con el partido en piloto automático, la deriva llevaba casi sin darse cuenta a Susana Díaz. Lo poco que oí de Susana Díaz no es mejor ni peor que lo que se puede oír de tantos otros personajes de nuestra sufrida vida pública: frases previsibles y de segunda mano. Como la de tantos otros políticos, sus manifestaciones me hicieron recordar una broma algo escatológica de la película de animación Titán A.E.. Cuando uno de los personajes espaciales prueba la comida sideral e irreconocible que tiene otro en su plato, le exclama: “por Dios, ¿quién comió esto antes que tú?”. Nuestros políticos nos tienen acostumbrados a la sensación de rumiantes cuando hablan. Parece que regurgitan lo que ya estaba digerido en otro sitio. Y no vi en Susana Díaz señales de nada mejor ni peor que esto.
No se trata ya de los méritos o deméritos de Díaz, ni tampoco de prejuzgarla. A lo mejor es verdad que es un hacha. Lo interesante es la inercia que llevaba las cosas hacia Susana Díaz. Las aguas iban hacia Susana Díaz porque su PSOE ganó por amplia mayoría en Andalucía. La situación del PSOE es muy compleja, pero el análisis es siempre el mismo: la raíz del problema del PSOE es que pierde. La solución de futuro consiste en ganar. Fin del diagnóstico. Ahora, retirada no se sabe si tácticamente a su feudo andaluz, Madina y Soraya (la otra Soraya) emergen. Permaneceremos en sintonía.
El desarraigo es un estado que nos hace infelices y desde el que damos tumbos y planificamos mal nuestra existencia. Sin coquetear con el inmovilismo o la cerrazón, todos necesitamos una raíz, esto es, necesitamos un mínimo suelo en el que se nos reconozca y nos reconozcamos, donde haya inercias, tengamos una identidad y unos afectos que no haya que merecer y donde no tengamos que ganar todos los días nuestra aceptación y la imagen que se tenga de nosotros. El desarraigo tiene siempre algo de intemperie y orfandad.
El PSOE, y sus proximidades sociales y mediáticas, modificó su naturaleza en tantas cosas que parecían temporales, tantos principios propios se fueron aplazando porque “no era el momento”, arrastró durante tanto tiempo una identidad travestida, que ya perdió su raíz y se encuentra en esa intemperie del desarraigo. Se entiende el pragmatismo de salir de la dictadura a través de una monarquía, con sables amenazantes sobre la cabeza. Igual que se entiende el pragmatismo de un nacionalista que acepte alguna forma de pertenencia a España. Pero ¿qué pintaría un independentista vociferando la inquebrantable unidad de la nación española? Más que pragmatismo, estaríamos ante un problema de crisis de identidad. ¿Qué hace ahora el PSOE y alrededores poniendo cara de limón a un horizonte republicando y echando loas a un sistema dinástico? ¿Qué pintaba Soledad Gallego el otro día dedicando su Mirada en la SER a arrugar la cara como no entendiendo qué querían los que querían la república? Es que hay tantas formas de república, decía, la de tal y tal sitio, que claro, es que hay que aclararse primero. Es el truco manido y ramplón de pedir más y más detalles al otro y apelar a una supuesta falta de concreción para hacer como que todo es confuso y que no se entiende.
¿Y qué es eso que se sacó Rubalcaba del alma republicana en un cuerpo monárquico constitucional? ¿Suena convincente tener un alma de marido fiel y un cuerpo de borracho y putero? Prueben a ver si cuela.
El PSOE no podrá ser percibido como un instrumento transformador y de gobierno mientras no recupere raíz, es decir, mientras no sea reconocible. Reconocible en la idea de la Jefatura del Estado; se puede aceptar la coronación de Felipe VI y dejar sentada una aspiración y voluntad republicana. Reconocible en los privilegios e influencia desmedida de la Iglesia; ¿cuándo va a ser el momento apropiado para que no haya concordato, ni obispos registradores de la propiedad, ni un sistema educativo dando cabriolas por los intereses de la Iglesia en la enseñanza concertada y la asignatura de religión, ni obispos activistas que endilguen a la nación soflamas de extrema derecha en momentos de interés común, ni privilegios fiscales insultantes? Reconocible también en la enseñanza y en la sanidad. Reconocible en la prioridad del gasto y el recorte: lo último que un PSOE reconocible debe recortar es la parte en que el Estado se encuentra con el ciudadano y lo atiende: ambulatorio, aula, juzgado, por ejemplo. Antes deben esquilmarse cargos nombrados, entes innecesarios, pesebres variopintos y hasta plantear la necesidad de un Senado indemostrable.
El PSOE no dará una señal clara que lo haga reconocible hasta que no se reconcilie con su memoria buena y mala y suelte lastres. Por ejemplo, a todos nos alarma la golfería de que ex-ministros y ex-presidentes estén cobrando sueldazos en grandes empresas de sectores estratégicos que nos maltratan desde su fortaleza (eléctricas, energéticas, telefónicas, …), y todos sospechamos que esos ex-cargos ya estaban beneficiando a esos depredadores cuando estaban en sus cargos. Si el PSOE hace un propósito de enmienda claro, señalando igual a Rato que a Elena Salgado y a Aznar igual que a Felipe González, empezaríamos a verlo con memoria, evolución y raíz. ¿Algo de todo esto es de extrema izquierda?
El PSOE es un caso raro en el que la recuperación de la raíz pasa paradójicamente por el olvido de los mayores, de tanto Rubalcaba, Felipe, Leguina y Guerra, de tanto momio que está llenando de psicofonías de difuntos las entendederas de un PSOE en disolución. Los mayores, y con ellos el PSOE entero, parecen padecer el mal del coronel Nicholson de Puente sobre el río Kwai. Aquel coronel británico, siendo prisionero y por pragmatismo, aceptó construir el puente que necesitaba el enemigo, y tanto afán puso en la obra que se identificó con ella y llegó a sentir como enemigos a los compatriotas que venían a liberarlo y a destruir el puente hostil. Rubalcaba y sus predecesores hicieron tan suya la monarquía que en principio habían aceptado sólo por temor al ejército y porque “no era el momento” de repúblicas, que ya sienten como extraños y rivales a quienes sostienen lo que ellos tienen en su ideario (“en su alma”). Y con la monarquía el resto de un sistema al que le bailan todas las juntas.

Un PSOE irreconocible, cargando en la chepa con no poca parte de la costra oligárquica que nos asfixia, seguirá perdiendo tejido y sustancia en la intemperie de un reino ajeno. Cuando una nueva cultura política fue tomando forma en la izquierda, el PSOE reaccionó haciéndose más irreconocible que nunca y defendiendo con más ahínco el puente enemigo contra los suyos. Los militantes deben entender que nada ni nadie desde fuera va a favorecer la recuperación de su identidad, sencillamente porque todo el mundo está ya mirando para otro sitio. Suene como suene, los militantes están solos. Ellos sabrán lo que tienen que hacer.

sábado, 7 de junio de 2014

El Rey abdica. Contextualicemos

[Artículo del sábado en Asturias24 (www.asturias24.es)]
Algunas parejas, que en algún momento de los treinta y tantos dejan de entenderse y discuten más de lo debido, cometen la equivocación de tener un hijo para reanimar su relación. Una pasión compartida hacia el nuevo ser no puede sino unir lo que se estaba agrietando, piensan. Por supuesto, agarrarse a una ilusión externa cuando la relación declina es como agarrarse a una pajita cuando uno perdió el pie y rueda por una pendiente abajo. Confiamos nuestra recuperación a un soporte equivocado. Quien dice un hijo dice un rey recién coronado. Nos dará ese impulso que nos está faltando, piensan.
A veces, y en su debido contexto, palabras opuestas dicen exactamente lo mismo. Cualquiera ve que “generosidad” y “avaricia” significan cosas contrarias. Pero cuando decimos que alguien es feo con avaricia y que es feo con generosidad, las dos palabras expresan la misma idea. Por eso, podríamos decir que en España estamos en un momento constituyente, o su opuesto, que estamos en un momento de descomposición, y tendríamos razón con las dos expresiones porque las dos dicen lo mismo. Hay una grieta política, por la desafección ya estructural de la población hacia sus representantes políticos. Hay una grieta territorial, por el movimiento colectivo y por momentos abrumador de los catalanes por la independencia de su territorio, que conllevaría la del País Vasco. Y hay una grieta social, porque no estamos viviendo simplemente una crisis y un empobrecimiento; estamos viviendo un verdadero cambio de las reglas de juego de las relaciones sociales.
En este momento constituyente o de descomposición se plantea la abdicación del Rey y la coronación del Príncipe de una manera rápida, improvisada y chapucera (todavía el jueves decidieron que el tratamiento futuro a Don Juan Carlos será el de Alteza; ¿a quién quieren convencer de que esto llevaba meses planeándose?). Creo que hay tres puntos de tensión que hicieron urgente la sucesión.
El primero es que el descrédito del Rey era ya imposible de reconducir y su estado físico le daba ya un punto de patetismo a sus intentos. El episodio de Botswana y los escándalos de la familia real fueron como unos dedos chasqueando delante de nuestros ojos, espabilándonos y haciéndonos ver que el cotarro monárquico había sido un ecosistema muy fértil para tráficos, favores e influencias. Despertamos y vimos que nuestro Jefe del Estado y su entorno se venían comportando como si los hubiera nombrado un dictador.
El segundo es que las elecciones europeas mostraron la quiebra del sistema bipartidista en que se asienta el actual régimen. Los dos partidos que copan poder y gobiernos flotan sobre la población como los nenúfares en un estanque, sin raíz y a la deriva, porque ya es más que dudosa la fuerza electoral que les queda. La aparición de Podemos insinúa una grieta por donde está entrando, no una nueva ideología, pero sí una nueva cultura política ajena a todo el santoral de la transición.
Y el tercer elemento de prisa es la inevitable dimisión de Rubalcaba, que ya no se podía posponer más. Rubalcaba es uno de los guardianes del régimen y el último de esa estirpe que podía dirigir al PSOE.
Así que se activó a toda prisa el mecanismo de la sucesión como una necesidad para evitar más deterioros y para impulsar al país. El país se desquicia política, social y territorialmente y el aparato del estado decide tener un hijo para recuperar la ilusión y el entendimiento y volver a ser una unidad de destino en lo universal. Una nueva familia real en nuestras vidas ha de unirnos en un nuevo clima, piensan. Porque nadie está dando razones ni desgranando cuál es esa utilidad de la institución monárquica. Sólo nos regalan una familia real y nos embadurnan de almíbar y ñoñeces de sonrojo.
Un noventa por ciento del parlamento decidirá que los españoles quieren mayoritariamente la continuidad de la monarquía. En esta fase nos tocará hacer de niños inmaduros. Lo que está detrás de algunas expresiones dedicadas a la corona, como “estabilidad” o “garantía de funcionamiento”, es que necesitamos a una figura paterna por encima de nosotros, ajena a nuestros rifirrafes electorales y que se mantenga al mando cuando nos perdemos en nuestras bullas. España es una cosa demasiado compleja para dejarla en manos de los españoles. La falacia de la carga de la prueba vendrá a favor de no tocar el tema: consiste en mantener una posición sin razonar, asumiendo que es la otra parte la que tiene que explicarse. Las dos repúblicas acabaron mal, dirán, como si los reinados borbónicos no hubieran sido convulsos y con finales de pesadilla. Pero será la república, y no la monarquía, la que tenga que demostrar que no es un caos.
Después de hacer de niños inmaduros para que la monarquía sea una necesidad, nos tocará hacer de mayores y tener esa paciencia que los mayores tienen que tener con los adolescentes caprichosos. Tendrá que importarnos si Letizia está demasiado delgada y si no come. Cualquier bronca que le eche a Felipe VI tendrá resonancias históricas en nuestras sienes. Habrá que estar en vilo por las amistades del Rey y por sus compañías. Y si la pareja amenaza desunión habrá que hacer votos por que se perdonen y sean fuertes por el bien del reino. No tendremos nada mejor que hacer, como adultos que seremos.
Lo cierto es que la coronación de Felipe VI ya está convocando de facto una gran coalición. PSOE y PP actúan con una unidad cada vez más reconocible. El diario El País nunca se pareció tanto al ABC. Esta gran unificación no responde a una actitud de entendimiento o tolerancia. Es una forma de encoger el tamaño del sistema, de manera que cada vez más opciones queden fuera de él y resulten ser anti–sistema. Cada vez “la realidad” impone más cosas y decidimos sobre menos asuntos. La gran coalición, explícita o táctica, que está cuajando alrededor de la corona es una manera de reaccionar a la desagregación política, social y territorial: cierre de filas y portazo. Un tipo de despotismo.
Los socialistas llevan mucho tiempo en el País de Nunca Jamás, donde sabemos por Peter Pan que las cosas se olvidan. Se olvidaron ya de tantas cosas que ya no recuerdan que el PSOE, en principio, no dejó de ser republicano. Seguramente la embriaguez de Nunca Jamás los tiene en tal grado de confusión que ya no ven relación entre ser republicanos y apoyar la monarquía. Y el olvido del mundo del que proceden les habrá hecho olvidar que la monarquía es ajena a las formas democráticas en los dos aspectos básicos que definen las formas democráticas, la elección y la responsabilidad: el Rey no es elegido por el pueblo ni nombrado por alguien elegido por el pueblo; y el Rey es vitalicio, no puede ser destituido si no gusta y por tanto no tiene responsabilidad ante el pueblo. La tiene ante la historia, que todo lo absolverá.
Los símbolos patrios fueron mal gestionados en la transición. Ni la bandera, ni el himno, ni el propio nombre de España se utilizan con la distensión y apego normales en cualquier sitio. Creo que la palabra “república” tiene un potencial movilizador mayor que “patria”, “reino”, “España” o “nación”. Un presidente o presidenta elegidos y de quien nos sintamos dueños porque tendrá que explicarse ante nosotros nos identificaría con la nación en vez de enajenarnos de ella. La figura del Rey es sin embargo paradójica: para no ser un dictador, siendo vitalicio y de cuna, tiene que no opinar, que no decidir y sólo puede decir lo que el protocolo institucional establezca y el gobierno decida. Es más una máscara que un personaje en quien reconocerse.

La monarquía fue una forma de compromiso para salir de la dictadura. Está pendiente la decisión de si es lo que nos conviene. El ABC acaba de publicar cinco razones por las que la monarquía es un sistema superior. El debate, por tanto, se está dando y el PSOE debería verlo. Es el PP, y no ellos, quien está literalmente en su reino. El PSOE debería percibir que ya llegó el momento de dejar de proteger a España de los españoles.

domingo, 1 de junio de 2014

Podemos y hongos mucilaginosos

[Artículo del sábado en Asturias24 (www.asturias24.es)]
Las elecciones europeas, casi siempre tejido adiposo y de deshecho, nos dejan cinco eurodiputados de Podemos y un Rubalcaba que, como el personaje de El sexto sentido, (spoiler) se dio cuenta al final de que llevaba muerto toda la legislatura. El PSOE siente en los morros la desbandada de votos y la coleta de Pablo Iglesias. Algunos socialistas asoman la cabeza y piden primarias universales, porque ellos también Pueden. Rubalbaca, en esa forma espectral que adoptaban Obi Wan y Yoda después de muertos, junto con Griñán y los guardianes del aparato miran los estatutos del partido y repiten no Podemos, no Podemos, lo dicen los estatutos bien claro. Izquierda Unida dice que ellos siempre Pudieron más que nadie y entona el venid y vamos todos. Pedro Arriola, sumo pontífice analista del PP, dijo antes de la lipotimia que Podemos era una panda de frikis que no llegarán al otoño. Lo significativo no es lo que Arriola diga, sino que el hecho mismo de que Arriola haya dicho algo. Que haya dicho algo y salga en los medios significa que Rajoy consultó al oráculo para saber qué estaba pasando y por lo tanto que estaba pasando algo. Y algo debe estar pasando. Son sólo cinco diputados y ya es cuestión de estado las camisas de Pablo Iglesias compradas en Alcampo y hasta Felipe González salió con sus galones de nacido en la transición para alertarnos de que estaba pasando algo. Con sólo cinco diputados. El único que aludió a esa cifra como una derrota fue, con más que notable inteligencia, el propio Pablo Iglesias. No nos engañemos, dijo. Volvieron a ganar ellos.
Si imaginamos que Podemos no existe y dejamos los resultados de las europeas tal cual, pero sin Podemos, los únicos desorientados serían los socialistas por no haber adelantado al PP a pesar de la evidente irritación ciudadana con su gobierno y sus desmanes. El PP estaría encantado de decir que ganaron a pesar de las dificultades. IU luciría una amplia sonrisa de seis diputados y UPyD diría que siguen subiendo. Pero los cinco diputados de Podemos reinterpretan el resultado de los demás. Esos cinco diputados llenan de significado la cantidad de votos perdida por el PP. Se dicen ganadores pero con risa nerviosa de desconcierto. El PSOE se siente, no sólo perdedor, sino ajeno a cualquier corriente que lleve a alguna parte. IU es como una bolsa agujereada debajo de un grifo. Le entra agua de momento, pero ya intuye un defecto estructural por donde se vacía. UPyD empieza a ser ese invitado que no molesta cuando está ni se le echa de menos cuando falta. Seguramente en las próximas elecciones Podemos tendrá más votos. Quienes votaron a Podemos están reforzados por haberlo hecho y quieren repetir. Muchos que se abstuvieron o que se resistieron a cambiar su voto y lo mantuvieron en IU ahora querrían estar en esta otra corriente que resultó ser más real de lo que parecía.
Podemos no va a cometer errores antes de las siguientes elecciones sencillamente porque lo que se hace en el Parlamento Europeo no da para cometer errores. Se cometen errores en las alcaldías o en el Congreso de los Diputados. Pero el Parlamento Europeo es una especie de feria, donde se exhibe la mercancía política disponible y donde, como en todas las ferias, se pueden ver rarezas y otear tendencias. Nada serio. Podemos no tiene que hacer nada para crecer. Sólo tienen que limitarse a Estar Ahí y a Ser Así, mostrarse y mostrar su diferencia: gastar y ganar menos que nadie, hacer públicos sus gastos y sus ingresos, arremolinarse en círculos sin local fijo, mantener una interacción permanente y sin horario a través de las redes sociales con cualquier interesado y hacer irreconocible cualquier clase de aparato endogámico.
La génesis del 15 M, su disgregación y su reunificación en los círculos de Podemos me hizo pensar en el extraño ciclo de un tipo de hongo mucilaginoso. Es un organismo unicelular, un tipo de ameba, que se alimenta de bacterias y se reproduce por bipartición. Cuando no tiene nutriente segrega una sustancia llamada AMP cíclico que hace de reclamo, de manera que las amebas se van juntando hasta formar un cuerpo de decenas de miles. Cuando forman ese cuerpo, empiezan a expresar genes diferentes de manera que actúan realmente como células diferenciadas de un cuerpo único, como una especie de babosa que se desplaza hacia la humedad y la luz. Obtenido el nutriente, se disuelven otra vez en amebas separadas. Es lo que llama la ciencia un proceso emergente, un proceso en el que se forman totalidades complejas a partir de interacciones simples sin núcleo ni programa rector.
A todos nos sorprendió la manera casi mágica en que se sintonizaron tantas acampadas y protestas coordinadas el 15 M. Todo el mundo dio por disgregado aquel movimiento inconsistente que había llegado adonde podía llegar. De repente aquellas piezas que se habían juntado sin comité central que diera órdenes se recompone de manera demasiado rápida y ajena a procesos normales de liderazgo como para ser detectada por los mecanismos habituales de sondeos y observación. Ni un sondeo percibió lo que estaba pasando. Muchos vaticinan, quizás con razón, que en cualquier momento se descompondrán los círculos de Podemos. Y muchos pensamos, quizás con razón, que el mecanismo que rige la descomposición y reunificación de las piezas de ese movimiento espontáneo sigue ahí sólo pendiente de la circunstancia que las haga emerger, como las amebas mucilaginosas.
A partir de cierta edad todos nos relacionamos espontáneamente con gente diez años mayor y diez menor que nosotros mismos. En los cincuenta y cuatro en que me columpio me acompaña con normalidad en cañas y vinos gente de sesenta y poco o sesenta a secas y gente de cuarenta pelados. Los de sesenta o están en trance de jubilación o la jubilación está en su horizonte y en sus planes. Los de cuarenta, sobre todo las mujeres, con frecuencia hilvanan tiempos de trabajo con tiempos de subempleo y de desempleo. No es raro que estén pendientes de lo que pueda mejorar su currículum o lo que pueda darles alguna formación ventajosa. Es decir, no es raro que estén haciendo lo que se hace en período de inserción laboral. Una franja de sólo veinte años separa a quienes empiezan a salir de mundo laboral y a muchos que están intentando entrar en él: un buen indicador de que no estamos en un país saludable. Los treinta o treinta y pocos eran una edad pletórica y efímera. Uno era joven y se le consumía como joven. Pero ya tenía sueldo, perspectivas de mejora, piso alquilado por el que entraban y salían con desorden los amigos y era tratado por los adultos como adulto, sin ninguneo ni condescendencia. Es decir, uno era joven sin los problemas de los jóvenes. Por poco tiempo, pero era así. Ahora en España es una edad dependiente, cenizosa y sin futuro en la que hay más recuerdos que presente. Otra señal de que no estamos en un país saludable.
Cualquier análisis de lo ocurrido con Podemos tiene que partir de que estamos en un país enfermo y no de qué marketing es el que llega a los votantes. Las personas formadas, sin trabajo y sin futuro no segregan AMP cíclico, pero algo tienen que las hace encontrarse, reconocerse y formar un cuerpo cuando un liderazgo acertado y un grupo eficaz en las redes sociales emite el tono adecuado. Cuando un movimiento tiene una fuerza ética inatacable, la reacción defensiva suele consistir en trasladarles sistemáticamente la carga de la prueba, es decir, en ponerlos en situación de explicarse siempre y dar siempre un diez, como si los demás tuvieran una legitimidad natural. Así que Pablo Iglesias tiene que cuidar si viaja ¡en cercanías! en preferente, en si le caía bien Chávez (¿no era Felipe González, el que ahora nos advierte de bolivarianos y el sufrido consejero de Gas Natural que se aburre, amigo de Carlos Andrés Pérez, Bettino Craxi, Alán García y otros venerables líderes internacionales condenados por corrupción? ¿Hacemos una lista de los amigos del Rey?) y en dónde compra sus camisas. No tardará en saberse cuántos líderes de Podemos copiaban los exámenes y hacían albondiguillas con los mocos de la nariz.

“Las oficinas públicas se ahogaban bajo el peso de tanto… protegido”, decía el Esquilache de Buero Vallejo. Una España que debe todo su PIB no aguanta el peso de la actual oligarquía política. Hacen mal en dar tanta importancia a Pablo Iglesias. Pero hacen bien en consultar a los oráculos sobre lo que está pasando.