lunes, 4 de noviembre de 2013

Asturias sin gobierno, valga la redundancia


El problema de que Asturias se quede sin gobierno es el mismo que el de que ciertas personas se emborrachen o que los registradores de la propiedad hagan huelga: que no se nota la diferencia.
El asunto parece ser la ley electoral. En esa ley se contenían algunas cosas que la situación política necesita con la desesperación con que los suelos terrosos y duros necesitan una gota de agua. Se preveía desbloquear las listas electorales y que ser diputado se debiera un poco más al apoyo de la gente al candidato y un poco menos al “aparato” de los partidos. El poder del aparato sobre las listas y sobre quién puede ser diputado y quién no nos asfixia de mediocridad porque sólo llega arriba gente salida del plomo duro de las tripas endogámicas de los partidos a base de ser un calco malo de quien lo nombró. Pero sobre todo nos asfixia económicamente, porque la clase política es ya, ciertamente, una clase y un problema contable. Nadie vuelve a su trabajo después de estar en un cargo. Salen por arriba colocados en algún Consejo de algo y no dejan de entrar nuevos corrientuchos por abajo. La clase política, encapsulada en partidos cerrados y viciados, es un parásito necesitado cada vez de más nutriente. Por eso hubiera sido saludable ese poquito de aire fresco que podría haber entrado con el desbloqueo de las listas.
Curiosamente, al PSOE en este punto, y sólo en este punto, le da un ataque de altura de miras y quiere consenso y no dar pasos que otra mayoría vaya a derogar. Quiere sumar, construir, y como el PP y el Foro no aceptan, cómo lo iban a hacer, la nueva ley electoral, Javier Fernández ante Dios y ante la historia prefiere romper el pacto de Gobierno antes que dar un paso en el que no esté Asturias entera como un solo hombre. Que no quiere la ley electoral, vaya, y que nunca la quiso.
Pero no nos vamos a caer de un guindo con el soplo regeneracional de Izquierda Unida y UPyD. La ley electoral no fue un tema estrella en sus campañas políticas, sino en sus pactos de gobierno. Pero el tema estrella no fue el del desbloqueo de las listas. Y no hubieran roto el pacto de gobierno sólo por eso. El tema estrella fue la desaparición de las tres circunscripciones electorales actuales de Asturias. La reivindicación del todo o nada era la circunscripción electoral única. No vamos a entrar en si debe valer lo mismo un voto de un vecino de Gijón que el de un vecino de Coaña, razones hay para decir una cosa u otra. Lo que cambia es el número de diputados que tendrían los partidos con los mismos votos. Javier Fernández sabe que los partidos grandes perderían escaños y UPyD e Izquierda Unida saben que ellos ganarían algunos. Y todas estas miserias de partido rechinan en la gobernabilidad de Asturias como la arena entre los dientes cuando comemos en la playa los días de viento.

Pero lo mejor es reparar en la atención que este episodio despertó en la prensa nacional y leer las cosas como son. En realidad, la noticia no es Asturias sino Rosa Díez. Como todo se contagia, la invisibilidad de Javier Fernández, su medianía y su nada, se traslada a la Comunidad que dirige. UPyD puede tener en las próximas elecciones, donde no habrá mayoría absoluta, más escaños que los partidos nacionalistas y, como no son rojos asilvestrados como Izquierda Unida, pueden pactar con quien gane un programa de Gobierno homologado y ortodoxo. Y esa es la noticia, la crónica del partido que puede formar Gobierno. Asturias de momento sigue sumergida en España como papel que se sumerge en el agua y Javier Fernández sigue siendo un rumor, apenas sombra de los vivos.

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