domingo, 29 de septiembre de 2013

Gota fría otoñal desde Gijón

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El cambio de estación siempre invita al balance y al pronóstico. El otoño es muy dado a masajearnos con aire caliente y cielos inocentes, mientras un burbuja de baja presión sube para desatar tempestades y desastres. Y este otoño parece que quieren darnos unas friegas con datos económicos maquillados, mientras se preparan nuevas tempestades y pedriscos (para los aspirantes a profeta, véase Argentina 2000 o Portugal y Grecia 2011 y siguientes).
Lo cierto es que, si uno mira desde abajo los sucesivos ámbitos de poder que rigen nuestros días, como círculos concéntricos sucesivamente más pequeños, podría creer estar viendo una versión infantil de los círculos del infierno de Dante.
Unión Europea (hecha una pasta con el FMI, Banco Central, ignotos mercados y todo lo demás). La Unión Europea nos trae la cuatro erres, tres para ella y una para nosotros. Las suyas son Recortes, Recesión y Represión. Y a nosotros nos queda Resistencia. Ni una sola de las medidas que puedan hacer sufrir a la población dejaría de tener el aplauso y el reconocimiento exterior. Cualquier reducción en la atención médica, en la dedicación a la enseñanza, en la jubilación, en los salarios, cualquier supresión en la gratuidad o subvención de medicamentos, libros o asistencia judicial, cualquier cosa de esas será saludada como una medida valiente y necesaria en la dirección adecuada. De hecho, los mercados llevan ya un par de años haciendo sonar la campanilla para avisar de que vayamos recogiendo que van a cerrar el Estado, el de bienestar y el de derecho.
España (marca registrada). Lleva dos años y pico en la cama con un ictus de los malos. La gente espera que se recupere, porque no entiende bien lo que son los ictus malos. Cuando uno deja de poder mover una pierna porque se le murió un trocito de cerebro, se recupera del ataque, pero el trocito muerto está muerto, la pierna no vuelve a su sitio. No es una crisis lo que nos está quitando el médico, los maestros y la dignidad. Es necrosis, es tejido que se muere, no volverá después de la crisis la situación en que se podía vivir del salario y en que la sociedad te daba los fármacos para el cáncer, ni hay intención de que esa sea la salida de la crisis. La corrupción descarnada, la gangrena de las instituciones, el crecimiento de esa oligarquía parásita, que lo cubre todo como el moho al queso que empieza a pudrirse, son las señales del estado, el de bienestar y el de derecho, en descomposición. Ahí tenemos nuestra capital, que pasó de ser regida por el traductor del Tractatus de Wittgenstein, debidamente elegido, a ser gobernada por una analfabeta ridícula puesta por su marido, que cultiva la religión con extravagancia y extremismo porque su débil razonamiento necesita mampostería simplona y recia. No, no se hace el ridículo por no saber inglés. Ni por tener barriga. Se hace el ridículo por marcar los michelines con una camiseta ceñida de lycra, de manera que las dignas curvas de la normalidad se exhiban como lorzas de carne bufas. Se hace el ridículo por marcar el desconocimiento del inglés con una desenvoltura impostada y boba que quiere parecer frescura, autenticidad y campechanía. Se hace el ridículo por ser idiota.
Asturias. Asturias parece un edificio en demolición rodeado de curiosos intentando cotillear y el Gobierno parece esos señores con casco y chaleco que mandan a la gente que no se acerque y que no tenga todo el mundo tanta prisa. Y que en realidad no cuentan nada porque tampoco saben nada. Qué harán. De qué hablarán ahora que ya fijaron los sueldos.
Gijón. Hace unos años un candidato a Rector, que con los años acabó siéndolo, decía en su campaña que tan malo era no hacer nada como hacer cualquier cosa. Y en eso el Foro nunca quiso pillarse los dedos. Por si acaso hace las dos cosas. Se dedica a no hacer nada y, cuando hace algo, a hacer cualquier cosa. Si hacen un carril bici lo hacen a su manera: no haciendo nada; abracadabra, por aquí pasaban coches y ahora pasan bicis, queda inaugurado; y luego despliegue de uniformados por la acera de El Muro para sacar por la oreja al que deslice su bicicleta por la acera, con el aplauso de los cuatro escocidos gruñones que siempre hay por allí. Si tienen que intervenir en esos roces de sábado por la noche entre quienes tienen sueño y quienes andan de farándula, hacen cualquier cosa. Declaran botellón de lesa patria el consumo de alcohol en la calle, siempre que sea un lugar frecuentado por los jóvenes (no en el Carmen o en las zonas sidreras de gente más provecta). Si uno tiene una caña en la mano y da un traspiés que le haga poner los pies en la calle, a lo mejor le cae una multa de cientos de euros (no exagero). Se hace una movilización policial infantil y necia que mueve al asombro y casi a la risa a la caza del alcohol callejero. En la gestión cultural, Gijón venía jugando a ser el pequeño San Sebastián, de bolsillo y apañadín. Ahora parece que quieren que sea la gran Colunga, distorsionando y caricaturizando el valor de lo local. Y en todo lo demás, la misma receta: o parálisis y no hacer nada, o el esperpento y hacer cualquier cosa.
Y así empieza el otoño, removiéndose nuestros asuntos en los círculos de Dante sobre nuestras cabezas. Qué pereza.

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