martes, 5 de febrero de 2013

¡A que te pego una hostia! (apunte sobre querellas gubernamentales y palabras tónicas)


Nos decía un profesor de latín que las palabras largas tenían las sílabas átonas más débiles porque tenían que repartir entre más la energía que dejaba libre la tónica. Era, decía, como las familias numerosas, de las que se dice que los hermanos son más bajitos.
Algo así sucede con los pensamientos (llamémoslos así) inducidos por las palabras. Formar una idea en la mente requiere también energía. Y, claro, no todas las ideas que se conciben suponen el mismo esfuezo. Cuando una palabra nos hace pensar en algo que atrapa con intensidad nuestra atención, hace sobre las demás palabras el mismo efecto que la tónica sobre las otras sílabas: las debilita. Por eso en la comunicación pública no se entienden los matices. Si decimos “atentado”, “despido” o “bomba”, da igual que las hayamos acompañado con “quizás”, “no se trata de” o “en algunas ocasiones”. Esas ideas consumirán toda nuestra energía y se entenderán en términos absolutos porque no quedará atención suficiente para las otras. Probad a pedir después de una cena de viernes un chupito de orujo sin hielo y veréis cómo la mayoría de los camareros sólo oyen “orujo” y “hielo” y te lo traen con la dichosa piedra que lo agua.

El PP dice que se querellará contra todo el que diga que es verdad lo de Bárcenas. En el tardofelipismo, y ahítos como estábamos de tanto pelotazo y tanto yuppie, Aznar dijo un día con gesto grave que el PP estaba sopesando presentar una querella contra el gobierno del PSOE por el desfalco del grupo KIO. ¿Y qué querrá decir eso de que estamos pensando si presentar una querella? Las querellas se anuncian o se presentan, pero expresar como mensaje público la posibilidad de presentarlas es una vaciedad. Es como si alguien nos dijera “estoy sopesando llamarte imbécil”. Pero lo que se oye en la comunicación pública, por el ruido con que los mensajes de los medios llegan a la gente, son las palabras tónicas: KIO, escándalo, Gobierno, querella. Como en los juzgados el ruido es menor y se tiene obligación y tiempo de leer y oír todo lo que se dice, nadie podrá hablar de difamación, porque allí hay que dar peso también a las átonas: “estábamos pensando la posibilidad de”, “una querella para ver si”, nadie afirmó que el Gobierno tuviera que ver con el fiasco kuwatí. Es una manera impune de mentir a la población. Se miente porque se le dice KIO, escándalo, Gobierno, querella. Es impune, porque los oídos de la justicia sí oyen ese murmullo átono añadido que hace que no sea literalmente falso lo dicho.

Como digo, volvemos a la amenaza de querellas. La gente se mete con el PP y el PP dice: “a que te pego una hostia”, quizá con la esperanza de avivar el recuerdo de Garzón en el caso Gurtel. En la naturaleza, como en los recreos de los colegios, es normal la intimidación, el rugido para amedrentar y encoger al oponente. Pero también es normal el rugido de la impotencia. Si la cosa llega a combate, el animal que recibe la cornada y se retira no lo hace en silencio, lo hace rugiendo. Puede que su rugido de impotencia y retirada sea tan fuerte como el que hacía para intimidar. Pero es de impotencia y retirada. Se nota en que cojea, sangra y se aleja. Tampoco es raro que el niño del recreo que recibe el puñetazo del otro se aleje de la lucha insultando, gritando y dando cortes de manga. El caso es que el PP vuelve a decir quizá presente querellas, que nos va a pegar una hostia. Pero las señales de que es un rugido de impotencia y retirada son contundentes: el PP se desploma en las encuestas, se habla de Rajoy en toda la prensa internacional, pero para hablar de su derrumbe y de Bárcenas, sube la prima riesgo por su existencia y Esperanza Aguirre se echa laca y se viste de domingo. Y el PP ruge, pero ruge mal. ¿Se imaginan a un niño sangrando por la nariz, inmovilizado por el niñato más fuerte, diciéndole al agresor que le va a pegar una hostia? ¿A qué viene amenazar con querellas a quien diga que el PP robó y Rajoy tuvo parte del botín? YA LO DIJERON ALTO Y CLARO todos los medios: que tienen doble contabilidad, que se pagó ilegalmente a no se cuántos cargos, que Rajoy está pringado; ya se pidió sin ambigüedad la dimisión del Presidente por lastre. Nada de amenazas. Toca querellarse, porque la acusación ya es explícita y está sacudiendo al ancho mundo y no sólo a España. Cada día que pase sin que vayan al juzgado, será un día que callen y otorguen. Cada día que no se querellen apuntalará la certeza de su culpabilidad y desvergüenza. Y cada amenaza de querella o anuncio de la posibilidad de una querella será un bramido perdedor de animal en huida. Me parece bien. Que rujan y bramen, como es normal en la naturaleza y en los recreos, pero que no dejen las cosas a medias. Que huyan mientras están bramando. Que se vayan.

domingo, 3 de febrero de 2013

La dimisión del Presidente pasmado y la sobrasada en la acera



Le decía yo a un amigo hace algún tiempo que, cuando se dan esas situaciones de menoscabo social, fugaces pero incómodas: un estornudo imprevisto que te saca mocos antes de que puedas sacar tú el pañuelo, un acceso de tos cuando tienes bebida o comida en la boca, un trozo de sobrasada que se te cae al suelo y al que no quieres renunciar (era el caso), …, cuando se dan esas situaciones digo, lo mejor es actuar rápido, sin titubeos ni complejos, y no alterar el gesto. Si se te cae la sobrasada al suelo y la recoges con el cuchillo para untarla, mientras sigues hablando como si tal cosa sin modificar la compostura, la persona que está contigo no estará segura de si realmente vio lo que vio o si no vio bien. Tu estima pública está a salvo porque ni lo comentará ni pensará a fondo sobre ello, será para ella como una imagen apenas entrevista en los humores de la siesta. Y es que cuando dimita Rajoy mañana o salga del Gobierno dentro de unos años sospecho que no estaremos seguros de si realmente vimos lo que vimos y si oímos bien. No descarto que se haga general el convencimiento de que Rajoy no existió y que se lean tesis doctorales tratando de demostrar que Rajoy sí existió y que los rumores al respecto tienen fundamento.
En algún momento nos preguntaremos si realmente oímos al presidente decir tras cada mentira que lo seguirá haciendo cada vez que lo requiera el bien del país, como si cada engaño fuera un doloroso acto de servicio. Nos pediremos confirmación unos a otros sobre si de verdad, antes de su alocución por el asunto Bárcenas, reunió a su gabinete para que le explicaran si estaba vivo o muerto, si llevaba mucho tiempo fiambre o si el futuro era suyo, o si estaba en la superposición de los dos estados, como el gran Xandru Fernández explicó para los profanos (fundicionprincipedeastucias.com/el-gato-de-schrodinger-el-perro-de-zeeman-y-los-papeles-de-barcenas/#more-4301) y si estando vivo y muerto a la vez se podía ir al fútbol. Nos negaremos unos a otros que dio una rueda de prensa a través de una pantalla de vídeo, como el malo de Freejack (que llevaba, ese sí, varios días muerto), y que dijo que la prueba de que no había recibido dinero deshonesto es que él era registrador de la propiedad. Nunca estaremos seguros de si tuvimos una ministra de sanidad póstuma cuyo momento más feliz de cada día era por las mañanas “cuando veo cómo visten a mis niños” (sic), que viajaba, a veces con su marido, en clase A con dinero B; o que a un ex ministro de Economía evacuado de la Gerencia del FMI como si alguien hubiera apretado un grano tras un reguero de subprimes explosivas no detectadas, dirige hacia la quiebra a un monstruito bancario y como premio se le regala un cargo indemostrable en telefónica (todo a nuestro cargo), mientras el obispo de Córdoba teme un plan de la UNESCO para hacer homosexual a la mitad de la población. Pensaremos que Ana Botella, Guindos o Montoro eran creaciones para asustar a los niños, a los que ya reñiremos diciendo: “¿lo tienes claro? ¿lo tienes claro?”. Y nos convenceremos unos a otros de que Wert y Gallardón eran títulos de películas del Festival de Cine de Gijón, de la sección “Crueldad Francesa”.
Señor Rajoy, si se puede recoger la sobrasada del suelo sin que se note, se puede dimitir sin que parezca que pasó nada, se puede salir de la historia sin que parezca que había entrado en ella, sin que nadie esté seguro de si vio lo que vio y sin dejar más rastro que un dejà vu. Anímese.